Miles de madres caminan bajo un abrumador sol. Es el 10 de mayo de 2013 y como en años anteriores –como lo seguirán haciendo en años venideros– madres, hermanas, esposas e hijas de mujeres y hombres desaparecidos, caminan en una dolorosa manifestación. Buena parte del país se rinde al ritual que mercantiliza el hecho de ser madre y lo vuelve una fecha de consumo. Pero entre todo este sufrimiento está situado el escultor y artista plástico Alfredo López Casanova, se encuentra documentando las voces y los gestos de quienes buscan sin doblegarse a sus familiares desaparecidos.
De pronto un gesto cambia la perspectiva de la construcción de la memoria que hasta entonces tenía en mente Alfredo: baja la mirada y observa los pies, los zapatos que concentran todo el esfuerzo y el dolor que implica recorrer el país entero en busca de las personas sustraidas. Para el artista, los zapatos concentran toda esta información y la devuelven en forma de un objeto incómodo, algo que impide olvidar que México está sumido en una guerra que pretende olvidarse desde el poder político y económico.
Grabar mensajes sobre las suelas de los zapatos es duplicar la carga de denuncia, pero también aumentar la esperanza de que este mensaje llegará a su destino final: el hijo, la hermana, la esposa, el padre. «Me interesa el vacío representado en la presencia de quien busca» explica Alfredo en una entrevista realizada en su estudio de trabajo. Tal vez sea momento de que la construcción de la memoria cuente también las historias de quienes se quedan con el peso de la búsqueda, con quienes viven día tras día el desesperante vacío que colma sus casas y sus vidas. Y que estas personas dejen de ser recordadas como víctimas para convertirse en personas que luchan.
En esta tarde en que Alfredo nos muestra el proceso de trabajo para realizar los grabados también nos muestra los primeros pares de zapatos que llegaron a sus manos y el resultado de las frases grabadas. Con su relato vienen las imágenes de Lety Hidalgo, Tere Vera y Alfredo Moreno recorriendo el país sin esperar a que movimientos u organizaciones se conformaran; «muchas de las pesonas que me dieron sus zapatos caminaron solas al principio» explica mientras toma los zapatos del anaquel amarillo en donde reposan.
La propuesta artistico-política de «Huellas de la memoria» es en sí misma un sello indeleble. Es la posibilidad de documentar las historias de la guerra en tiempo real, al momento en que la búsqueda de desaparecidas y desaparecidos, se vuelve en México una tarea central en el escenario político, social y cultural de una nación fracturada y herida. Los zapatos convertidos en objetos incómodos fueron también el vehículo a través del cual se sostuvieron los pasos que recorrieron fiscalías, ministerios públicos, cementerios, morgues, hospitales, cárceles, fosas clandestinas.
Siguientes pasos
Hasta el momento existen ya, poco más de una decena de pares de zapatos donados y trabajados a través del soporte del grabado. Sin embargo, la necesidad de ampliar este memorial es urgente, el contexto nacional ha vuelto a la desparición forzada uno de los problemas centrales, así como hace una década casi todo mundo tenía un familiar viviendo en Estados Unidos, ahora –cada vez más rápido– las familias tienen a alguien desparecido o desaparecida. Por esta velocidad de la tragedia es que la labor de «Huellas de la memoria» es titánica aunque no imposible: recopilar la mayor cantidad de zapatos y mensajes para ser grabados y, simultáneamente, abrir el proyecto para que todas las personas que así lo deseen, se unan y comiencen a grabar.
Un día fueron los pañuelos bordados, y sin que estos se detengan, ahora son los zapatos. Seguramente, las paredes continuarán siendo un mostrador de la indignación y la rabia. No sabemos hasta dónde hay que llegar para levantar la voz y detener este crimen que asfixia al país. Tal vez hay que construir todos los memoriales que haga falta al mismo tiempo que se cava la tierra, se comparan muestras de ADN, se denuncia contubernios entre funcionarios y criminales, se recorre una y otra vez el territorio nacional. Por eso es importante que mucha más gente se sume y colectivice el proyecto, tal y como espera Alfredo a partir de la difusión de «Huellas de la memoria».
Lo que viene es recopilar los zapatos de más personas que van luchando o que lo han hecho hasta el final de sus días. Como Nepomuceno Moreno o Roberto Galván. Como María Herrera o Melchor Flores. Hace falta aún la recolección de zapatos de las colectividades que no dejan de sumar desapariciones forzadas, como Guerrero, Michoacán, Tamaulipas o Veracruz. Esta es la tarea inmediata para seguir abonando al cometido mayor, en palabras de Alfredo: «Crear memoriales para crear nuevas formas de memoria o recuperar algunas estrategias pasadas».
Hasta ahora se han creado algunas páginas de redes sociales que van difundiendo este proyecto, y de manera simultánea existen ya páginas espejo que desde lugares como Japón, Italia o Londres muestran su apoyo a partir de la difusión.