Para esta segunda entrega volvimos a Oaxaca, ahora a los Valles Centrales, y visitamos nuevamente a familias que hace un año protagonizaron una rebelión popular. Ésta es un ejemplo reciente de que el combate a la llamada «delincuencia organizada» está en manos de los vecinos organizados, ya que en México, las autoridades son, en el menos grave de los casos, cómplices de los grupos delictivos. La historia de estas 23 colonias, que lograron echar fuera de su territorio a una poderosa agrupación delictiva, es también una historia de lucha contra los gobiernos local, estatal y federal.
Continuamos con el propósito de buscar pistas que nos puedan clarificar los más novedosos métodos de control social que se implementan contra las clases subalternas, en este caso hablamos de la pobreza como forma de control y contrainsurgencia. También, de la mano de la neurociencia recorreremos, brevemente, caminos que nos ayuden a comprender cómo es posible que un ser humano, a pesar de toda la evidencia científica y racional, pueda negar su propia realidad en detrimento de su futuro.
A un año de la rebelión de los pobres
En mayo de 2017 inició un levantamiento popular en 23 colonias del municipio de Zaachila, zona conurbada de la ciudad de Oaxaca. En las calles se instalaron cientos de barricadas. Los vecinos organizados en fogatas, con machetes, exigían diálogo con el gobierno estatal; exigencia que simplemente fue ignorada por las autoridades del recién electo gobernador priísta, Alejandro Murat.
En el mes de junio de 2017, después de que hombres armados de la agrupación delictiva «14 de junio» dispararon contra los pobladores, los vecinos organizados tomaron el basurero municipal y lo cerraron indefinidamente. La ciudad de Oaxaca comenzó a inundarse de basura y el descontento social incrementó. El gobierno se vio obligado a voltear los ojos al problema que continuaba desbordándose.
De acuerdo a testimonios de vecinos, la agrupación «14 de junio» fue una fuente importante de votos para la llegada al gobierno del joven Murat, consideran que por ello que no actuaba en su contra. Lo que comenzó como una organización social, poco a poco se fue convirtiendo en un grupo delincuente que se dedicaba al robo y la extorsión, además de ejercer una violencia desmedida contra los vecinos.
El 3 de julio de 2017, después de una nueva balacera, miles de vecinos organizados lograron desterrar a los integrantes de la «14 de junio». Los vecinos mantuvieron los bloqueos del basurero hasta que lograron que el gobierno se comprometiera a no permitir el regreso de la agrupación.
A un año de los hechos, regresamos a entrevistar a los pobladores de la agencia Vicente Guerrero, una de las más activas y participativas en el movimiento, para conocer cuál es el estado actual de sus condiciones de vida. Sobre todo, después de que el gobernador Alejandro Murat Hinojosa presumiera, a nivel nacional e internacional, de encaminar a Oaxaca al siglo XXI como un estado moderno.
La retórica del gobierno estatal resulta ser, más bien, promocionales vacíos y promesas para hacer marketing político. Lo que encontramos fue miseria y desolación. Los testimonios son demoledores. Entrevistamos a tres vecinos y preguntamos nuevamente sobre los temas más básicos como la seguridad, la salud y los servicios.
—¿Cómo son los servicios de salud en tu comunidad?
Mi nombre es Cecilia Méndez Cruz, soy comerciante ambulante, vendo comida, tengo cuatro hijos y trabajo para ellos; tengo tres jóvenes y una niña, vivo en una casa de lámina, no tenemos luz… le echo ganas para trabajar para mis hijos.
Los servicios de salud… pues no te atienden. Tú vas a una consulta, te dan una cita, llegas a tu cita y dos o tres horas más tarde te atienden y te regresan. Y no tienes más que irte a un servicio particular, porque los doctores ahí nada más están leyendo su libro o con su celular entretenidos. De plano nomás te dicen que no tienes nada. Te dan fichas días antes para que llegues y pues no te atienden.
—¿Cómo son los servicios urbanos en tu comunidad?
Mi nombre es Luz María Méndez Cruz, vivo en la agencia Vicente Guerrero, pertenece a Zaachila en la ciudad de Oaxaca. Yo soy ama de casa, trabajo desde muy temprano, cinco o cinco y media de la mañana hasta las diez de la noche, no tengo un sueldo verdad, pero bueno es algo que yo hago con mucho gusto.
[…] En la agencia donde yo vivo no hay drenaje, las calles no están pavimentadas, el transporte… ahí entran coches colectivos y solo una compañía de transporte que se llama Halcón que entra muy esporádicamente, entonces pues toda la gente tenemos más la necesidad del taxi que es caro y es insuficiente a veces. Sí hay agua potable pero no es suficiente porque la colonia es una de las más grandes del estado de Oaxaca, ahora ya es agencia, pero es enorme la agencia. El transporte es insuficiente, el agua es insuficiente entonces hay que comprarla y drenaje no hay.
—¿Cómo son los servicios de seguridad en tu comunidad?
Mi nombre es Fernando García Clemen, vivo en la colonia Vicente Guerrero, perteneciente a Zaachila, Oaxaca. Soy vendedor ambulante, me dedico a vender desde artículos de belleza, artículos para el hogar. A eso me dedico, caminar, mucho caminar.
[…] La seguridad en mi comunidad, en mi agencia Vicente Guerrero, es inseguridad porque la verdad ahí hay policías que trabajan en el municipio de Zaachila, ellos se encargan de dar rondines. Pero ¿qué hacen? si tú les dices «¡Ey aquí hay un delincuente! robó al vecino x», lo detienen, se lo llevan nada más como a un kilómetro, hay unos carrizales y ahí hay un río, ahí lo sueltan. ¿Qué hacen? esculcan ellos mismos al ladrón y le roban ora sí, digamos, lo que el otro se había robado, lo despojan de unos cuantos pesos o el teléfono, lo despojan y ya lo dejan libre. Al rato tú ya lo ves nuevamente en la agencia caminando y dices «bueno ¿qué pasa?». Supuestamente los policías están para el orden y para cuidar la seguridad de nuestra comunidad. Y lo que más duele, es que ellos están cobrando un sueldo de nuestros impuestos, que a nosotros nos van descontando día a día. Pero desgraciadamente digo, que las autoridades se quedan con parte de este dinero y a veces aquellos también, hasta se ven en esa necesidad de hacer este tipo de actos ¿Por qué?, porque su sueldo es bajísimo, nuestros recursos no los vemos aterrizados como debe de ser, se desvían allá arriba con ellos nada más y a los empleados que son de seguridad pues no les dan lo correspondiente, y a nosotros también, nos pasan a dar un mal servicio, porque denunciamos y no nos hacen caso, sueltan al ratero. O sea no hay una seguridad en nuestra colonia, nosotros ahorita estamos unidos y nos estamos cuidando entre nosotros mismos como ciudadanos, como vecinos y compañeros que somos allá.
Desaparecer la pobreza, sólo en nuestra mente
Usted puede realizar un experimento muy sencillo. Pregúntele a un grupo de jóvenes de Chimalhuacán, Tepito o Iztapalapa, o de cualquier punto de los cinturones de miseria que circundan la Ciudad de México: «¿De qué clase eres?» Las respuestas le van a sorprender, muy pocos o casi ninguno dirá «soy pobre», la mayoría se asume de clase media ¿Será cierto?
La realidad contrasta con estas respuestas. Entonces ¿qué pasa?, ¿por qué negar la realidad? En primera instancia, después de 1989, con la caída del muro de Berlín, el capitalismo se asumió como sistema hegemónico en el mundo. Y, el proceso político-económico del neoliberalismo controla la educación, los medios de comunicación y los espacios culturales donde se educa a las clases subalternas. Por supuesto que para el sistema capitalista son necesarios los pobres, o como Marx les llamaba: el ejército industrial de reserva. Pero necesitan ser pobres que no estén generando conflictos para poder mantener la estabilidad económica, entonces, no sólo importa disfrazar o mover cifras, también desaparecer la pobreza, aunque sea tan sólo en la mente de los pobres. Pero ¿cómo se logra esto?
La pobreza, la indigencia y la miseria son considerados negativamente; no es deseable para ningún ser humano vivir con carencias. La conducta más sana, necesariamente tiende a alejarse de estas condiciones de vida; pero existe una gran diferencia entre construir o procurar una vida libre de carencias y otra, muy distinta, ignorar o negar que se vive en tales condiciones.
La neurocientífica Tali Sharot, investigadora del University College de Londres, junto con un equipo científico, realiza una serie de estudios para analizar cómo actúa el cerebro frente a información negativa. Después de años de investigación en una conferencia comentó:
Es un fenómeno global la predisposición al optimismo, ha sido observada en muchos países diferentes, en culturas occidentales, en culturas no occidentales, en hombres, en mujeres, en niños, en personas mayores. Está bastante extendido. Pero la pregunta es ¿esto es bueno para nosotros? Algunas personas dicen que no. Algunas personas dicen que el secreto de la felicidad es tener bajas expectativas. Creo que la lógica va más o menos así: si no tenemos expectativas de grandeza, si no esperamos encontrar el amor y estar sanos y tener éxito, entonces no vamos a decepcionarnos si estas cosas no suceden. Y así no nos decepcionamos, cuando no lleguen las cosas buenas, y estaremos agradablemente sorprendidos cuando sucedan; seremos felices. Es una muy buena teoría, pero resulta ser incorrecta por tres razones.
1) Pase lo que pase, tengas éxito o fracases, la gente con expectativas altas, siempre se siente mejor. Porque cómo nos sintamos cuando nos echan o nos nombran empleado del mes depende de cómo interpretemos esa situación. Los psicólogos Margaret Marshall y John Brown estudiaron a estudiantes con expectativas altas y bajas. Y descubrieron que cuando la gente con expectativas altas tiene éxito, lo atribuye a sus propias cualidades. «Soy un genio, por lo tanto tengo un sobresaliente, por lo que conseguiré sobresalientes una y otra vez en el futuro». Cuando fracasan, no es porque sean tontos, sino porque el examen simplemente era injusto. La próxima vez lo harán mejor. Las personas con expectativas bajas hacen exactamente lo contrario. Cuando no aprueban, lo hacen porque son tontos, y cuando aprueban lo hacen porque el examen simplemente era muy fácil. La próxima vez la realidad los alcanzará. Así que se sienten peor.
2) Independientemente del resultado, el puro acto de la anticipación nos hace felices. El economista del comportamiento George Lowenstein pidió a los alumnos de su universidad que se imaginaran recibiendo un apasionado beso de una celebridad cualquiera. Entonces dijo, «¿Cuánto están dispuestos a pagar para recibir un beso de una celebridad si el beso fuera dado inmediatamente, dentro de 3 horas, de 24 horas, de 3 días, en un año o diez años más tarde?» Descubrió que los estudiantes estaban dispuestos a pagar lo máximo para recibir el beso, no inmediatamente, sino para recibirlo 3 días después. Están dispuestos a pagar extra por esperar. Ahora, no estaban dispuestos a esperar un año o 10; nadie quiere a una celebridad envejecida. Pero tres días parecía un tiempo óptimo ¿Por qué? Bueno, si recibes el beso ahora, está hecho y terminado. Pero si recibes el beso dentro de 3 días, bueno, son tres días de nerviosa anticipación, la emoción de la espera. Los alumnos querían ese tiempo para imaginar dónde va a pasar, cómo va a pasar. La anticipación les hace felices. Esto es, por cierto, la razón por la que la gente prefiere el viernes al domingo. Es un hecho realmente curioso, porque el viernes es un día laboral y el domingo es un día de placer, así que es de suponer que la gente prefiera el domingo, pero no es así. Y no es porque les vuelva locos estar en la oficina y no puedan soportar pasear por el parque o almorzar tranquilamente. Sabemos esto porque cuando preguntas a la gente sobre su día favorito de la semana, sorpresa, sorpresa, el sábado resulta ser el primero, después el viernes, después el domingo. La gente prefiere el viernes porque el viernes trae consigo la anticipación del fin de semana que tienen por delante, de todos los planes que tienen. El domingo, la única cosa que puedes anticipar es la semana laboral. Los optimistas son personas que esperan más besos en su futuro, más paseos en el parque. Y la anticipación aumenta su bienestar. De hecho, sin la predisposición al optimismo, estaríamos todos un poco deprimidos. Las personas con depresión leve, no tienen una predisposición cuando miran al futuro. En realidad son más realistas que las sanas. Sin embargo, las que sufren depresión severa, tienen una predisposición al pesimismo. Por lo que tienden a esperar que el futuro sea peor de lo que resulta ser al final. El optimismo cambia la realidad subjetiva. Las expectativas que tenemos del mundo hacen que cambie la forma en que lo vemos. Pero también cambia la realidad objetiva. Actúa como una profecía autocumplida. Y ésta es la tercera razón por la que bajar tus expectativas no te hará feliz.
Experimentos controlados han demostrado que el optimismo no está sólo relacionado con el éxito, sino que desemboca en éxito. El optimismo nos lleva hacia el éxito en los estudios, los deportes y la política. Y puede que el beneficio más sorprendente del optimismo sea en la salud. Si esperamos un futuro brillante, el estrés y la ansiedad se reducen. Así que, en general, el optimismo tiene muchos beneficios. Pero lo que realmente me parece complicado es, ¿cómo mantenemos el optimismo ante la realidad? Como neurocientífica, esto es especialmente complicado, porque de acuerdo con todas las teorías que hay, cuando tus expectativas no son alcanzadas, deberías alterarlas. Pero esto no es lo que nos encontramos.
Y usando un método llamado resonancia magnética funcional pudimos identificar las regiones del cerebro que estaban respondiendo a la información positiva. Una de estas regiones se denomina circunvolución frontal inferior izquierda. Así que, si alguien decía «La probabilidad que tengo de sufrir cáncer es del 50%» y nosotros decíamos: «Buenas noticias, la media es del 30%», la circunvolución frontal inferior izquierda respondía con fuerza. Y no importaba si eras extremada, mediana o ligeramente pesimista, la circunvolución frontal inferior izquierda de todos funcionaba perfectamente bien tanto si eras Barack Obama o Woody Allen.
En la otra parte del cerebro, la circunvolución frontal inferior derecha estaba respondiendo a las malas noticias. Y aquí está la cosa; no estaba haciendo un buen trabajo. Mientras más optimista fueras, era menos probable que esta región respondiera a la información negativa inesperada. Y si tu cerebro está fallando al integrar malas noticias sobre el futuro, llevarás puestas constantemente tus gafas de color de rosa. Queríamos saber, ¿podremos cambiar esto?»
El doctor Chris Chambers, neurocientífico de la Universidad de Cardiff, comentó al respecto de la investigación:
Y a pesar de cuan sofisticadas son estas redes neuronales, es iluminador ver cómo el cerebro a veces viene con respuestas incorrectas y demasiado optimistas a pesar de la evidencia.
Es impactante poder entender cómo funciona la psique humana y sobre todo, darle forma y carácter científico a ese término que de pronto ya comenzaba a sonar ambiguo: manipulación.
De acuerdo con la RAE una de las definiciones de la palabra manipulación es:
Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares.
Otro de los efectos psicosociales en la conducta de las clases subalternas, y que es aprovechado por los economistas conductuales en favor de la maximización de ganancias, es abordado ampliamente en el libro Escasez: por qué tener muy poco significa mucho. En este libro, Eldar Shafir psicólogo cognitivo y Sendhil Mullainathan, economista conductual, señalan que:
La escasez grava la mente, provocando un efecto de túnel del que es difícil salir pero no imposible de evitar.
La visión de túnel, desde el punto de vista de la psicología cognitiva, es «una alteración de la atención que se produce en situaciones de estrés intenso, particularmente cuando se experimenta una sensación de amenaza». Los periodistas Luis Ángel Monroy y Gómez-Franco en su artículo La pobreza y sus efectos sobre las decisiones de las personas señalan que este fenómeno tiene efectos psicosociales asociados a la pobreza:
La visión de túnel a su vez distrae recursos cognitivos: la persona no deja de pensar en aquello que tiene que resolver en un contexto de escasez, lo que deja menos recursos cognitivos disponibles para otras actividades. La visión de túnel, por tanto, cobra un impuesto cognitivo. Estas distorsiones no son voluntarias, son reacciones al ambiente de escasez.
Parecería que los seres humanos que queremos ser felices tenemos una tendencia hacia el optimismo y preferimos hacer a un lado los elementos negativos de nuestra mente. Aunado a lo anterior presentamos conductas colectivas asociadas a una situación de pobreza que presumiblemente nos predeterminarían a tomar decisiones con un sesgo cognitivo. Este conocimiento de la conducta ha servido para que empresarios y políticos no sólo nos vendan productos, que incluso son dañinos para nuestra salud, sino también es efectivo para llevar a buenos términos campañas políticas electorales, a sabiendas de qué es lo que la gente necesita escuchar y qué es, precisamente, lo que no desean que les digan.
Por eso, las promesas continúan siendo un medio tan eficaz, con el poder de generar expectativas, que aún cuando se intuye que no son ciertas, mantienen la suficiente dosis de optimismo en los receptores como para elegirlas. Las campañas de miedo funcionan a la perfección bajo la misma lógica, y cuando hablamos de pobreza, la mayoría, aunque en términos reales lo son, asumirán que se está hablando de un tercero y que no le compete ese discurso.
Oaxaca, el epicentro de la miseria I