Las lágrimas y el sudor se mezclaban en los rostros de normalistas y familiares que acudieron al periférico norte de Iguala, justo al lugar en donde un mes antes le fue arrebatada la vida a Daniel Solís Gallardo, Julio César Ramírez Nava y Julio César Mondragón Fuentes y fueron levantados los 43 normalistas que hasta la fecha se encuentran desaparecidos.
Alrededor de las tres de la tarde, el contingente que partió de la Normal Rural de Ayotzinapa, arribó a esta localidad en donde se realizaría una homilía en honor a los estudiantes asesinados por un grupo de narco policías municipales de Iguala y Cocula.
Mientras, en diversos puntos del estado se realizaban actos en solidaridad con la Normal y el párroco de la ciudad celebraba un misa en el lugar dónde Daniel Solís y Julio César Ramírez cayeron muertos por los disparos de alto calibre, los impactos de las balas aún se perciben en los muros y las cortinas de metal que se ubican en esta zona industrial de la ciudad.
El párroco llama a no buscar la justicia por mano propia, a no generar más violencia en la entidad, pide a quien tenga a los muchachos que los regrese. De manera simultánea, en las inmediaciones de Cocula (población cercana a Iguala), un grupo de hombres vestidos de civil, fuertemente armados a bordo de autos sin placas y camionetas de la policía federal amedrentan a la prensa que se dirigía al lugar en dónde se hallaron nuevas fosas.
El sol arrecia haciendo brotar el sudor pese a los pocos metros caminados por el grupo, que con flores y cánticos religiosos avanzaba lentamente hacia el segundo punto, en donde fue hallado el cuerpo sin vida de Julio César Mondragón con el rostro desollado.
Pese al nombramiento de Rogelio Ortega como nuevo gobernador de Guerrero, los normalistas se muestran desconfiados de que este personaje pueda dar solución al clima de violencia y la crisis que se vive en el estado. Lo ven cómo un intento de apaciguar el movimiento que desde hace un mes exige justicia por la muerte de 3 normalistas, un jugador de fútbol de los Avispones de Chilpancingo, dos civiles y la aparición con vida de sus 43 compañeros.
Un enjambre de motocicletas merodeaba en la zona, más que simples curiosos era evidente su interés en los movimientos de los normalistas; quienes parecían ser halcones –informantes– del crimen organizado, se desplazaban libremente ante la mirada de elementos de la gendarmería que se encontraba en el lugar.
El silencio fue una constante durante la actividad de este día, el agotamiento físico de los padres de familia se hace cada vez más evidente, mientras los jóvenes estudiantes se guardaron las consignas que a lo largo de este mes han retumbado por todos los rincones del país. En lugar de un mítin, fueron las palabras llanas de un par de vecinos de Iguala quienes se dirigieron a padres y estudiantes, una vez que estos habían terminado de poner la tercera cruz de madera.
Dicen integrantes del Frente Ciudadano de Iguala:
«Tenemos 15 o 20 días realizando acciones, yéndonos al campo todos los días, con mucho miedo, con mucho temor, porque la gente de Iguala estamos siendo amenazadas, pero hemos decidido romper el silencio y que caiga quien caiga. […] Queremos que salga toda la comuna de Iguala (refiriéndose al gobierno municipal), por cómplices, por que convivían con el asesino todos los días y se quedaban callados. Nosotros veíamos desparecer familias enteras y no decíamos nada. Primero nos vendaron los ojos, luego nos cerraron la boca y dejamos hasta de escuchar, y en esta ocasión estamos más unidos a ustedes que nunca, somos sus hermanos, somos guerrerenses.»
Platica la manera en como la Unión de Pueblos Organizaciones del Estado Guerrero (UPOEG) los ha ayudado a romper el miedo al llegar a la explanada de la ciudad y organizar las brigadas de búsqueda.
“Las ultimas fosas que encontramos hace una semana y que dice el gobierno que ya las había abierto, nos consta, había mucha carne fresca, habían muchos elementos. Recogimos algunas evidencias y no se le entregaron a la PGR. Queríamos tener el contacto con ustedes y es importante que haya una comisión de enlace entre ustedes y la UPOEG para que se enteren si algunas de esas evidencias les son conocidas a algunos de ustedes o a alguna persona de Iguala. Entre ellas hace algunos días se identificó un cuerpo de una persona de Iguala.
Sufrimos el mismo mal que ustedes, estamos pasando lo mismo, no nos vean con desconfianza, somos hermanos todos y queremos tener una buena coordinación y exigimos lo mismo que ustedes, que se vayan todos esos ratas que vinieron al gobierno, hay que limpiar el estado, hay que sacar la basura y nadie va a venir a limpiárnosla, la vamos a limpiar nosotros, pero no hay que separarnos, hay que coordinarnos…”
Lamentó que el gobierno federal en lugar de estar en el cerro con ellos buscando a los estudiantes esté resguardando los negocios de los asesinos, llaman a la unidad para luchar juntos y termina: «Qué va a ser de nosotros si no perdemos el miedo, qué va a ser de nuestros hijos si no damos la cara, no se sientan solos, Ayotzinapa somos todos»
Al pie de las cruces, decenas de flores blancas, velas encendidas por los estudiantes y en la tercera de ellas, la playera de la normal que en vida portara el “Chilango” y una libreta dejada por sus compañeros con el mensaje:
«Ayotzinapa vive, vive, vive. Querido amigo siempre estarás en nuestro corazón, no importa cuánto tiempo pase, siempre serás nuestro amigo. A nuestros muertos no los enterramos, los sembramos para que florezca la LIBERTAD»
La lucha sigue
Se cumple un mes de la brutal represión y la desaparición forzada de estudiantes normalistas de Ayotzinapa y los avances de las autoridades e instituciones encargadas de ejercer «justicia» son nulos. A pesar de la salida de Aguirre como gobernador de Guerrero, la situación sigue siendo la misma, 43 normalistas desaparecidos y los asesinos siguen gozando de total impunidad.
Mientras tanto las protestas siguen aumentando. El domingo 26 de octubre, cientos de estudiantes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), junto con padres de familia y profesores de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG), bloquearon en su totalidad –por más de 8 horas– la Autopista del Sol a la altura donde fueron asesinados Alexis y Gabriel en el 2011.
Resistiendo bajo un sofocante calor, los manifestantes ejercían una medida de protesta hacia el gobierno federal, bloqueando el flujo de mercancías en una de las principales carreteras del sur del país. Ya entrada la noche corearon consignas políticas y gritos exigiendo justicia, se levantaron 2 cruces de madera con los nombres de los caídos.
Al día siguiente, el lunes 27, el mismo contingente arribó a la ciudad de Iguala con cientos de velas y ramos de flores en los brazos, llegaron al lugar donde ocurrieron los hechos del 26 de septiembre. Igualmente se levantaron las respectivas cruces de los compañeros asesinados.
Durante el trayecto se encontró el lugar donde hallaron el cadáver desollado de Julio César, ahí pasa un río de aguas negras y a los lados la hierba seca, ramas, espinas, restos de troncos calcinados y una enorme cantidad de basura regada obstaculiza el paso.
Un hedor a muerte e inmundicias abarca varios metros a la redonda. Ahí mismo se alzó una cruz con el nombre del joven padre de familia. Entre los comentarios se afirmaba que en su cuerpo no había heridas de bala, sólo golpes y huellas de tortura.
Con lágrimas en los ojos y entre un llanto insostenible por parte de los asistentes, las palabras de un alumno de Ayotzinapa darían el único mensaje de la normal en éste día de dolor y rabia:
«Que comprenda la mayoría de la sociedad, nuestros 3 compañeros caídos, nuestros 43 compañeros desparecidos son nuestros hermanos, nuestros amigos, parte de nuestra gran o pequeña familia que tenemos en la normal. Quizá a los ojos del gobierno seamos un mal punto y los molestemos en cada una de nuestras manifestaciones, pero no han entendido que cuando lo hacemos es porque necesitamos que simplemente nos atiendan o cumplan una de nuestras pequeñas demandas, que no sólo exigimos como normal, sino que ahora también la sociedad se ha unido con nosotros.
Julio César Mondragón Fuentes, para nosotros conocidos como el Chilango. Su historia de vida es un poco complicada, no sólo desampararon a una familia, ya que era pilar de su mamá pues era hijo único; también era padre de familia y murió dejando una niña de 3 meses. Nosotros sentimos el mismo dolor que siente su familia, y no por que pasen los años vamos a olvidar a nuestro compañero. Aquí dejamos su libreta porque simplemente ese era su pecado, ser estudiante. Trajimos su playera, porque él nunca va a dejar de ser un tortugo, igual que nosotros».
«Le pedimos a la población que sienta nuestro dolor, que entienda nuestro coraje. Para nosotros es difícil volver a pisar estas tierras, es volver a recordar todo en cierto momento, realmente es algo muy doloroso pisar en donde nuestros compañeros dieron su último respiro, donde corrió su sangre. Pero sabemos que ese último respiro, que esa sangre fue derramada por nosotros, para que nuestra escuela siga viva y esperamos que así sea.
Siempre hemos dicho que no nos interesa lo que diga el gobierno, sabemos que en sus intereses está cerrar nuestra escuela pero la última palabra la tendrá la sociedad. Nosotros actualmente lo único que queremos es justicia para nuestro compañero Julio, para nuestro compañero Cesar, para el compañero Daniel, y por supuesto que aparezcan los 43 compañeros desaparecidos. Es lo único, actualmente, y esperamos que se pongan de nuestro lado.
Se agradece el apoyo de las organizaciones y de la sociedad. Se le hace una petición a los medios de comunicación a que comprendan nuestra situación y la información que salga sea verídica, pues ahora intentan cambiar la versión o darle otro giro al sentido de la normal. Pero la sociedad sabe cuáles son nuestros indicios, cuáles son nuestros objetivos, de dónde venimos. Somos gente pobre que busca una mejor educación. Es por lo que luchaba Julio, quizás ese fue su gran pecado.
Venimos aquí, y tal vez no sea la mejor cruz que pudimos encontrar, pero lo vemos como algo simbólico, un recuerdo para nosotros. Sus familiares, que no están presentes, sufren la misma situación, quizá tienen ese miedo en arriesgar a su familia o presentarse a esta tierra. Nosotros no tenemos miedo, porque lo volvemos a repetir, no estamos inmiscuidos en esta guerra. Simplemente somos estudiantes y ahora como afectados lo único que pedimos es justicia y que presenten a los compañeros.»
Hallan más fosas en las inmediaciones de Cocula
Por otra parte, la Procuraduría General de la República (PGR) confirmó la detención de dos “halcones” y dos elementos de Guerreros Unidos, que supuestamente confesaron haber enterrado cuerpos de normalistas en el basurero de Cocula, en la zona conocida como Puente Río San Juan, ubicada a 10 km del centro de la población.
Luego de un inmenso operativo, Jesús Murillo Karam (titular de la Procuraduría General de la República, PGR), Tomás Zero (director de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) y miembros de la marina, hallaron nuevas fosas clandestinas en dicho lugar, las cuales están siendo investigadas para determinar su relación con los normalistas desaparecidos.
Los elementos de la marina y la PGR llevaron a cabo un operativo en esta población, a donde varios comboys arribaron para ocupar la plaza principal y los accesos de dicho municipio, mientras tanto los helicópteros sobrevolaron la zona durante todo el día.
En las inmediaciones de la cancha de fútbol se concentraron los elementos de la marina quienes custodiaban la zona, misma en donde no se observó la presencia de elementos federales ni ministeriales.
El lugar fue sitiado por la marina, mientras elementos del ejército sólo se encargaron de vigilar las veredas de las inmediaciones.
Para llegar al lugar se tiene que transitar por un estrecho camino, en el lugar se encontraban estacionados coches de los peritos de la PGR, quienes llevaban a cabo la investigación para poder identificar de quienes se tratan los restos encontrados.