Algunos apuntes al margen en el homenaje a Gabo

Por Paco Gómez Nadal/Otramérica

Todos los grandes diarios, grandes autores y grandes mandatarios se refieren a Gabriel García Márquez como ‘Gabo’. Ahora que está muerto, todos han sido sus amigos, todo son halagos, panegíricos barrocos para uno de los grandes de la literatura en castellano. Las voces críticas o los matices sobre su obra y su vida no caben en el relato oficial.

La muerte depara malos titulares. Hay que reconocer que la tarea es difícil y más cuando el personaje es archiconocido: “Gabo Inmortal”, “La magia pierde a Gabo”, “Adiós a Gabo, el hechicero del cuento”, “Llora Macondo”, “La mala hora”, el estilo se repite y sobran portadas de diarios de izquierdas, de derechas, de la nada. La muerte nunca es culpa del muerto, somos los vivos los que caminamos entre el absurdo y la vergüenza. Él solo es responsable (y no es poco) de lo que hizo en vida.

De hecho, cuando en un solo suplemento (como el especial de 36 páginas precocinado por El País en las últimas horas de aliento del escritor) coinciden Plinio Apuleyo Mendoza, Mario Vargas Llosa, William Ospina o Juan Cruz, cuando todos, indefectiblemente, utilizan la primera persona para hablar del recién muerto (que es tercera persona a pesar de ellos), cuando parece que todos han nacido en Aracataca, que han habitado Macondo y que comparten un trocito del premio Nobel, entonces hay que sospechar, ¿hay otros relatos sobre García Márquez?, ¿sólo se escribe desde la adulación sobre su obra?, ¿hay alguna capacidad de pensamiento crítico, nivelado, humanizante sobre ese Gabo más allá de la retórica fosilizante de su figura?

Los hay, pero son minoritarios y, en momentos como este, son invisiblizados. Pocos van a recurrir a otro de los autores de referencia en Colombia, Fernando Vallejo, porque es irreverente, poco patriota y deslenguado. De hecho, en su Cursillo de orientación ideológica para García Márquez, Vallejo echaba mano del sarcasmo para definir al ahora ícono pop de la literatura popular como “novelista omnisciente y de la seguridad del Estado y que todo lo sabe y lo ve…”. Y en un artículo polémico que no fue publicado en primera instancia iba más allá y estudiaba plagios literales cometidos por ‘Gabo’ con obras de Rubén Darío o Balzac. En su tono habitual, le decía: “Gabito: No te preocupés que vos estás por encima de toda crítica y honradez. Vos que todo lo sabés y lo ves y lo olés no sos cualquier hijo de vecino: sos un narrador omnisciente como el Todopoderoso, un verraco. Y tan original que cuanto hagás con materiales ajenos te resulta propio”.

Los próceres

Vallejo no será homenajeado en los altares de la patria ni Colombia estará 3 días de luto oficial, como se encuentra hoy. El diario El Tiempo, símbolo unívoco de la comunicación hegemónica en ese país, sitúa a García Márquez en un pabellón de próceres dudoso, cuyo principal mérito ha sido que se hable bien de Colombia, ocultando los millones de muertos, desaparecidos, desplazados y represaliados que se ocultan bajo la alfombra de la manilla tricolor: “Él recuperó, además, el sereno orgullo nacional. Cuando nuestro país era sinónimo de narcotráfico, él aportó con su Nobel una refrescante bocanada de prestigio. Y al coronar lo que parecía una utopía, mostró a otras figuras nacionales que era posible alcanzar lo más alto, como lo han hecho, en su campo y a su medida, Fernando Botero, Shakira, Carlos Vives, Rodolfo Llinás, Falcao García, César Rincón y algunos cuantos más”. Ni Germán Espinosa –y su Tejedora de Coronas-, ni Álvaro Mutis –y su canallesco Maqroll-, ni Gonzalo Arango o Andrés Caicedo entran en esta lista de cantantes y líderes de opinión que tanto gustan a los que deciden en materia de homenajes.

Contradicciones humanas

El muerto que hoy se vela era humano, tan humano como cualquiera de nosotros. Y su obra no pierde vigencia ni calidad por la crítica ni por la realidad a la que se enfrenta. Como Cervantes, García Márquez pasará a la memoria colectiva sin aristas, casi perfecto, angelical. En estas horas ya se lee una justificación para la única mácula en su biografía: la relación que hasta sus últimas horas ha mantenido con Fidel Castro y su Cuba vertical. Los cronistas oficiales dicen que se trataba de una relación “estrictamente literaria” y que gracias a ‘Gabo’ Fidel Castro lee best sellers. Se trata, pues de una especie de salvación, de perdón universal al pecado comunista que se justifica en una especie de entrismo cultural de buenas intenciones.

El biógrafo oficial de García Márquez, Gerald Martin explica que el escritor colombiano era «claramente un personaje icónico íntimamente relacionado con el acontecer político e histórico de América Latina. Él ha querido ser siempre testigo del poder y es justo decir que esa fascinación no es gratuita, sino que persigue determinados objetivos. En los años setenta fue un activista muy directo, un partidario de la revolución cubana y de sus aventuras africanas. Pero el mundo ha cambiado desde entonces y sus aspiraciones políticas son ahora más defensivas, como proteger la revolución (cubana), en la que ve un símbolo de la independencia y la dignidad latinoamericanas. Gabriel García Márquez se ha relacionado con Felipe González o Bill Clinton, pero todo el mundo se fija sólo en su relación con Castro”.

Sus relaciones con el poder, la propia labor de su fundación periodística (Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano) –tan engarzada con los periódicos hegemónicos del hemisferio y las grandes corporaciones empresariales de México, Colombia u otros países-, el papel ambivalente y figurativo en algún proceso de negociaciones con la principal guerrilla de su país, su silencio sobre alguno de los asuntos más lacerantes del país en el que nunca cesaron las masacres… todo ello conforma la cara oculta del satélite cósmico en el que los “escribidores” del poder han convertido –a su costa y con su complacencia- a García Márquez.

El chileno Roberto Bolaño, también convertido en figura mítica tras su muerte, definió alguna vez a García Márquez como “un hombre encantado de haber conocido a tantos presidentes y arzobispos”. Ambos autores, con luces y sombras, son un recurso fácil para tratar de dibujar la diversa y rica literatura latinoamericana y caribeña. “Así como los apellidos Tarantino y Almodóvar salen de las bocas de aquellos que no saben nada de cine, Bolaño y García Márquez salen de las bocas de todos los que quieren vestirse de prestigio, de todos los que quieren pontificar sobre literatura latinoamericana”, escribía John Mnauel Silva en un artículo en la revista El replicante en el que también aseguraba que García Márquez se sentía “muy contento con haberse convertido en la caricatura de sí mismo que es hoy en día”.

El lastre del realismo mágico

Desde el punto de vista literario, han sido muchos los que han tratado de sacudirse la etiqueta del realismo mágico, creada desde Barcelona y convertida en lema de marketing para los elegidos de la literatura contemporánea latinoamericana. El escritor bogotano Juan Gabriel Vásquez señala “un malentendido principal que de alguna manera provoca o tolera los demás: la idea, pervertida y provinciana y reduccionista, pero sobre todo ajena al espíritu mismo de la literatura, de que la influencia tiene un carácter territorial (…). El lector distraído considera que existe una cualidad abstracta, lo colombiano, que Macondo (el pueblo y sus gentes; es decir, su imaginario) encarna esa cualidad con mejor fortuna que ningún otro territorio de la ficción colombiana, y que, por lo tanto, el individuo nacido dentro de las fronteras colombianas que practique la escritura de ficciones deberá por fuerza heredar el imaginario macondiano (…). Esto es lo que habremos de hacer los nuevos novelistas colombianos: no cortar el árbol de Cien años de soledad, sino sembrar un árbol nuevo que con el tiempo le sirva a alguien, aunque sólo sea para echarse debajo a esperar que le caiga una manzana en la cabeza”.

El peso que Vásquez siente para los escritores colombianos, también lo siente el mexicano Jorge Volpi que, aunque hoy escribe loas sin contención, ayer denunciaba en El Insomnio de Bolívar como el realismo mágico y el llamado Boom literario han sido fenómenos que han marcado al continente, tanto como para afirmar que la imagen externa y propia que hay de la América Central y del Sur “es una invención literaria”.

García Márquez descansa en paz, pero su imagen se explotará durante unos días hasta la saciedad. Y su fórmula del éxito, también. Como remataba Fernando Vallejo su duro artículo Un siglo de Soledad: “El realismo mágico es mágico. ¡Qué mágica fórmula!”.

*Texto publicado en www.otramerica.com*

There are 2 comments

  1. Xavier Armendáriz

    Mi Subversión es que los fotografiados en Bogotá, leyendo la edición extra de El tiempo, eran mexicanos. Tomábamos un refresco en el restaurante de la librería del Fondo de Cultura Económica «Gabriel García Márquez» y bajamos a comprar el periódico cuando el voceador apareció. Luego una generosa fotógrafa rubia nos retrató y aparecimos aquí.
    Mi inquietud es la siguiente, para subir la fotografía al periódico es necesario bajar la resolución, por lo que la foto digital originalmente tiene mayor fidelidad. Mi pregunta es, ¿podrían mandar a mi correo una copia?

    Mi correo es cajanegra56@hotmail.com
    facebook educacioncontracorriente@hotmail.com

  2. Lupita Rivera Willeford

    Tal vez los doctos en literatura, política y/o ciencias sociales puedan tener un estudio integral sobre porque hizo o de dejo de hacer García Marquez en estas tres esferas. Nosotros la mayoría no tan culta (como los literatos que aquí se mencionan) donde el único lazo de unión ha sido y sera el trabajo literario de García Marquez no podemos ser tan enérgicos en la critica. Solo me queda decir que he disfrutado mucho leyendo sus novelas, me han hecho reír, llorar e imaginar mundos tan magicos y a la vez tan reales, que hasta ahora solo García Marquez ha podido compaginar en tan interesante y bellos relatos.

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