Vivir en la raya

Por la vida, “hasta donde nos alcance”

«No se me agüiten muchachos» nos dijo con su sonrisa amplia mientras buscábamos algo de sombra junto a una carretera del sur de México, «mejor vengan y les muestro un par de fotos de mi muchacho», esas que fue sacando del portafolio negro que siempre llevaba colgado, «míralo aquí con su hermano, todo el tiempo estaban juntos, de acople, nunca se separaban, y después mira cómo está ahí: un ramillete de mujeres, puras muchachas y el cabrón en medio ahí» con la misma sonrisa grandota y mirada pícara de Don Nepo, su padre, que seguía sacando recuerdos, hasta llegar a uno que recorrió con la punta de los dedos mientras nos decía «ahí está con otros amigos de él, con Jorge Mario el que desapareció, el que murió, aquí está este muchacho que fue el que se salvó la vida, y Pepito es el que está perdido y mi hijo está ahí atrás», su mirada se torna agria esta vez.

Doce muchachos posando en esa foto, abrazados, ninguno con más de 22 o 23 años, pura vida y potencia congeladas en un instante. Pura fuerza dispuesta a recorrer el mundo, a devorarlo. Hace poco más de un año no bastaban los dedos de las manos para contarlos, hoy nos sobran porque el apetito de cinco de ellos fue brutalmente anulado: entre la noche del 30 de junio y la tarde del 1º de julio de 2010, en el municipio de Bacum, Sonora, sobre la carretera que lleva al puerto de Guaymas, los persiguieron hombres armados hasta atraparlos uno a uno. Primero en el hotel, de donde lograron escapar todos menos Pepito (José Francisco Mercado Ortega, hoy desaparecido), después en un canal de riego, en el que apareció muerto Mario Enrique Díaz Islas, y al final en un OXXO, en el que Jorge Mario Moreno León se detuvo para poner crédito a su teléfono y poder comunicarse con su familia.

En ese momento comenzó la pesadilla de Nepomuceno Moreno Núñez, quien recibió la llamada en la que su hijo le explicaba la situación y le daba datos acerca de sus persecutores: una alianza entre el crimen organizado y grupos policiales de Ciudad Obregón y el estado de Sonora, la misma llamada en la que le dijo «ahí vienen por mi, otra vez».

Poco después Nepomuceno y su hija marcaban con desespero el número de Jorge Mario sin recibir respuesta alguna, hasta que oyeron una voz hosca que desde el otro lado les decía «aquí los que hacemos las preguntas somos nosotros, somos policías», esos que sin vergüenza alguna le pidieron 30 mil pesos a cambio de liberar a su muchacho. Nepomuceno accedió y se comprometió a conseguir el dinero.

Los captores exigieron entonces que el intermediario fuese Geovany Otero, un amigo de su hijo, quien aceptó y le pidió a su amigo Miguel López que lo acompañara. Del primero no se supo más, el segundo apareció tiempo después con marcas de torturas en su cuerpo, aunque aún respirando, lo que parece ser ganancia en el México de estos días. Así se completaron cinco caminos amputados, cinco familias destruidas, un miedo que se multiplica y la reafirmación de una dignidad de padre que se paraba en la raya, donde sea que ésta estuviera, para poder tener razón de su hijo.

¿Dije se paraba? Sí, eso dije, en pasado. Pero todavía no es momento de hablar de eso. Don Nepo comenzó a preguntar, investigar y buscar en cada esquina de Hermosillo, a establecer conexiones entre indicios que apuntaban en la misma dirección: ha sido la policía ministerial en alianza indistinguible con el crimen organizado la responsable de la muerte de los muchachos, como evidenciaron las tres llamadas realizadas desde la Procuraduría Estatal de Justicia al teléfono móvil de su hijo, a las pocas horas de su secuestro.

Su indagación comenzó a preocupar a quienes se sabían responsables, así que un día fueron a buscarlo a su casa para  pedirle disculpas «cometimos un error, entiéndanos que en estos días hay mucha confusión». Es fácil imaginar la respuesta de Nepomuceno, el brillo de indignación en sus ojos mezclado con la necesidad de tener a su hijo, o al menos su cuerpo para poder masticar el dolor, para poder hacer el duelo «yo les pedía los cuerpos, les pedí los cuerpos y ellos me dijeron que era una guerra, que no podían hacer nada, que iban a morir inocentes y culpables y los que faltaban todavía».

Esta visita no hizo más que confirmar dos cosas: la cara de los responsables y la voluntad de Nepomuceno de seguir exigiendo justicia, voluntad que lo llevó recorrer todo el estado de Sonora en busca de su hijo, a investigar y construir expedientes que entregó a funcionarios de la Procuraduría y Gobernación de ese estado y que estos no evaluaron, ni siquiera en sus puntos más evidentes, como las imágenes obtenidas del OXXO de donde se llevaron a Jorge Mario, que hicieron perdedizas y de las que sólo se supo hasta ahora.[1]

Ante tal hermetismo, Don Nepo, como tantas madres y padres que han perdido y siguen perdiendo hijos sin explicación, sin respuesta, sin consuelo, cruza la barrera del miedo y del silencio, y toma el caso entre sus manos, para iniciar las caminatas en busca de justicia, a dónde sea que haya que encontrarla: hasta donde la vida nos alcance, decía Don Nepo con una claridad que se volvió  terriblemente profética.

Recibimiento a la Marcha por la Paz, Ciudad Universitaria, 8 de mayo de 2011.Sus caminatas se extendieron al resto del país a partir del ocho de mayo de 2011, cuando decidió unirse a la marcha que convocaba el poeta Javier Sicilia tras el asesinato de su hijo Juan Francisco. Sin otro señuelo que el de la esperanza, desde Ciudad Obregón, Sonora vino Nepomuceno Moreno Nuñez, a buscar lo que no le daba su estado y no le dio nunca: justicia, consuelo, respeto. En adelante no abandonaría esta trinchera. La comunión con el Movimiento se fue convirtiendo desde entonces en una lucha que ya no era la de él por su hijo, incluso ya no era la de los otros miles de familiares que viven el via crusis de la desaparición de un ser querido en medio del contexto de guerra que asola al país, la lucha era ya por un todos, yo no quisiera que nadie volviera a pasar otra vez esto a ninguna persona, como lo hemos pasado nosotros, como hemos sufrido mi familia.

Es este el punto decisivo, tal vez, en el que Nepomuceno Moreno hizo ese tránsito que han hecho muchas mujeres y hombres en México, para pasar de ser sujetos de dolor, víctimas de una guerra que el gobierno se esfuerza en justificar, y convertirse en agentes de dignidad, en luchadores sociales que defienden el derecho a la vida, la justicia, la paz y la felicidad. Tal vez ese fue el momento en que supo que no será el gobierno quien investigue los miles de crímenes injustificables que cometen sus agentes, sino que serán los ciudadanos de a pie los que vayan poniendo pequeños ladrillos para construir la verdad.

Después de ese momento comenzaron sus caminatas por su estado natal, desde Hermosillo hasta Ciudad Obregon, de ahí a Bacum, a Guaymas y su natal Santa Ana, hasta las sierras y los mares de Sonora, encontrándose con mil y un pequeños infiernos, mil y un historias similares a la suya, que Don Nepo se esforzó en tejer para que no se quedaran en la impunidad, para que los familiares no se quedaran solos con su soledad, sino que sintieran que podían compartir ese dolor y que juntos podían exigir la verdad.

Sus caminatas luego atravesaron el país a lo largo de los 11 mil kilómetros recorridos por la Caravana por la Paz, que caminó por el norte de México recopilando historias, haciendo resonar voces hasta entonces silenciadas, tratando de tejer propuestas para frenar una guerra que cada día se muestra más absurda. Y después por el sur, buscando poner a dialogar las resistencias ancestrales de los pueblos originarios de esa región con las del norte del país y con esa que atraviesa el continente en el cuerpo de los migrantes, a quienes también acogió como sus hijos, como sus hermanos.

Sus recorridos marcan una cartografía del dolor que desgarra a este país completando la inimaginable cifra de 50.000 muertos y 10.000 desaparecidos en los últimos cinco años. Recorridos que hizo con una entereza estóica, con una sonrisa a veces amarga, de hombre fuerte del norte que siempre tenía alguna broma a mano cuando los ojos de quienes le oían se nublaban de impotencia y dolor. Esa sonrisa fue la que nos arrebataron a todos, a mexicanos y no mexicanos que le conocimos y nos sentimos inspirados por él. Que le arrebataron a todos aquellos que no tuvieron el placer de conocerle y que esperan vivir en paz. Sonrisa que borraron nueve balas asesinas el lunes 28 de noviembre sobre la Avenida Reforma, en pleno centro de la Ciudad de Hermosillo.

El culpable es la víctima

La sonrisa limpia de Don Nepo, es la misma que ahora la Procuraduría de Sonora, se ha propuesto manchar. Desde el mismo 28 Abel Murrieta, el procurador de Sonora conocido por su actuación negligente en el caso de la Guarderia ABC, advierte la postura oficial que no se inclina por condenar el crimen, sino por condenar a la víctima.

Se trata del mismo procurador que se ha caracterizado por la completa inacción, por no decir obstrucción, frente a los casos de Jorge Mario, Mario Enrique, José Francisco, Geovany y Miguel. Frente al caso de la Guardería ABC, además de los casos de corrupción flagrante o de convivencia entre los agentes estatales y los del crimen organizado que están desgarrando a Sonora.

Al siguiente día, en conferencia de prensa, José Larreinaga Talamantes, vocero de la Procuraduría estatal, sostiene la injuria: la principal línea de investigación es la vinculación de Nepomuceno Moreno al crimen organizado y que sus antecedentes probarían el camino que lo llevó a tal desenlace. La posición oficial pretende la legitimación del homicidio.[2] Resulta entonces que el papel de las instancias jurídicas no es ya el de investigar el crimen y castigar a los responsables, sino el de hurgar en el pasado de las víctimas para ponerlo en tela de juicio, para oscurecerlo y desde ahí, justificar su propia culpabilidad en el crimen que le truncó la vida. La tragedia raya en el absurdo. La barbarie que vivimos se reitera ensordecedora en la nefasta respuesta oficial: el culpable es la víctima.

Se pretende repetir con Nepomuceno padre la historia de impunidad y criminalización que él denunció en el caso de su hijo Jorge Mario. La Procuradría General del estado de Sonora parece trabajar en la fabricación de una línea de criminalización que desvíe el señalamiento a la inocultable responsabilidad de las autoridades estatales y federales a lo largo y ancho de la cadena de impunidad, que para este caso empezó a tejerse desde el día siguiente del asesinato de Jorge Mario, y que se eslabona hoy día con la ignominia de la muerte de quien luchó incansablemente por romperla.

La criminalización de la víctimas de «La guerra contra el narcotráfico», que se define ahora más nítidamente como una guerra genocida contra la población civil, ha sido la postura del gobierno desde Villas de Salvárcar, cuando Felipe Calderón afirmó que los 16 jóvenes asesinados en Ciudad Juárez eran pandilleros.[3] Culpar a la víctima se ha convertido en la inconcebible respuesta de autoridades estatales y federales que ya no pueden lavarse las manos en medio de tanta impunidad, en medio de tanta sangre. Las redes del poder y el narcotráfico que han anulado potencia, vida, alegrías, sueños, que han truncado energía vital incansable en la construcción de un país en el que si quepa la dignidad, se engarzan y escalan hasta la presidente de la República, hasta Felipe Calderón.

El encuentro con los injustos

Es 14 de octubre y el sol apenas despunta en el Bosque de Chapultepec que permanece helado. En la entrada del Castillo hombres y mujeres de civil conforman un estricto dispositivo de seguridad. Fuera de ahí una mujer vestida especialmente para esta ocasión sostiene una foto de su hijo y otra de la familia de él, sobre la que ha puesto entre comillas las palabras «daños colaterales», le dice a la cámara «Daños colaterales como dice el señor presidente, no les llama hijos les llama daños colaterales. Me dicen que no pasa, de que estas fotos no las dejan entrar, no nos quieren dejar pasar la fotografía (…) si estos son los protagonistas del movimiento ¿cómo no van a estar presentes?». Su hijo está desaparecido.

Junto a ella hay más personas portando las carteleras que llevan consigo cada día, como reflejo inseparable de su corazón intranquilo por la ausencia de un ser amado. Nepomuceno es uno de ellos, de nuevo sostiene la foto de sus dos hijos. La cita a la que asisten es nada menos que con el presidente de México Felipe Calderón que ha ofrecido un segundo diálogo con representantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, al menos para escucharlas ya que no tiene respuestas serias y concretas que ofrecer ante los compromisos hechos con ellos mismos meses atrás. Aun así en la entrada sospechan que reproducirán la actitud que ha caracterizado a este gobierno desde que comenzó la guerra: hacer de sus víctimas sospechosos, señalarlos, revictimizarlos. Aunque esto ya es el colmo ¿o será que esos retratos y pancartas son material sospechoso? Tal vez sí para un gobierno que se esfuerza por ocultar la realidad atroz que ha desatado.

Ya dentro del Castillo, el presidente, acompañado de su esposa y parte del gabinete, se disculpa por haber abusado del tiempo de palabra y se la pasa a Nepo, que expone su caso en breves segundos «por denunciar a las autoridades del estado de Sonora he sido —ahorita tengo los soldados fuera de la casa— por denunciarles (…) ellos secuestraron a mis hijos, secuestraron a mi hijo y a otros tres compañeros más, ahora tengo a los soldados afuera de mi casa» a lo que Calderón pregunta «¿quiénes lo mataron?», curioso que asuma esto y no que fue secuestrado. Don Nepo responde «los policías del estado, tengo pruebas, videos que me ocultaron y aparte el gobierno no me ha atendido para nada desde el primero de julio de 2010». Después de estas pocas palabras enseña a Calderón la foto de su hijo, la acaricia, se la deja como recuerdo. Calderón apresurado y sonriente hace pasar a la siguiente persona.

Don Nepo se sabía amenazado y en peligro, pero su convicción era inamovible: «vamos a seguir adelante hasta donde el cuerpo nos alcance y hasta donde nos alcance la vida porque sé que no vamos a dejar de luchar… que le hace que me quede en el camino, hay que seguir adelante. No puedo dejar abandonado a mi hijo… hay que seguir adelante, vale más morirse en la raya».

Calderón tocó el hombro al entonces secretario de gobernación José Francisco Blake Mora y le dijo «A este hay que cuidarlo».[4] El gobierno se comprometió a garantizar la seguridad de Nepomuceno y de quienes están participando en este proceso de búsqueda de la justicia. A un mes de aquel encuentro, las denuncias de Nepomuceno Moreno —que cruzaron el país de norte a sur, que peregrinaron por todas las instancias de gobierno desde el ministerio público local hasta el Alcazar de Chapultepec— fueron acalladas, hoy Don Nepo está muerto.

Recientemente Nepomuceno había ratificado la denuncia en la que, haciendo saber quienes eran los presuntos responsables, sabiendo lo que esto significaba, señalaba a los servidores públicos involucrados. A partir de entonces para Nepomuceno y su familia se acentuó la evidente indefensión y riesgo latente en que se encontraban. Los gobiernos federal y estatal lo dejaron a merced de lo criminales. En este caso hay una responsabilidad directa del gobernador Guillermo Padrés, del presidente Felipe Calderón y de las instancias que se han hecho participes de la situación estructural de impunidad que estamos viviendo.

La cerrazón, la impunidad y la sensación de indefensión que acompañan esta pérdida, se torna en momentos avasallante. No queda otro camino. Son los hombres y mujeres sencillos, mujeres y hombres valientes, como Maricela Escobedo, como Don Nepo, como Don Polo (Leopoldo Valenzuela), y como tantas otras y otros que no están dispuestos a renunciar a la justicia, a claudicar en la lucha por la alegría. Somos nosotros quienes hemos de cambiar el rumbo desbocado, lo que pareciera ahora el inminente destino mórbido de este país.

¿Había dicho que Nepo se paraba en la raya, en pasado? Sí, dije eso, pero estaba equivocado, Don Nepo se sigue parando en la raya, en esa que enfrenta la ceguera y prepotencia de los gobernantes que no valoran la vida de sus ciudadanos, que creen que los asesinatos son daños colaterales, que han decidido aplicar y justificar la pena de muerte tanto de los luchadores sociales como de aquellos jóvenes que por un motivo u otro se han unido al crimen organizado, que siempre tienen en los labios la mentira perfecta para decir que los muertos su muerte se buscaron. Sí, estaba equivocado, Don Nepo se para en la raya, es la raya, que divide a los justos y dignos de los cobardes, de los hipócritas, de los enmascarados. También es la raya que marca el camino que muchos transitan en el México de hoy.

Fotografía de Marycarmen Aguilar Franco. Don Nepo el de sonrisa franca, Don Nepomuceno el hombre de palabra sincera, el del temple infranqueble y el de corazón inmenso, el de los chascarridos, el de la voluntad enorme. Don Nepo cuya ausencia ahora nos deja una herida profunda, que ha de convertirse en fuerza; un dolor punzante que ha de convertirse en la alegría de la lucha y en el fin de esta impotencia ya insostenible. Hasta siempre Don Nepo.

Videos

“Soy Nepomuceno Moreno” http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=b5E7ORrX2GI

“Un destello en la obscuridad” http://www.youtube.com/watch?v=5UxtT7DNNg0&sns=fb

“Testimonio de Nepomuceno Moreno” http://www.youtube.com/watch?v=BRW9QeMzV3M&feature=player_embedded

“Nepomuceno ante Calderón” http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=3Bp_1a9QG84

“Nepomuceno Moreno” http://www.youtube.com/watch?v=aLi8yU4Q1K0

Entrevista con Álverez Icaza y Javier Sicilia, 28 de noviembre http://www.youtube.com/watch?v=Ip6mmyo3tV4&feature=share

SubVersiones
Agencia Autónoma de Comunicación

 


[1] Una de las demandas reiteradas por Nepomuceno era que las autoridades le mostraran los videos (el video del Holiday lnn, de la caseta de cobro y de la tienda OXXO) que contenían la evidencia necesaria para saber quienes se habían llevado a su hijo: “le aseguro que si usted ve esos videos va a saber quienes se llevaron a mi hijo”. Los solicitó al Ministerio Público del fuero común, y la respuesta fue “que no se veían nada”. En la conferencia de prensa de este 28 de noviembre en Sonora, el vocero de la Procuraduría del estado habla –ahora si- del contenido de los videos. Tuvo que morir Nepomuceno para que se diera a conocer el contenidido de los videos. Audio de C. Aristegui en línea

[2] En conferencia de prensa el vocero de la Procuraduría General de Justicia del Estado, José Larrinaga, centró sus declaraciones sobre el homicidio en los antecedentes de Nepomuceno Moreno. Habló de su detención en 2005, luego de un enfrentamiento en Hermosillo, omitiendo que tras cuatro años de encarcelamiento injusto fue liberado y declarado inocente. Además “recordó” que otro de los hijos de Nepomuceno, Gilberto Moreno, se encuentra preso, acusado de un asalto con violencia en una tienda de autoservicio.

[3] Ver “Criminalizar a las víctimas” Proceso en línea

[4] Declaraciones de Pietro Ameglio en la Conferencia de prensa el 29 de noviembre, CENCOS, México, DF.