¿Contra quién se disparan las flechas?

Por Ingrid Fadnes

 

La resistencia, la lucha, y las diferentes posturas de los pueblos indígenas en el campamento «Terra Livre»

Las imágenes del reciente campamento indígena «Terra Livre» realizado en la ciudad de Brasilia entre el día 13 y 16 de abril son llamativas. Los indígenas de varios grupos, con arcos y flechas apuntando para el congreso brasileño, la policía en medio. Sin embargo, las imágenes no cuentan donde cayeron las flechas.

Más de mil representantes de los pueblos originarios de las cinco regiones de Brasil hicieron eco del llamado de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) para detener el proyecto de enmienda constitucional PEC No. 215-2000. Conocida como PEC-215 se trata de una propuesta de modificación de la constitución que durante los últimos dos años ha causado fuertes manifestaciones en Brasil. Es un proyecto que transfiere la jurisdicción, del poder ejecutivo al congreso, para determinar qué tierras deben ser demarcadas en este país. El campamento en Brasilia se instaló para visibilizar la lucha de todos los pueblos indígenas y su rabia en contra de un congreso dominado principalmente por sectores ligados al agronegocio. La indignación de los pueblos no solamente se dirige al congreso, también hacia un gobierno que no levanta un dedo por la causa indígena. Bajo el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) –ahora con la presidenta Dilma Rouseff– la demarcación de la tierras indígenas y quilombolas (herederas de las comunidades de esclavos libertos) no ha avanzado. En sus manos están 21 tierras indígenas ya demarcadas, que aún esperan la firma y ratificación del poder ejecutivo.

Con gritos de guerra, rezos, danzas y pinturas en el cuerpo y el rostro, los pueblos indígenas se concentraron en las afueras de la capital brasileña el domingo 12 de abril. Se sentía la tensión en el aire. Todos los grupos realizaban reuniones, se preparaban para ocupar el congreso en la madrugada del día siguiente. En vez de descansar y dormir, la constante vibración de los tambores y el hipnótico sonido de los maracas de los guarani-kaiowá, acompañaban la noche. A las tres de la madrugada los camiones empezaron a salir rumbo al Congreso Nacional. Dentro de los autobuses había un silencio profundo. Se esperaban posibles confrontaciones con la policía militar, ya que en años anteriores, la represión había caído dura sobre las manifestaciones de los pueblos indígenas y la represión es algo constante en comunidades y en recuperaciones de tierra. Muchos de los que iban son guerreros y líderes perseguidos, iban rezadores ancianos que nunca habían salido de sus comunidades, iban los jóvenes que son la nueva generación de guerreros e iban los que han estado una vida entera luchando por la dignidad y el respeto a los pueblos indígenas.

Fotografía: Ingrid Fadnes

Fotografía: Ingrid Fadnes

Ocupar el centro del poder en Brasil significa exponerse en medio de edificios futuristas, fríos e inaccesibles –el muro del poder. La arquitectura que caracteriza el proyecto de centralización de poder, señala una separación jerárquica del pueblo y los que mandan. Se supone, por lo menos en el nombre, que los que están dentro de estos edificios blancos son representantes de la democracia. El hecho es que la gran mayoría de las personas invisibles –en el sentido de que no hay posibilidad de ver hacia adentro y saber quiénes son– son representantes de los intereses económicos de la elite brasileña. El grupo mas grande representa el poder del latifundio, los enemigos de los pueblos indígenas, las comunidades quilombolas y de pequeños campesinos.

Fotografía: Ingrid Fadnes

Fotografía: Ingrid Fadnes

Más de mil sombras salieron de los camiones a las cuatro de la mañana del lunes 13 de abril. Rápidamente cada grupo levantó estructuras de bambú, lonas negras, tiendas de campaña y altares de rezo. Cuando la luz del amanecer alcanzó el campamento, ubicado en uno de los jardines frente al Congreso Nacional, las sombras se convirtieron en pueblos pintados y preparados para luchar. Pero la luz también reveló otra estructura ya preparada días antes: en medio del campamento había una carpa grande y colorida –parecida a una carpa de circo– que era el punto de reunión del campamento.

Con el comienzo del día empezó a llegar la población viva de una ciudad muerta. Los carros pasando a los dos lados del campamento. «¡Vagabundos!», gritaban desde un carro pasando. No tardaron a llegar otras personas con interés en los pueblos. «Mi hijo está haciendo un trabajo sobre los indígenas de Brasil en la escuela. ¿Le puedo sacar una foto?». Un señor de traje cruzando por el campamento. Ni una pregunta sobre porqué estaban ocupando parte del pasto en medio de los mudos edificios. Pudiera ser interesante, para una presentación en la escuela. Esta escena con personas de traje, ciudadanos y fotógrafos mudos se repitió innumerables veces durante los tres días del campamento «Terra Livre». Históricamente la lucha de los indígenas de Brasil ha sido marginalizada y se le da poca cobertura, a menos que sea en una forma que exotice su cultura, estilo de vida y forma de sobrevivir y mientras, la historia real y actual de los pueblos está llena de una resistencia feroz que no se difunde.

Durante los días en la explanada del Congreso se realizaron manifestaciones cada vez más controladas para que no se pensara que los pueblos son «salvajes». Con palabras de algunos líderes de APIB –desde el tráiler tipo carnaval que circulaba enfrente de la concentración– la guerra y el grito de los pueblos se transformó en un campamento con posturas cada vez más evidentes: entre los que están tratando de dirigir a los pueblos para acercarse a los edificios de poder y crear un «diálogo» y los que saben y tienen bien claro, que con el latifundio y los de arriba, el diálogo no es la vía para resolver más de 500 años de represión, exclusión y extinción.

El ultimo día del campamento, «el día del indio», los diputados, «generosamente», abrieron un espacio en las tribunas del poder para los pueblos indígenas de Brasil. Las revisiones para entrar al congreso eran extremas por parte de los policías. Mujeres, hombres, jóvenes y niños, la mayoría con su vestimenta tradicional, tenía que pasar por un severo cacheo corporal para entrar. Era evidente que por parte de los parlamentarios las palabras no tienen el interés necesario, esto pone de manifiesto que los poderes federales, en este país se han convertido en un gran circo, donde los políticos ensayan sus mejores discursos para justificar sus políticas predecibles, ridiculizando su postura hacia los pueblos indígenas.

Fotografía: Ingrid Fadnes

Fotografía: Ingrid Fadnes

No obstante, aunque algunos jefes indígenas estaban a favor de sostener el diálogo con los congresistas, hubo quienes afirmaron que no pensaban negociar lo que de por sí es suyo. Ni todos querían pasar por las revisiones indignantes para entrar al congreso nacional, así que se dieron la vuelta en la puerta para regresar al campamento, manifestando de esta manera su desacuerdo para entrar al centro del poder y con las condiciones aplicadas por ese poder. Los indígenas munduruku –uno de los pueblos que está destinado a desaparecer por la construcción de la hidroeléctrica más grande de Brasil en el Rio Tapajós– expresaron su pensamiento al respecto de las reuniones dentro de los edificios del poder, «nosotros pensamos que no debemos negociar nada con el gobierno, porque estas tierras siempre han sido nuestras, de nuestros antepasados y todos los proyectos del gobierno están amenazando a los pueblos indígenas», dijo María Leusa, indígena munduruku del estado de Pará.

La PEC-215 es solamente una de muchas otras violaciones que tenemos. Tenemos impactos ambientales y grandes emprendimientos en nuestros territorios […], muchos pueblos hemos sido masacrados y violentados por los desarrollos capitalistas que no son sustentables para nosotros los indígenas. El convenio 169 (de la Organización Internacional del Trabajo, OIT) no se está implementando en Brasil, dijo la indígena Rootsi Tsitna del estado de Mato Grosso do Sul.

Estamos enfrente del palacio de la presidenta. Una delegación ha entrado el palacio con la esperanza de sentarse cara a cara con la presidenta y presentar una carta de los pueblos indígenas. Afuera no descansan los tambores y los rezadores. «Si no nos apoyan, si no nos dan una respuesta a nuestra demanda, vamos a ver una invasión de nuestros territorios», comenta un compañero del estado de Pernambuco. Otros afirman que van a esperar afuera hasta tener una respuesta positiva y que en el caso de que no suceda, están preparados para soltar las flechas. La reunión dentro del palacio se está tardando. Muchos ya se regresaron al campamento, otros están sentados en el pasto platicando. Unos cuantos siguen los ritmos de los cantos. La delegación sale del palacio, atraviesa la avenida y reúne a los pueblos que todavía están de pie. En vez de compartir los resultados de la reunión, llaman a todos regresar a la carpa de circo ubicada en el centro del campamento. Durante la tarde de este tercer día del «Terra Livre», la carpa del circo revela la gran contradicción dentro del movimiento indígena. Al regresar a la carpa del circo, APIB presenta un discurso informativo sobre la carta que se ha entregado a uno de los ministros en representación de la presidenta. La carta es para hacer responsabilizar a Dilma de sus propias palabras y promesas sobre la demarcación de las tierras que manifestó durante la campana electoral de 2014. Antes de empezar la manifestación hacia el palacio presidencial, se dio esta carta a cada uno en el campamento, pero no todos están de acuerdo con la forma de diálogo con el gobierno y los diputados. Luego, después de APIB, la palabra la toma Babau, líder indígena del grupo tunpinambá del estado de Bahía. Sus palabras rechazan el diálogo con el poder, que no han hecho otra cosa que aplastar a los indígenas desde la llegada de los portugueses.

Fotografía: Ingrid Fadnes

Fotografía: Ingrid Fadnes

¿Quién va a estar aquí cuando nosotros vayamos de regreso a nuestros comunidades? ¡Aquí va a estar el agronegocio! Parece un chiste, pero regresamos a la colonización.

El líder Babau despierta la memoria colectiva de cientos de años de exterminio.

Los tupinambá eran considerados enemigos de la corona portuguesa y cada terrateniente tenía por fuerza que matar a los tupinambá.

Babau quebró las reglas establecidas para la carpa del circo. Los minutos que él habló ocuparon el espacio entre la visita al palacio presidencial y la visita de los diputados en el campamento. Por un instante la carpa se llenó de la energía del líder tupinambá. Sus pocas palabras dejaron una reflexión muy profunda sobre la situación real en que viven muchos pueblos en Brasil y la ignorancia total de los que están con el poder.

Vamos realmente a dejar de hablar y darle una lección al agronegocio. Yo no tengo miedo de estar preso, tupinambá sigue vivo. Si aprueban este PEC yo estoy dispuesto, si ustedes quieren […] a destruir el agronegocio.

Fotografía: Ingrid Fadnes

Fotografía: Ingrid Fadnes

Cuatro minutos le dieron a Babau mientras que a los que a otros les dieron dos veces más de tiempo o hasta más de veinte minutos, tal fue el caso del senador João Capiberibe del Partido Socialista Brasileiro (PSB), a varios representantes de los derechos humanos del estado, diputados y hasta a la ex candidata a la presidencia, Marina da Silva, a quienes se les dio tiempo y espacio para hacer discursos larguísimos. Las bocinas estaban a punto de reventar por sus gritos vacíos lleno de «compromiso con la causa indígena». Si uno se fija, el político siempre grita, pensando que su palabra puede parecer más importante si se escucha más fuerte que la del otro. Dicen los guarani-kaiowá que el que grita, grita porque ha perdido la razón. El que sabe y está dispuesto, puede susurrar por días alrededor de la fogata, bajo las estrellas, para escuchar y entender al otro. Dicen los sabios kaiowá que el que miente habla mucho, mientras el kaiowá habla poco porque la verdad es corta.

Al terminar sus presentaciones, los políticos desaparecieron, mientras los pueblos seguían bajo sus lonas.

Yo no vine para participar en un carnaval, dice un compañero kaiowá por debajo de uno de los pocos árboles que se encuentra en la explanada del Congreso Nacional.

Los y las arqueros, rezadores y los pueblos, estaban presentes en todos los actos desde el primer día. No se disparó ninguna flecha durante los días del campamento. Ni sobre un policía, ni un diputado, ni en el congreso o en los edificios violentamente mudos. Parece que no estaba dentro del guión de las manifestaciones dejar salir la rabia a través de esas acciones. Pero al desmontar el campamento el ultimo día, las flechas las envolvieron en tela con mucho cuidado, para regresar a los territorios en lucha.