El 29 de marzo de 1985, los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo fueron asesinados por carabineros de Chile, hecho que posteriormente se consolidó como un emblema de la lucha contra la dictadura cívico-militar. Por ello, cada 29 de marzo se ha instaurado en la memoria colectiva chilena como el «día del joven combatiente».
Luisa Toledo y Manuel Vergara –padres de los hermanos asesinados– siguen siendo, 32 años después, férreos activistas contra la impunidad. Con motivo de la conmemoración del día del joven combatiente, compartimos las palabras que envían a familiares y amigos de las miles de personas desaparecidas o asesinadas por el Estado Mexicano y su «guerra contra el narco»:
Acá en Chile hay más de tres mil personas detenidas desaparecidas. El caso de ustedes [en México] es terrible, son muchos los desaparecidos. Pero la única forma que yo veo y que hemos tenido nosotros conciencia, porque nosotros mismos lo hemos hecho, es organizarnos, es estar cerca de la otra gente para que nos acompañen en la búsqueda de nuestros familiares, y para que nos acompañen, si están presos, en la búsqueda de justicia para ellos.
[1] De acuerdo con el informe presentado por el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, entre 2007 y 2012, en el sexenio de Felipe Calderón, desaparecieron seis mexicanos al día y durante el de Enrique Peña Nieto, trece personas al día. Ver «México: el país con más de 27 mil desapariciones forzadas» en telesur.net
A pesar de las distancias geográficas que separan a Chile de México, las cercanías y afectividades compartidas entre quienes luchan por vivir dignamente son muy fuertes. Además, en ambos países las políticas de violencia, represión y desaparición forzada han sido sistemáticas.
Durante 17 años de dictadura, (1973-1990) en Chile se detuvo, desapareció, torturó y ejecutó a miles de personas. Las víctimas directas de violencia Estatal rebasan las 40 mil personas; por lo menos 28 mil fueron torturadas y más de 3 mil fueron desaparecidas o ejecutadas extrajudiciamente.
Entre 2006 y 2017, más de 100 mil personas han sido asesinadas en México y alrededor de 30 mil se encuentran desaparecidas. Aunque fue el anterior presidente, Felipe Calderón, quien realizó los primeros operativos militares de la «guerra contra el narco» hace ya 10 años; durante el régimen de Enrique Peña Nieto se ha continuado y profundizado la violencia.[1]
Actualmente, mientras sigue sembrando terror en la población, el narco-Estado se reorganiza y busca endurecer su control territorial para responder a los propios intereses económicos y políticos de la clase gobernante. La lucha por la justicia para las personas desaparecidas y asesinadas en México toma lugar en este contexto, en el que el terror social sirve de acondicionador para los mercados de devastación y control. Por ello, es fundamental seguir denunciando las prácticas de tortura y tratos crueles por parte de autoridades policiales, militares y ministeriales, las ejecuciones extrajudiciales y los ataques constantes a la libertad de expresión.
Tanto en Chile como en México se sigue violentando cotidianamente y a jóvenes, organizaciones sociales, mujeres, poblaciones migrantes y pueblos indígenas. El ambiente de ambos países permite la impunidad, los cercos de información, pactos de protección y silencio para los perpetradores, así como una prolija banalización y espectacularidad de los sucesos. Las funciones persecutorias de la criminalización y del hostigamiento legitiman la muerte, la prisión y la desaparición sobre grupos específicos de la sociedad. Las luchas por justicia en ambos territorios no sólo se acotan a denunciar los terribles actos de violencia con los cuales los Estados ha operado contra su población sino que también visibilizan y enfrentan las condiciones sociales, políticas y económicas de origen.
[2] Rafael Vergara (de 18 años) murió a causa de un balazo en el cráneo realizado con el cañón apoyado en su cabeza. El ex carabinero argumentó que cumplía órdenes. Ver «Confesión de condenado por asesinato de hermanos Vergara Toledo en 1985 reabre caso» en mostrador.cl
En Chile, durante la democracia neoliberal se ha continuado atacando a grupos vulnerables y, pese a que existen políticas de reparación para las víctimas de violencia Estatal en dictadura, hay cientos de denuncias que se han postergado por trabas burocrático y procesos entorpecidos por presiones de altos cargos de la justicia. Se han descubierto pactos de silencio que condicionaron los discursos de reparación entre ciudadanos y el Estado y protegieron a políticos y miliares, así como a agentes civiles vinculados a la dictadura (como Agustín Edward, dueño de una de las más grandes empresas periodísticas del país).
En el caso de los hermanos Vergara Toledo, después de 21 años de lucha por verdad y justicia, los familiares y amigos obtuvieron un fallo a favor en 2006, con el que se encontró culpable a un ex policía de Pinochet, y posteriormente a otros dos. No obstante y a pesar de que el fallo fue ratificado en 2009, un año después la Suprema Corte les rebajó la condena y obtuvieron la libertad condicional durante el 2016. [2]
En este clima de permanente tensión y frente a las políticas sistemáticas de desaparición, violencia Estatal e impunidad, Luisa Toledo enfatiza la necesidad de que las luchas por la justicia se extiendan a más allá de las fronteras:
Empecemos a conocernos como un espacio común lo que es Latinoamérica. Como lo están haciendo en Argentina las madres de plaza de mayo o como lo están haciendo acá en Chile las agrupaciones de detenidos desaparecidos, que desgraciadamente ahora no funcionan mucho porque se metieron en el gobierno y no tienen esa posibilidad de denuncia.
La organización y la búsqueda de cómo ampliar nuestros círculos con más gente, cada vez más gente que nos acompañe (…) [tengan] en cuenta también al resto de gente que vivimos cerca de ustedes o en este mismo continente, que pudiéramos comunicarnos, sabernos, saber qué es lo que está pasando con nosotros. Porque los pueblos estamos sufriendo todos una misma historia.
Manuel Vergara, por su lado, coincide también en la necesidad de profundizar los cruces internacionales donde convergen procesos de construcción de memoria y experiencias de lucha de las resistencia tan diversas:
Seguir peleando, no solamente por el caso de nuestros hijos sino que por muchos casos que han quedado en la impunidad, compañeros (…) que el dolor nuestro con el dolor de ustedes, los juntamos, y que salga algo de vida, algo de verdad.
De esta manera, los padres de los Vergara Toledo nos llaman a generar alianzas y correspondencias insospechadas a nivel mundial entre quienes han asumido la responsabilidad del cuidado de las más diversas formas de vida frente a la arremetida del miedo, el dinero y el horror como distópico espacio común.