Frente a la injusticia legal, juicio popular #YakiriLibre

El cruce del Eje Central Lázaro Cárdenas con la calle Dr. Licéaga ofrece una escena bastante común en la Ciudad de México: a la altura de los ojos se pueden mirar sólo anuncios, autos y grandes establecimientos comerciales, el manto del cielo  se interrumpe por cables y nubes grises. Son las afueras del metro Doctores, donde a sólo unas cuadras de ser secuestrada, violada y torturada, Yakiri Rubio inició el recorrido que le cambiaría la vida, el 9 de diciembre de 2013.

Exactamente tres meses después, a menos de una semana de la salida de Yakiri de su injusta reclusión –y en una jornada de dos días de acción por el Día Internacional de la Mujer– algunas colectivas y grupos de apoyo feministas se dieron cita para realizar la «Ruta contra la injusticia» por los sitios de la colonia Doctores que fueron testigos y cómplices del caso de ultraje contra Yakiri.

Pero las consignas y performances no denunciaron sólo el ataque contra una mujer, sino que condensaron el gran hartazgo, enojo y rabia que genera la violencia sexual, tan normalizada y cotidiana en la sociedad mexicana. La ruta buscó evidenciar públicamente, y con sus propios vecinos, a los victimarios del caso; concepto en el que caben también los policías, jueces y empresarios hoteleros que actuaron en complicidad con los atacantes o los protegieron después.

Exponer a los responsables: una alternativa de justicia frente a un gobierno de torturadores

Las y los participantes replicaron el camino de Yakiri ese día, comenzando en el metro Doctores y realizando tres paradas significativas: 1)El lugar donde fue secuestrada, 2)Una sede del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal y 3)El Hotel Alcázar.

El contingente iba vestido de gris, negro y morado; con las caras cubiertas por antifaces y máscaras de todo tipo, algunas hechas de playeras rotas, otras muy elaboradas y las típicas de luchador(a).

Por el derecho a la legítima defensa

La manifestación comenzó con un pequeño ritual en el que una conchera de la tradición mexicana sahumó a las oradoras y encendió un anafre para la quema del copal. A la cabeza del contingente, una camioneta llevaba un amplificador donde algunas personas iban describiendo la ruta y gritando consignas. Detrás, otras caminaban con tambores y tres grandes mantas, cuyas frases reivindicaban la legítima defensa y cuestionaban un sistema que no sólo no castiga a los violadores sino que encarcela a las mujeres que se defienden.

Dejar huella de la injusticia

A grito de «violadores feminicidas, los tenemos en la mira» y «no callaremos contra las injusticias perpetradas en los cuerpos de las mujeres» empezó la caminata sobre la calle de Dr. Licéaga. Mientras pasaba el contingente, las calles quedaban estampadas con pasos anaranjados con la leyenda «Yakiri Vive».

La sonoridad estuvo a cargo de los tambores y gargantas de las personas manifestantes, algunas veces amplificadas por bocinas y micrófonos. La organización previa al acto era palpable, entre otras cosas por la preparación de materiales de apoyo y difusión, como un volante en el que se ironizaban los servicios que ofrece el lugar donde fue violada Yakiri Rubio:

HOTEL ALCÁZAR: se ofrece impunidad y privacidad. Incluye soborno a las autoridades.

  • Atención especial a misóginos.
  • No se discrimina a violadores, secuestradores, madrinas, dealers.
  • Higiene, limpieza, borramos cualquier prueba.

Consulte referencias con los hermanos Luis Omar y Miguel Ángel Ramírez Anaya, quienes aprovecharon nuestra promoción y en fechas decembrinas secuestraron y violaron a Yakiri Rubio.

Esta particular forma de denuncia fue acompañada de acusaciones serias hacia el lugar, como que, previo a ser hotel, el edificio era una casa de seguridad, apelativos como «guarida de violadores y feminicidas»; antecedentes de evasión de impuestos por más de 2 millones de pesos y la referencia a otra violación presuntamente perpetrada en el lugar, a un niño de 10 años, en mayo de 2013.

Además, se prepararon carteles de «Se Busca», con la foto de Luis Omar Ramírez Anaya, con la acusación por torturador, violador y feminicida.

Señalar a los responsables

Los transeúntes, que a su paso se encontraron con el acto, recibían la información y quedaban expectantes ante la contundencia y energía de la actividad, cuyos participantes coreaban a todo pulmón sus consignas y narraban por altavoz lo ocurrido en esas calles. Desde las ventanas y puertas de casas, negocios y edificios, los vecinos  se asomaban para observar con curiosidad el paso del contingente por su vecindario.

Contrainformación en el barrio

El cruce de la calle Dr. Licéaga con Dr. Jiménez, lugar donde Yakiri señaló haber sido secuestrada, se encuentra a menos de una cuadra del hogar de los atacantes. Allí, el contingente se detuvo para realizar un performance donde una figura antropomorfa fue apaleada y quemada al más puro estilo de una posada mexicana. La «piñata», de papel maché, caracterizaba a un violador. Con esta actividad se reivindicó el derecho a defender la propia vida e integridad, señalando que la muerte de Miguel Ángel Ramírez fue consecuencia de sus propios actos y de un acto legítimo de defensa propia, con el que no cuadra la palabra «exceso». Esto, en respuesta a la acusación por homicidio con exceso de legítima defensa que aún está en curso contra Yaki y que tendrá que enfrentar, fuera de prisión, después de que se le impuso una fianza exagerada, de más de 400 mil pesos.

A término de la acción hubo una ovación general. «La legítima defensa nunca es un exceso, libertad incondicional a las mujeres que se defienden […] a las mujeres que se defienden, aplausos, no castigo» se exigía, como se ha hecho durante todo el proceso. El contingente continuó su marcha mientras una participante relataba el caso de Yakiri por el micrófono, condenando los feminicidios y denunciando la normalización del acoso sexual hacia las mujeres en las sociedades capitalistas.

Sari_Alcazar-12La siguiente parada se hizo frente a un edificio del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. Las manifestantes corearon entonces, consignas contra el juez Santiago Ávila Negrón, el procurador Rodolfo Ríos Garza, y el sistema judicial que ha llevado el caso adoptando actitudes de machismo y misoginia.

«¡Juez mafioso, al calabozo! ¡Vergüenza, vergüenza, la justicia sinvergüenza!», se escuchó esta vez al ritmo de los tambores. Se denunció que los policías y jueces que defienden a los violadores son igualmente cómplices de agresión sexual y feminicidio. Una de las activistas recordó «Yakiri llegó a denunciar lo que le ocurrió y simplemente no fue escuchada, en vez de ser atendida como víctima, fue tomada como culpable». Por el altavoz se enunció «Venimos a defender la justicia, mientras que desde los tribunales y los juzgados se sigue promoviendo la impunidad y la violencia contra las mujeres, venimos a hacer justicia desde abajo».  Desde las ventanas del inmueble, dos individuos fotografiaban a quienes se manifestaban.

Desnudar la verdad

Caminando sobre Dr. Licéaga, el contingente llegó a su destino final: el Hotel Alcázar. Rápidamente colocaron listones amarillos y rojos señalando «Precaución» y «Peligro» en la entrada del estacionamiento. Así mismo, se colocaron calcomanías de «Clausurado», preparadas específicamente para esta acción y con referencias directas al caso de Yakiri. Posteriormente, se caminó hacia la entrada principal y se clausuró de la misma manera.

En este punto del recorrido y ante la cercana conclusión de la ruta, los ánimos subieron y los nervios se tensaron. Faltaban pocos actos: la lectura de un pronunciamiento, la «decoración» final del hotel y la retirada del sitio. Ésta última pareciera la más peligrosa, por el clima de represión y criminalización de la protesta que se intensificó en el Distrito Federal desde la llegada de Miguel Ángel Mancera al gobierno de la ciudad.

Nuevamente, los vecinos se asomaban por sus ventanas ante el alboroto que provenía de la calle. Durante la lectura del pronunciamiento, se colocaron pétalos de flores y listones de colores en la puerta del hotel para cerrar el ritual con el que comenzó la ruta. Mientras, en el grupo, se convidaban verduras de manera solidaria.

Referente a los actos realizados en este recorrido, una de las activistas, del Colectivo Licuadoras, nos comentó —A nosotras nos interesa la denuncia social, el castigo social […] por eso venimos aquí a hacer justicia feminista, a señalar, a contarle a la gente, a publicar sus rostros [de Miguel Ángel y Luis Omar Ramírez Anaya], a decir que son violadores, que son feminicidas, que no vamos a olvidar que eso le sucedió a Yakiri y que más bien confiamos en la justicia de la gente para defender la vida de las mujeres.

Reproducimos a continuación, parte del pronunciamiento que se leyó a todo volumen, a las puertas del Hotel Alcázar:

Los vínculos delincuenciales, entre el hotel, el Ministerio Público y los hermanos Ramírez Anaya, se han evidenciado en el caso de Yakiri. Es por ello que venimos a señalar y denunciar la complicidad del encargado del hotel: Víctor Núñez y de la recepcionista, quienes siguen libres, sin castigo, a pesar de ser cómplices de las atrocidades que suceden en sus habitaciones, y quienes además fueron los que recomendaron a Yakiri ‘lavarse y callarse’ para no meterlos en problemas. Denunciamos su complicidad con los hermanos Ramírez Anaya, quienes entraron a este hotel a violar como si estuvieran en su casa, teniendo a su disposición habitaciones abiertas para llevar a cabo sus crímenes. Denunciamos a Alejandra Fernández, delegada de la Cuauhtémoc porque su silenciamiento y subordinación es cómplice de todas y  cada una de las violaciones y torturas que han sucedido en este hotel, y ya que nadie ha clausurado esta guarida de feminicidas y violadores, ¡lo cerramos nosotras! […] nosotras no nos callamos y seguimos condenándolos. Hacer justicia es denunciar lo que ha pasado, visibilizarlo, sacar a la luz la verdad […] no vamos a quedarnos quietas y calladitas ante la violencia machista.

El pronunciamiento continuó acusando de cómplices a los medios informativos que consideraron a Yakiri como asesina y a Luis Omar como víctima; al sistema de justicia mexicano por misógino; recalcando que ante un intento de feminicidio, no existe el “exceso” en el ejercicio de la legítima defensa. Se advirtió que no se desistirá hasta ver a Yakiri libre de cargos; hasta que Luis Omar Ramírez Anaya pague por lo que hizo; hasta que el Hotel Alcázar sea clausurado y la justicia mexicana reconozca todas las irregularidades, omisiones y vulneraciones a los derechos de Yakiri cometidas en el proceso.

Se recordó a los vecinos que el agresor sigue impune, paseándose por las calles de la colonia y expresaron con indignación «¡¿Cómo es posible que secuestrar, torturar y violar a una mujer no tenga ningún tipo de consecuencia jurídica para un hombre?! La justicia de este país permite y perpetúa la violencia contra las mujeres. No dejaremos de denunciar cuál es el exceso real, el verdadero: ¡hay un exceso de violencia, de injusticia, de misoginia e impunidad!, y advertimos de nuevo: ¡ante la violencia machista, autodefensa feminista!». Acto seguido, sonaron de nuevo los tambores y se retomó un enérgico coreo de todas las consignas.

Finalmente, se aventó pintura roja a la entrada, aludiendo a la violencia perpetrada en el lugar y de manera generalizada hacia las mujeres. El grito de cierre «¡Yakiri libre, la lucha sigue!» siguió retumbando con ecos, entre vivas y aplausos en la colonia Doctores, y la «sangre» quedó expuesta en la fachada del Hotel Alcázar, visible ante los asistentes: vecinos, transeúntes, manifestantes y prensa. Esta vez los encargados del lugar no podrán simplemente limpiarla y ocultarla tras los muros de una habitación.