La lucha de las mujeres por libertad y derechos (primera parte)

“Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad
Y la prudencia se transforma en vergüenza…

…La identidad del siglo son ellas.
Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto
el beso clandestino, el retorno a todos los derechos “

Las mujeres de mi generación, Luis Sepúlveda

Los días 23 y 24 de febrero las viejas paredes de la Casa Nacional de Estudiante (CNE) se iluminaron con la presencia de docenas de visitantes. Escabulléndose entre el manteado de los puestos ambulantes, topando con la esquina de Plaza del Estudiante y el segundo callejón de Girón, siete cuadras al norte del Zócalo, llegaron participar a la jornada de trabajo «México, derechos humanos con perspectiva de género: Una deuda pendiente«. Anticipándose al día internacional de la mujer trabajadora, este foro estudiantil abordó diversas discusiones, para las cuales la condición de género lleva implícito palabras como feminicidio, desaparición forzada, trata de personas, aborto, criminalización… pero también, lucha y esperanza de un mañana diferente, más justo para tod@s.

¿Qué es la CNE? Casa de estudiantes desde su primera piedra, colocada el 6 de junio de 1910, es un proyecto que se mantiene autogestionado por los mismos estudiantes que la habitan, ahora constituidos en una Asociación Civil. La Casa está ubicada en el corazón de la ciudad de México y ha visto caminar la historia del país a lo largo de sus pasillos, dando alojamiento a cuatro generaciones de estudiantes de todos los estados de la república. Esta casa ha sido espectadora en primera fila de las transformaciones que en México se han vivido por más de 100 años. Siendo exclusivamente para varones desde su fundación en 1911, no fue sino hasta 1985 que se autorizó el ingreso de las mujeres, según un acta de asamblea de la A.C. Hasta entonces, este ariete de la educación pública fue un silencioso testigo de la lucha por libertad y derechos, emprendida por las mujeres desde hace más de un siglo dentro y fuera de sus muros.

Pese a la dificultad de encontrar fuentes históricas que nos permitan acercarnos a los momentos trascendentes, que en la vida de este espacio marcó la lucha feminista, no hay más que mirar a la casa como un gran laboratorio, un espejo donde se refleja la realidad social, tan efervescente en el México del siglo XX e inicios del XXI.

Fotografía: José Aureliano Buendía

Queremos cuerpos, no huesos

La lucha por mantener a la CNE de manera autogestiva es parte de una historia que comenzó hace más de 10 años. Muchos estudiantes participaron en la huelga de la UNAM de 1999 y volvieron efervescentes. En aquellos años, la CNE se mantenía entre las redes del comercio informal, los burócratas perredistas bien amaestrados en la corporativización estudiantil y la caridad de sectas y organizaciones que veían en los estudiantes provincianos la posibilidad de redimir su alma y bolsillo. Tras la huelga —que se saldó con estreno de la PFP en la toma a las instalaciones de la Universidad un 6 de febrero, deteniendo a más 1,000 estudiantes— muchos volvieron transformados. Fue en el inicio de un proceso de autonomización y reorganización del proyecto colectivo en el cual las jóvenes mujeres, estudiantes todas ellas, han jugado un papel toral.

En el polígono de la CNE —nombre con que los estudiantes llaman al vestíbulo del edificio porfiriano, construido por José María Campos, también arquitecto de la antigua cámara de diputados— fueron principalmente mujeres quienes hicieron uso de la palabra. La primera mesa, «Feminicidio y búsqueda de la justicia», dio testimonio de la larga lucha que madres de mujeres desaparecidas, sobre todo en Ciudad Juárez han emprendido, una y otra vez desde que la pérdida de sus hijas tocó su vida. Desde entonces no ha sido suficiente luchar por tenerlas de vuelta, pues demasiados años transcurrieron antes de que el Estado las declarara oficialmente muertas, pasando a ser para él no más que un número: 34 mil vidas en los últimos 25 años [1]. Y el calvario continua pues a principios de este año, en una marcha por la vida, más de 50 madres caminaron de Cd. Juárez a la capital del estado, rodeadas por el crudo invierno, para exigir al gobernador César Duarte que entregara los cuerpos de las mujeres que aún conservaban en el SEMEFO [2]. Dicha acción se emprendió tras la entrega de dos huesos a la familia de Beatriz Alejandra Hernández Trejo, con lo que la Fiscalía del Estado intentaba acallar el reclamo de justicia por el sin número de feminicidios ocurridos en aquella frontera. En la amargura de la búsqueda y el fatídico encuentro, una consigna ha reflejado la crudeza con la que las madres de Ciudad Juárez enfrentan a la realidad. ¡Queremos cuerpos, no huesos!

Mujer, como muchas otras

En los albores del siglo XX, cuando la Casa Nacional del Estudiante era aún un proyecto encargado desde el gobierno de Porfirio Díaz a su secretario de Hacienda José Yves Limantour, las polvorientas calles del Centro Histórico concentraban a la mayor parte de la población, junto a muchas otras provincias como Tacuba y Xochimilco. Fueron estas calles, las mismas que en 1906 vieron transitar a los pensadores que habían incitado a derrocar a Porfirio Díaz, entre ellos los hermanos Flores Magón. El movimiento revolucionario que sacudió al país y del que en nuestros días no queda más que el agrio recuerdo de aquello que no fue concluido, pasmado en fantoches celebraciones centenarias y desfiles mal habidos repletos de militares, tuvo entre sus filas a valerosas mujeres que transitan más allá del folclor y de la postal de las adelitas. Sin restar merito a aquellas aguerridas mujeres que acompañaron a sus hombres en la primer lucha revolucionaria del siglo XX, hubo otras que quedaron al margen de los libros de historia. Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, anarcosindicalista y precursora del feminismo mexicano, por ejemplo, forma parte de aquel extenso listado de luchadoras anónimas, que la historia oficial busca borrar pues se han atrevido a cuestionar toda sujeción a un sistema de valores, en donde la mujer no acaba de ser sino a condición del hombre que tiene a su lado.

En la segunda mesa, «Mujeres detenidas, víctimas de tortura por su condición de género«, la palabra fue de Sandra, Rita y doña Tríni, quienes hablaron desde su experiencia en luchas sociales: por la educación en las normales rurales, en contra del obsceno proceso electoral que recién llevo a Peña Nieto a la silla presidencial y el movimiento por la defensa de la tierra en San Salvador Atenco, respectivamente. Todos estos son movimientos en los cuales la mujer no se ha conformado con ser compañera, si no que se ha puesto al frente de las batallas, como aquella que desde el 2006 tuvo que liderar al FPDT (Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra). Tras la brutal represión —en la cual las mujeres fueron botín de guerra de los elementos de seguridad— María Trinidad Sánchez, conocida como doña Trini, se puso al frente de la lucha por la libertad de los presos políticos, entre los cuales se encontraban su esposo e hijo. Más de tres años transcurrieron en la lucha, hasta que en julio de 2010 se liberaron a los últimos 12 presos. Por cierto, es en ese mismo Estado de México que durante el 2010 se alcanzaron los máximos niveles de feminicidios con 6.4 asesinatos al día [3], al tiempo que gobernaba la entidad el actual presidente del país.

Fografía: José Aureliano Buendía

La lucha por el derecho a la educación y la equidad

Tuvieron que pasar más de 300 años para que las barreras construidas por los estereotipos de la sociedad mexicana permitieran a las mujeres conquistar la educación sin cortapisas de género. Más tarde, durante la segunda mitad del siglo XIX, tuvieron que enfrentarse a la reclusión a las labores de la enseñanza y la salud, como maestras, enfermeras y parteras. Para la sociedad liberal mexicana la instrucción académica de las mujeres sólo debía alcanzar cierto nivel puesto que, como declaraba José Días Covarrubias, del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, la educación femenina no debía orientarse hacia las carreras profesionales, pues consideraba que aún no existían las condiciones necesarias para compartir con ese sexo «la alta dirección de la inteligencia y de la actividad» [4].

Sin embargo, innumerables han sido los casos que muestran lo retrogrado de la concepción que la sociedad mexicana incubó hasta finales del siglo XIX. Han sido las mujeres, quienes se han encargado de romper con las barreras profundamente enraizadas en el conservador pueblo mexicano, barreras que les impedían el acceso a una instrucción en todos sus niveles y en el área de su preferencia.

Y es nuevamente el caso de Juana Belem Gutiérrez de Mendoza, que hace estremecer incluso a quienes enaltecemos la labor de Ricardo Flores Magón. Culta por esfuerzo propio, quien al igual que Ricardo pasará gran parte de su vida en las prisiones, colaboradora del Hijo del Ahuizote, ferviente escritora hecha de manera autodidacta, fundadora del semanario Vesper y gran numero de publicaciones que desde el estado de Guanajuato –en el caso de Vesper– arremetieran en contra de Díaz, la iglesia, Carranza y las profundas desigualdades que golpeaban a las mujeres de aquellos años. Su figura fue ensombrecida por las acusaciones de Ricardo Flores Magón, quien con una gran carga de misoginia la separara de su grupo colaborador más cercano. Sin embargo, ella, cómo muchas otras mujeres no interrumpió su apasionada actividad revolucionaria, participando de la redacción del Plan de Ayala, es nombrada por Emiliano Zapata como coronela del regimiento Victoria.[5]

Entrado ya el atardecer, con la misma paciencia que el sol retrocede en el horizonte, los asistentes permanecen atentos pese a la intensa jornada de trabajo. En la tercera mesa: «El acceso a la educación con perspectiva de género» son: Alejandra, Minerva y Karina quienes logran mantener la atención del foro. Provenientes de la Casa de Estudiantes femenil (V. I. Lenin) en la ciudad de Morelia, de la Normal Rural “Ricardo Flores Magón” de Saucillo Chihuahua y de la Universidad Nacional Autónoma de México, respectivamente. Estas tres jóvenes dan cuenta de la realidad, que en las aulas de estudio mantiene a la mujer en condiciones de tropelía, pues la educación de nuestros días sigue siendo profundamente conservadora y arraigada en los prejuicios de género, que la mayor parte de la sociedad mexicana sigue reproduciendo desde ámbitos cómo el familiar, laboral y académico; impidiendo el pleno desarrollo de la mujer en estos ámbitos.

Ellas vinculan al sistema educativo conservador y patriarcal en muchos estados del país —como aquel que en Guanajuato hizo quemar libros de texto con contenidos de educación sexual, por parte de la regidora panista Hortenzia Orozco en 2009 [6]—  de los enormes rezagos en materia de equidad de género. Y es que la creación de instituciones, cómo del Instituto Nacional de la Mujer en 2001, no han hecho más que burocratizar  una  equidad que pueda insertase en el sistema económico y de valores en turno.

En los años que fue institucionalizada la revolución, o por lo menos lo que de ella entendieron los políticos institucionales de la dictadura perfecta, que el  PRI mantuvo por más de 70 años. Durante el llamado estado benefactor, el discurso de equidad de género no era permeable con los programas sociales que dichos gobiernos promovían y que eran enfocados casi exclusivamente para atender a la masa empobrecida y corporativizada en los grandes sectores de la producción.  Ivonne Vizcarra Borde, en su estudio titulado: “La institucionalización de la equidad de género en el Estado de México y la economía política feminista”, plantea sobre esta etapa:

Las políticas públicas que consolidan al Estado-benefactor (seguridad, igualdad, inclusión, libertad) toman los sentimientos de riesgo, inseguridad, vulnerabilidad, exclusión y desigualdad como problemas a vencer con su intervención. Este procedimiento hace que los objetivos del Estado-benefactor parezcan compatibles con el funcionamiento de la sociedad y la economía al mismo tiempo (Heclo, 1981: 35). Para Shalev (1983) esta aparente complicidad tiene un interés bien definido: proteger el capital bajo un clima de seguridad social”. [7]

Sin embargo, como se menciona en el mismo estudio, dicho estado benefactor no logró eliminar las diferentes situaciones de inseguridad, desigualdad, marginalidad y exclusión de las minorías (género, raza, etnia y clase) que justificaban de hecho la intervención de sus políticas sociales. Por lo que, no es sino hasta los años ochenta, que el sistema capitalista – en nueva expansión- ahora llamada globalización, plantea un paradigma diferente en tanto a las relaciones de género. Era necesario “liberar a las mujeres” de yugo familiar, para insertarlas en la producción de manufacturas en todo el orbe, es entonces que se hace necesario para organismos internacionales, como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), empezar a dictar las políticas públicas de los Estados para que se promueva la equidad de género como discurso oficial.

Si bien, al día de hoy existen grandes avances en cuestiones de equidad. Estos se deben más bien a la lucha que fuera de la institucionalidad del Estado, ha llevado al movimiento feminista, avivado ideológicamente en los años sesenta, a crear una identidad de género: contestataria, clasista y en oposición a la explotación, sí del hombre, pero también del sistema en su conjunto. Luchando para llevar a la mujer al empoderamiento como género pero a la vez cómo parte de una clase.

Lo anterior se encuentra en manifiesta oposición a la postura burguesa de equidad de género, en uyo discurso patriarcal “se reproduce en todas sus dimensiones (internacionales, nacionales, regionales, locales y familiares), a través de prácticas discursivas que implícitamente consideran el trabajo femenino como «infinitamente» extensible, y que sus responsabilidades domésticas (productivas y reproductivas) no son tan importantes.”[8]

Notas


[1] En 25 años se han perpetrado 34 mil feminicidios en México: ONU. Revista Proceso 7 de marzo de 2012.

[2] “Información urgente, marchan madres de jóvenes desaparecidas Cd. Juárez”. Gero Fong, 17 de enero de 2013 (www.radiochinelo.mx)

[3] «Alcanzó el feminicidio su nivel más alto en 2010: 6.4 asesinatos al día». La Jornada, 15 de febrero de 2013.

[4] “Mujeres y educación superior en el siglo XIX”, Ma. de Lourdes Alvarado (CESU-UNAM). En línea

[5] “Ni Dios, Ni Patrón, Ni Marido” (Una intelectual de la Revolución mexicana), Araceli Zúñiga, México DF

[6] Queman libro oficial de biología en Guanajuato. La Jornada, 5 de octubre de 2009

[7] “La institucionalización de la equidad de género en el Estado de México”. Ivonne Vizcarra Borde. Reflexión Política Año 4 No 8 ISSN 0124-0781, UNAB,Colombia/Convergencia N° 30, 2002, ISSN 1405-1435, UAEM. México.(Pagina 85)

[8] “La institucionalización de la equidad de género en el Estado de México”. Ivonne Vizcarra Borde. Reflexión Política Año 4 No 8 ISSN 0124-0781, UNAB,Colombia/Convergencia N° 30, 2002, ISSN 1405-1435, UAEM. México.(Pagina 92)