No hace falta usar muchas palabras para exigir justicia

Por Heriberto Paredes

Ahí, debajo de la tierra, no estas dormido, hermano, compañero. Tu corazón oye brotar la primavera que, como tú, soplando irán los vientos. Ahí enterrado cara al sol, la nueva tierra cubre tu semilla, la raíz profunda se hundirá y nacerá la flor del nuevo día. A tus pies heridos llegarán, las manos del humilde, llegarán sembrando. Tu muerte muchas vidas traerá, y hacia donde tu ibas, marcharán, cantando. Allí donde se oculta el criminal tu nombre brinda al rico muchos nombres. El que quemó tus alas al volar no apagará el fuego de los pobres. Aquí hermano, aquí sobre la tierra, el alma se nos llena de banderas que avanzan, contra el miedo, avanzan, venceremos.

Víctor Jara

Entramos a las instalaciones de UNÍOS (Unidad Obrera y Socialista) y nos indicaron que el lugar de la reunión era un pequeño salón del fondo. No recuerdo muy bien con quién iba a esa reunión, lo que sí recuerdo es que el objetivo era iniciar una coordinación para la recepción del Delegado Zero. Había comenzado la Otra Campaña y el recorrido nos había puesto en alerta para tratar de llevar a cabo una buena recepción y plantear reuniones, itinerarios, lo que la efervescencia de la presencia del Subcomandante Marcos desata.

Ahí estaba sentado Kuy, así nos presentaron y así siempre lo llamé. No éramos muchos los que asistimos a la convocatoria pero luego de las primeras intervenciones quedó claro que había una necesidad de plantear discusiones que nos tenían preocupados como personas pero también como colectividades: las relaciones de género, el asunto de la salud y la educación en la zona metropolitana de la ciudad, la inseguridad, la falta de trabajo y la situación de la lucha por la vivienda.

Kuy planteó que se debía sumar la problemática cultural a todo el entramado de asuntos a discutir en el marco de esta nueva propuesta política. Kuy externó que una de las necesidades para que la lucha anticapitalista cobrara fuerza era, sin duda, la de construir una matriz cultural que se alimentara de las experiencias sociales de lucha, de las verdaderas tradiciones que el pueblo mexicano lleva en su devenir.

Surgieron las diferencias, hubo debate sobre el sentido de la cultura, su abordaje de manera específica o de manera integral en cada temática que se plantearía. No hubo mucho consenso.

Pero si alguien siempre se mostró dispuesto a discutir, a construir consensos, ese era Kuy.

Sonreía mucho, llevaba casi siempre un pañuelo cubriendo su cabeza y pantalones de mezclilla azules. Botas negras. Su voz era gruesa y siempre pensé que se trataba de una buena voz para radio, para los mítines que vendrían. Una voz que serviría para alzarse y para que las convicciones que él defendía de escucharan.

A la salida de aquella primera reunión, y en las siguientes, caminamos rumbo al metro mientras las pláticas continuaban. ¿Cómo y desde donde construir otra cultura?

Las distintas actividades y trabajos nos fueron distanciando pero en los eventos organizados por él y más compañeros, coincidíamos. En lo personal me mantuve distante respecto al tipo de teatro que Kuy hacía, pero nunca hubo discordia o algún tipo de confusión.

Kuy combativo y solidario siempre, preocupado por la libertad de los compañeros presos de Atenco, solidario con las luchas sociales que desde abajo van tejiéndose día tras día.

Aquel 1 de diciembre de 2012 Kuy había acudido a las protestas en contra de la imposición de Enrique Peña Nieto como presidente de México. Desconozco la hora en la que llegó pero sí recuerdo que nos saludamos en algún momento, en un breve lapso en el que los gases lacrimógenos o las balas de goma no eran disparadas. Ahí estaba Kuy, sin armas, con su voz gruesa y sonora, ejerciendo su derecho a protestar, a disentir.

La refriega se reanudó y a través del altavoz del magisterio, se anunció que había dos heridos por algún tipo de artefacto disparado por la policía. Luego sabríamos que se trataba de Uriel y de Kuy, pero en aquel momento la confusión era total, incluso se llegó a anunciar la muerte de uno de ellos.

Corrí hasta el lugar en donde estaba la ambulancia y pude ver el momento en que varios jóvenes usaban una rejilla de contención a manera de camilla médica y cargaban a Kuy. La imagen será imborrable, tal y como el rastro de sangre en la banqueta en donde cayó herido nuestro compañero.

No hace falta usar muchas palabras para exigir justicia, aunque sepamos de antemano que no la habrá. Aunque sepamos que si durante un año Kuy no fue atendido de la mejor manera y a regañadientes, mucho menos habrá procuración de justicia para castigar a los responsables.

En este caso como en tantos otros, no habrá justicia por parte de las instituciones, no habrá justicia porque no les importa, nunca les ha importado. Así que si de alguna manera se puede honrar a Kuy es a través de la práctica cotidiana para construir un mundo donde quepan muchos mundos, así como él deseaba. No hagamos un mito o un mártir, mejor será recuperar su ejemplo para las luchas que aún faltan por librar.

Este 25 de enero de 2014, Juan Francisco Kuykendall falleció a consecuencia del disparo de un proyectil que impactó en la parte frontal derecha de su cabeza, una lata de gas lacrimógeno que fue disparada directamente contra él. Luego de un periodo de coma y de varios meses de rehabilitación, nuestro compañero falleció.

No hay justicia pese a existir pruebas contundentes a partir de las cuales se pueden asignar responsabilidades. Presentamos nuevamente el video que  Revolución Tres Punto Cero difundió al respecto.

Y por si fuera poco, el único testigo de la agresión contra Kuy, Teodulfo Torres, el Tío, se encuentra desaparecido y como si nada hubiese ocurrido, las autoridades del gobierno capitalino y del gobierno federal simplemente guardan silencio. Pareciera que la vida de dos personas no tuviese importancia.

No obtendremos justicia, es lo único que está claro.