Camilo vive: su legado y las coyunturas actuales en Colombia y México

Foto de portada: Kaosenlared

 

Este lunes 15 de febrero se cumplen 50 años de la caída en combate del sacerdote, guerrillero y renombrado sociólogo y luchador colombiano Camilo Torres Restrepo (1929-1966). Desde la semana pasada se están realizando foros y actos en su memoria en toda Colombia y en el mundo para explorar su legado y sus implicaciones. Esto coincide con el proceso de paz colombiano, aún inconcluso e incompleto, reflejado en las negociaciones con las FARC en La Habana; y también casualmente con la visita del papa Francisco a México. El aniversario de Camilo Torres converge además con el vigésimo de la firma de los Acuerdos de San Andrés, en medio de su persistente incumplimiento.

[1] Ver también: «La crítica de la teología como crítica de la política (hacia una descolonización epistemológica de la teología)», capítulo 12 en Filosofías del sur: Descolonización y transmodernidad. Akal/Interpares, 2015.

La visita del Papa a México refleja las complejidades y contradicciones de la relación entre los polos contrapuestos que han sido definidos por Enrique Dussel en términos de la cristiandad, por un lado –los intereses históricamente construidos de las instancias materiales, institucionales de la iglesia como tal; y la del cristianismo o iglesia popular, entendido como el espíritu de la doctrina que toma cuerpo en las comunidades humanas de fe que la constituyen y construyen [1].

La teología de la liberación y corrientes afines como la teología india promovida por Monseñor Samuel Ruiz (Tatic o Don Sam, como se le conoce en las comunidades indígenas de Chiapas), o la «teología del pueblo» con la que se ha identificado el Papa, han sido los marcos de referencia para el diálogo y la convergencia entre los movimientos populares en América Latina (y hasta cierto punto en otras regiones, incluyendo las comunidades de origen mexicano y latino en los Estados Unidos) y los sectores más comprometidos y críticos de la iglesia.

Esta tendencia se refleja en casos de persecución y martirio a escala continental como los de Mons. Oscar Arnulfo Romero (San Romero de las Américas), los seis jesuitas y dos mujeres de la Universidad Centroamericana (UCA) masacrados por egresados de la Escuela de las Américas en noviembre de 1989 en San Salvador; y el obispo Juan Gerardi de Guatemala, entre muchos más; incluyendo, por ejemplo, la línea pastoral y política muy convergente de Martin Luther King y Malcolm X en los Estados Unidos. Otras figuras claves son sacerdotes como Ernesto Cardenal, Fernando Cardenal, y Miguel D´Escoto que jugaron un papel clave en la Revolución Sandinista en Nicaragua entre 1975 y 1990, y obispos como Leonidas Proaño en Ecuador y Paulo Evaristo Arns, Helder Cámara y Pedro Casaldáliga en Brasil, junto con teólogos del mismo país como Leonardo Boff y Frei Betto.

Además de la importante labor cotidiana de figuras eclesiales constantemente amenazadas como Don Raúl Vera (ahora como Obispo en Saltillo y previamente como coadjutor con Don Sam en San Cristóbal, que ha heredado su papel como Tatic otorgado por las Abejas de Acteal), y los padres Alejandro Solalinde, Pedro Pantoja, y Fray Tomás González, entre muchos otros, en los albergues de migrantes ubicados respectivamente en Ixtepec (Oaxaca), Saltillo (Coahuila) y Tenosique (Tabasco); que encarnan esta tradición viva.

Una de las expresiones más radicales de esta tradición es la figura de Camilo Torres Restrepo de Colombia, el cura guerrillero, revolucionario, más ampliamente reconocido de América Latina [2], que cayó en combate como insurgente perteneciente a las filas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el 15 de febrero de 1966. Torres es uno de los precursores más importantes de la teología de la liberación, quien se adelantó por varios años, en los hechos, al marco teórico elaborado por pensadores como Gustavo Gutiérrez [3] (nacido en 1928) del Perú y Enrique Dussel (nacido en 1925) de origen argentino, perseguido y exiliado durante la primera parte de la guerra sucia en ese país, y radicado en México desde 1975.

Torres también fue un sociólogo que jugó un papel clave (conjuntamente con Orlando Fals Borda) en la fundación y consolidación de la primera Facultad de Sociología en la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, entre 1959 y 1962, y como uno de los primeros investigadores sobre los efectos sociales de la violencia social en el ámbito rural y de la pobreza en las ciudades. Fungió como capellán muy cercano a los movimientos estudiantiles en la Universidad Nacional (de la que fue expulsado por estas actividades en 1962), y además el formó del proyecto del Frente Unido de sectores populares y de izquierda en Colombia en 1965, que se adelantó a esfuerzos semejantes como la Unidad Popular en Chile que llevó a la presidencia a Salvador Allende en 1970, y al Frente Amplio de Uruguay.

El padre Camilo es recordado en Colombia y mucho más allá, por frases como «el deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución», «el católico que no es revolucionario está viviendo en pecado mortal», y una de sus admoniciones fundamentales: «que no nos pongamos a discutir si el alma es mortal o es inmortal, sino pensemos que el hambre si es mortal y derrotemos el hambre para tener la capacidad y la posibilidad después de discutir la mortalidad o la inmortalidad del alma».

La decisión de Torres de tomar las armas expresa su insistencia en la congruencia entre su fe y sus profundos niveles de compromiso social y político, expuestos en su definición del catolicismo como un vehículo para la construcción en el mundo de un «amor eficaz», entendido como una ética revolucionaria, sigue teniendo resonancias hoy en una Colombia agobiada por siglos de injusticia y 50 años de guerra. Su legado es especialmente pertinente al acercarse la probable firma el 23 de marzo en La Habana, de un acuerdo de paz en Colombia entre el gobierno y las FARC.

Pero aún no se ha logrado la integración del ELN, el movimiento con el que murió combatiendo Torres. Y uno de los obstáculos para que se amplíe el proceso ha sido la negación del gobierno colombiano desde 1966 a revelar la ubicación de los restos de Camilo y a dignificarlos. Mientras tanto hay iniciativas múltiples en todo el país para observar su aniversario durante los próximos días en espacios académicos y comunitarios, laicos y eclesiales, con foros, simposios, festivales y ciclos de oración y reflexión[4].

El eco del caminar del padre Camilo acompaña la defensa de los migrantes en tránsito, los pueblos indígenas y todos los sectores sumergidos en la pobreza, la discriminación, y la violencia y otras expresiones del terror estatal, que caracterizan los espacios que visitará el Papa. Nunca habrá una verdadera paz ni en México ni en Colombia mientras persistan estas condiciones.