Luchadoras del color

Fotografía de portada: Angelina trabajando en su telar de cintura, mientras cocina el frijol a la espera de los hombres de la casa, que se encuentran en la cosecha de café. 

Artesanas, madres, campesinas, amas de casa, vendedoras de su artesanía; lidian con una sociedad patriarcal, con el asecho de la maquila devoradora de lo tradicional y con los desinformados clientes que regatean sus tesoros. Todos los días, en los altos de Chiapas, se puede ver a estas luchadoras del color –asomadas a las ventanas, o fuera de sus casas de humeante leña– horas abrazadas por la cintura, de sus telares-amantes, en un baile sensual donde la magia da vida a las perfectas tramas coloridas.

La armonía del sureste mexicano se compone de paisajes naturales de extraordinaria belleza y de un mosaico multicultural donde coexisten pueblos originarios de ascendencia Maya, cuyas tradiciones los distinguen. En los altos de Chiapas hay pueblos en lucha que resisten los embates de la ambición y del poder, que avanzan sin perder la memoria ancestral identitaria que los distingue como indígenas mexicanos.

Los diseños que incorporan en sus prendas reflejan las fuerzas de la creación y de la naturaleza; son el lenguaje a través del cual se expresa su cosmovisión, sus creencias, su mundo propio. Para ellas, los textiles están ligados a la divinidad lunar, al parto, a la creación, al universo, a los animales y al maíz.

La artesanía textil es una de las actividades de mayor importancia para la economía familiar de los altos de Chiapas, muchas mujeres solteras viven casi exclusivamente de ella y de sus plantaciones. Sus huipiles son mucho más que bellezas intrínsecas producto de largas horas de trabajo, sino la condensación última de un conocimiento transmitido generacionalmente desde tiempos precolombinos, marca indeleble de la identidad cultural de un pueblo.

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  1. Carmen A. Coleman

    Desafortunadamente es muy difícil comprar estas bellísimas prendas en sus lugares de origen. La mayoría de estas mujeres venden sus obras en las tiendas de la calle Real de Guadalupe, en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas donde los dueños «ladinos» regatean el precio que piden las tejedoras. Nunca he visto a nadie regatear precios en las grandes tiendas de las grandes ciudades, sin embargo, cuando quieren comprar algo producido a mano por un indígena mexicano, casi le piden que se los regale. En los países europeos se le da mucho más valor a cualquier prenda tejida, bordada o realizada a mano. En Bavaria, en Alemania, donde los habitantes siguen vistiendo sus ropas tradicionales casi a diario, las prendas realizadas a mano (un sweater para dama, por ejemplo) puede llegar a costar entre 150-1000 euros.

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