Por Marlene Mondragón, Juan Manuel García y Rafael Camacho
El contingente supuestamente de vándalos, violentos, agresivos y bárbaros que pretendía tomar el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México fue sometido por granaderos y soldados vestidos de civil, el 20 de noviembre de 2014, en el marco de la #AcciónMundialPorAyotzinapa. En esta acción dieciséis personas fueron arrestadas y muchos más «encapsulados», reprimidos y violentados.
La cita fue en punto de las 9:00 a.m., en las estaciones del metro Moctezuma y Oceanía. Dos contingentes de aproximadamente 600 estudiantes de la UACM, FCPyS, UAM, IPN, ENAH y CCH tomaron el pavimento de la avenida Oceanía para tratar de acercarse a las inmediaciones del aeropuerto, sin embargo, se alcanzó a divisar la ratonera que les tenían preparados miles de granaderos, y elementos de seguridad vestidos de civiles. Decidieron no enfrentarse, «ese es el acuerdo» mencionó el grupo por medio del megáfono.
La movilización decidió rodear el aeropuerto y realizar el bloqueo en el cruce de avenida Zaragoza con Boulevard Puerto Aéreo; los granaderos, que los seguían a distancia desde algunos kilómetros atrás, decidieron avanzar sobre el contingente que realizaba el bloqueo, ante lo cual, entonces sí, fueron recibidos con piedras, palos y bombas molotov.
«No caigan en provocaciones», gritaban algunos estudiantes; los granaderos se acercaron y dislocaron la manifestación. Las personas se refugiaron en negocios, corrieron a calles aledañas, algunos decidieron marcharse, pero nada evitó que fueran acorralados.
En un intento por evitar la represión, compañeros de Marabunta realizaron un cordón para proteger a los manifestantes, algunos estudiantes leyeron artículos de la Constitución y gritaron algunas consignas para hacerse escuchar. El miedo a ser sujetos de otra masacre se veía en sus rostros.
El estruendo del arribo de los aviones al aeropuerto fue la cadencia que acompañó la tensión formada en el enclaustramiento por parte de los elementos de seguridad. Durante un lapso de dos horas, se discutieron posibles acuerdos: dejarlos salir de diez en diez y revisar sus pertenencias, dejarlos salir uno por uno, que salieran primero las mujeres, fueron algunas de las propuestas que se obtuvieron en la mediación entre observadores de derechos humanos y elementos de concertación ciudadana del Gobierno del Distrito Federal (GDF). Mientras las negociaciones parecían avanzar, una avalancha de granaderos arremetió contra los estudiantes que se encontraban acorralados y se llevó a algunos, entre golpes y jaloneos, además de confiscar gasolina, resorteras, cohetes y otros materiales.
Los vecinos de la colonia Industrial Puerto Aéreo y otros más que iban pasando de hacer sus mandados, se tomaron el tiempo para echar un ojo a la situación: algunos miraban desde sus ventanas, otros más salieron a las esquinas a ver qué pasaba. Como era de esperarse, les ofrecieron su apoyo a los estudiantes, incluso hubo expresiones de aversión hacia los policías mientras ellos escoltaban al contingente de «anarquistas», los padres de familia no los dejaron solos, también los escoltaron para asegurarse de que no hubiera más detenciones, hostigamiento y heridos.
La fe que algunas personas todavía tienen en el Estado ha provocado que acciones de protesta congruentes y justificadas —frente a las matanzas, represión, desaparición forzada, impunidad e infinitos etcéteras— como la toma de casetas, de aeropuertos o la quema de palacios municipales sean tachadas de políticamente incorrectas, ilegítimas, salvajes u orquestadas por provocadores, ¿y la violencia que ejerce el Estado contra el pueblo? ¿De qué legitimidad presumen? El Estado ya se cansó, está desgastado, no sirve.
¿Qué sucede cuando a un perro, se le intenta quitar un hueso cuando está tragando?
Gruñe, su mirada es amenazante, es ladina. Y en el momento que menos se espera, lanza mordidas babeantes sin descuidar rabiosamente su despojo; y hay algunos en el colmo de su ególatra voracidad, muerden a sus propios amos. Esos son los llamados perros malagradecidos.
No sé cuánta semejanza guarde esta descripción análoga, con el comportamiento del pésimo gobierno y sus furiosos canes, que actúan como fueron adiestrados, porque no saben pensar, carecen de consciencia social y mucho más, de consciencia moral…!!!
Están mordiendo al verdadero amo, al pueblo.
Han criminalizado la protesta social y han animalizado a las fuerzas del «orden» público…!!!!