Cuando el río se desborda

Ya llegó
la hora de la resurrección
hay que salir a la calle
y no esconderse y hablar
solamente hablar.

Ya pasó
lo que tenía que suceder,
hay un pueblo que te grita
vas a tener que escuchar…

Resurrección, Actitud María Marta

Las aguas están revueltas y, sin embargo, esto no debería ser un impedimento para tratar de clarificar el terreno en donde se está jugando. Todo lo contrario, es precisamente por la revoltura y el caos del contexto que es preciso clarificar ciertas áreas. Ha pasado ya la difundida Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad. Las expectativas fueron rebasadas por mucho, pese a las modestas cifras oficiales dadas a conocer pocas horas después y en los días posteriores, ha pasado la protesta pública pero no ha pasado el descontento, no ha terminado el clamor de justicia que recorre el país. En la clase política mexicana deben tener una percepción particular de la expresión de desencanto por su papel de gobernantes, de asco por su ofensiva corrupción diaria, la clase política mexicana también es ciega y sorda, pero además es injusta, indigna y violenta: el otro extremo de los consignas fundamentales de esta marcha de descontento.

Quienes asistieron a la marcha, sea desde su inicio en Cuernavaca, Morelos o bien a partir de alguno de sus tramos, hasta llegar al Zócalo capitalino, pudieron percatarse de la inmensa diversidad que componía el mosaico de esta manifestación, un sin fin de participantes no pertenecía a organización alguna, y otro tanto pertenecía, inclusive a organizaciones contrarias, enemigas en casos extremos. En momentos en que la incertidumbre acerca del rumbo que tomará el país domina, la diversidad puede significar la fortaleza de un movimiento orgánico a la sociedad mexicana o constituirse, una vez más, en una bonita anécdota coyuntural que no trasciende a la transformación radical de este país. Desde esta perspectiva es que planteamos, tomando en cuenta la trayectoria periodística militante, el problema de la unidad para enfrentar a un enemigo más que identificado, es decir, no la unidad como mecanismo hegemónico de control sino como estrategia política (en principio) para consolidar un bloque sólido que combata y que sea apropiado por la mayor cantidad de personas.

¡Asesinaron a mi hijo y las autoridades no hacen nada!

En términos generales la marcha se desarrolló sin contratiempos, extremadamente organizada, con una puntualidad inesperada, pero esta rigidez comenzó a rozar con otras formas de entender la jornada de protesta, por ejemplo, los gritos que callaban cuando del fondo del evento en las Islas de CU se escuchaba un Goya combativo, o cuando los jóvenes que no están de acuerdo en seguir callando  preferían gritar a través de las imprevistas consignas. Se percibía un ambiente diferente a las manifestaciones que se acostumbran desde la izquierda capitalina, como si de pronto los espacios tradicionales de las protestas estuvieran ocupados por otros sectores de la población, algunas familias de la clase media alta que habían sido tocadas por la violencia repentina y trágicamente; entre los comentarios y rumores de la concentración de la caravana en CU era posible reconocer un gusto porque esta marcha no era política y no tenía nada que ver con eso…

Cientos de miles salieron a las calles…

Las mantas hablaban de jóvenes empresarios asesinados sin motivo, de un grupo de amigos desaparecidos en sus vacaciones, de mujeres jóvenes muertas sin justicia, las pancartas hablaban del hartazgo que se respira, de las ganas de limpiar la casa y de sacar a los corruptos e impunes asesinos de la clase política, se respiraba una necesidad de cambiar el rumbo, y eso chocaba fuertemente con esta visión de exigencia a los funcionarios para que sean eficaces. En estas condiciones es que la unidad como “movimiento ciudadano” resulta compleja, precisamente por este carácter contradictorio que se resguarda bajo la diversidad es que creemos necesario poner el acento y subrayar que no se trata de criticar la eficacia de la clase política sino de ubicar a este sector del poder como parte del problema nacional.

¡Que se vayan todos!

Esta es sin duda una coyuntura que requiere de mucha calma antes de poder siquiera hablar de un movimiento nacional, y esta precisión que, aunque obvia, es la que se pasa por alto al lanzar un Pacto Nacional, y no porque no sea necesario, inclusive dando por sentado que los puntos de este pacto sean consenso, lo que sucede es que siempre resulta riesgoso generalizar las propuestas concretas; una consigna es fácilmente aprehensible si se toma adecuadamente el pulso a la sociedad de donde emana, pero un pacto que represente a todos los sectores requiere mucho más trabajo de discusión, muchas más formas de plantearlo y en este caso las demandas no son las demandas radicales que pueden darle un rumbo distinto a México. La renuncia de Genáro García Luna es fundamental pero esto debe pedírsele a cada político profesional que detente un cargo en la estructura estatal, lo mismo debe pedírsele al ejército y a la policía, y este matiz vuelve a mostrar la disyuntiva que plantea la eficacia y honradez como solución, o bien, la transformación de las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales (por lo menos) que permitieron que como sociedad llegáramos a este matadero.

México, Delito Federal

Uno de los referentes que permanecen frescos en la memoria colectiva

¿Será que esta vastedad de posiciones requiere sólo de una politización para devenir en un movimiento de masas que radicalice sus demandas, sus consignas y que al mismo tiempo no utilice en primera instancia la violencia para luchar? ¿De dónde vendrá esta conciencia política que ubica a las víctimas como sujetos sociales capaces de transformar el caos actual por una sociedad horizontal y autónoma, tan sólo para poner algunas líneas organizativas? ¿Cómo conciliar los gritos de dolor por la pérdida de un hijo, de una hija, de la familia entera y las voces que exigen la renuncia de todos los políticos, la desaparición de todos los partidos políticos? ¿Es acaso conciliable la demanda de candidaturas ciudadanas con la de la extinción de la clase política? ¿Qué fue lo que hizo que tantas y tan distintas organizaciones sociales, una guerrilla y ciudadanos no organizados impulsaran una manifestación de este tipo convocada por un escritor afectado? ¿En medio de tantas vertientes qué fue lo que hizo real la sensación de inclusión?

¡Nosotros, los ciudadanos de a pie ya queremos que se vayan a la chingada!

La sensación al ver marchar a muchas personas vestidas de blanco, portando globos con una paloma dibujada hablaba de aquellas manifestaciones en que la derecha y las clases altas demandaban un alto a la delincuencia, olvidando que era precisamente el sostenimiento de sus privilegios lo que genera la desigualdad social; en la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad también estaban estas personas, lo sorprendente es que ahora también había indígenas, organizaciones estudiantiles de las universidades públicas, organizaciones campesinas de diversas magnitudes, sindicatos, organizaciones en lucha por la vivienda, migrantes centroamericanos, es decir, muchos más sectores de la población que encontraron eco a su preocupación y enojo por la violenta situación del país.

Demanda con amplio apoyo popular

La apuesta a seguir es grande, se trata de no dejar pasar esta movilización y aportarle, tal vez, a la constitución de un movimiento social pacífico que logre movilizar al país y que al mismo tiempo desarrolle mecanismos horizontales en la toma de decisiones, en la discusión de las problemáticas y el planteamiento de la estrategia, un movimiento que construya conciencia política, que plantee demandas radicales que superen la vaguedad que pretende poner al funcionario a hacer bien su trabajo, un movimiento que no refuerce las instituciones existentes sino que pretenda transformar la estructura nacional, porque, por ejemplo, no se trata de si candidaturas ciudadanas sí o no, se trata de poner a discusión el sistema democrático existente y buscar alternativas contundentes.

Por otro lado, Javier Sicilia, con todo y el peso moral que tiene a partir del asesinato de su hijo, no puede volverse la única figura, no puede centralizar el rumbo de este posible movimiento, porque ahí está otro más de los baches que tienen sumidos al país en la desesperanza: el caudillismo, la existencia de un líder que lo puede todo y lo sabe todo; Sicilia debería reconocer que el movimiento ya lo superó en varios aspectos y en este sentido debería optar por buscar que la atención se centrara en la construcción de alternativas de transformación y no en las decisiones que toma él como cabecilla. Además, la ambigüedad de su discurso no es benéfica para que esta diversidad constituya una fortaleza, todo lo contrario, al soltar consignas por un lado, entrevistarse con el presidente y luego de criticarlo casi defenderlo, en fin, un sin fin de puntos discordantes que generan confusión. Esta no fue una marcha por Sicilia, está fue una marcha que intentó dar eco al descontento e impotencia generalizados en el país frente a una estrategia de guerra inútil y fracasada.

Paremos las balas. Nuestra propuesta: cultura y educación

Y con el mismo cuidado también es preciso aclarar que no se trata de oscurecer la valentía de Javier Sicilia ante el cobarde asesinato de su hijo y frente a la ineptitud de las autoridades de este país; es necesario señalar que la respuesta del poeta, sus cartas y conferencias de prensa, su llamado a la sociedad civil, la calidad ética que lo mantiene de este lado, debería ser la de muchas otras personas que aún no han reaccionado apelando a la dignidad de la movilización y de esta forma tal vez el movimiento ya podría ser una gran ola que remueva todo. Pero que esta respuesta se presente nos interpela como sociedad a reaccionar también, nos convoca a reflexionar sobre la situación nacional, sobre las posibles salidas a este falso laberinto, este llamado desde el hartazgo es, quizás una puerta por donde se asome un movimiento enorme, políticamente conciente, organizado, de izquierda, radical en sus demandas y pacífico en sus métodos, con el miedo convertido en enseñanza y fortaleza, unido, claro y diverso, listo para conseguir, no la paz, sino la victoria…

Porque el color de la sangre jamás se olvida…