Lo que está en juego en Venezuela. Parte 1

Las últimas semanas las redes sociales han estado repletas de referencias a la creciente polarización política en Venezuela, con un sesgo muy marcado a favor de las movilizaciones contra el gobierno bolivariano, con énfasis en las protagonizadas por sectores estudiantiles y residenciales de clase media y media alta. Ha sido notorio en este contexto que la mayor parte de las expresiones de apoyo en México vienen de sectores afines, normalmente caracterizados más que nada por su falta de politización y desmovilización. En muchos casos las mismas voces que suelen apoyar la criminalización de la protesta en el contexto mexicano son las más enfáticas en apoyar a los sectores inconformes en Venezuela.

Para los mexicanos se han vuelto el pan de cada día los descabezados, homicidios, ejecuciones extrajudiciales, secuestros, fosas clandestinas, además de las autodefensas y las manifestaciones en la Ciudad de México. Y, en este contexto, teniendo más de 70 mil muertos, 30 mil desaparecidos y 20 mil desplazados –según fuentes oficiales–, ¿algunos mexicanos postean #SOSVenezuela?

Con ello en mente, hice un par de preguntas a un colega venezolano que ha estado siguiendo los acontecimientos más recientes en su país y que, además, conoce de cerca la situación de México. El intento aquí es dejar de buscar respuestas sencillas a preguntas complejas: ¿qué está realmente en juego en el escenario actual en Venezuela?

Jerry Chacón es antropólogo de formación, se ha desempeñado como parte del equipo del «Defensor del Pueblo» en Venezuela –un ombudsman de derechos humanos independiente del gobierno– y está en vías de concluir sus estudios en la Maestría para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

Para empezar

Tratar de opinar en estos momentos sobre la coyuntura en Venezuela, sin caer en la desgracia especulativa, es muy problemático; decir algo, sin que ello contribuya a la exacerbación de los ánimos, es muy delicado, pues la bipolaridad domina. Intentaré responder (sin criterios de neutralidad, porque esa ficción no existe), apuntando a objetivos-valores (tomando prestado este término de la filosofía). En este sentido, voy a contestar algunas preguntas, encaminándome en una concepción de lo político, que entiende este fenómeno, no como un conjunto de elementos meramente perceptivos –tal como se impone hoy día, desde la corriente posmoderna–, sino como un sistema con criterios de racionalidad, a partir de la dialéctica entre el bienestar colectivo y las relaciones de jerarquía que están presentes en las sociedades.

–¿Qué pasa con el Gobierno de Nicolás Maduro?–

En términos estrictos, más allá de los elementos perceptivos, considero que existen suficientes aspectos para decir que el futuro del gobierno de Nicolás Maduro puede estar en juego.

Las acciones de calle, realizadas por la oposición, no han estado orientadas al cambio o contención de políticas gubernamentales, sino a la «salida» del gobierno; es decir, a que este dimita o a que sea removido. Por lo que son una forma de desmovilización del mismo.

En este aspecto, creo pertinente explicitar una diferencia que generalmente pasa velada en los análisis más inmediatos: gobierno y revolución no son necesariamente proporcionales, en algún momento pueden coincidir, pero en otros no. Por ejemplo, en los últimos tiempos, la burocracia estatal, lejos de servir como plataforma para la transformación de las relaciones de producción, ha contribuido a mantener un modelo económico rentista, con algunos criterios de distribución de la renta petrolera, pero nada más allá de eso.

Por lo tanto, las últimas acciones pueden poner en riesgo el futuro del gobierno, en función de las articulaciones de factores nacionales e internacionales. Pero la revolución está en juego, por elementos que están mucho más allá de las acciones de la oposición.

A la vez, no podemos pensar que una revolución se limita al gobierno, hay otros aspectos que se despliegan mucho más allá de las esferas burocráticas. El gobierno es solamente una plataforma, no la única; aunque una muy importante que hay que mantener y defender, sin limitarnos a ella.

En este momento la oposición, que se autodefine como democrática, está poniendo en juego la democracia formal-electoral. En nuestra Constitución se reconoce el derecho de la sociedad a revocar el mandato de los gobernantes cuando estos cumplen la mitad de su periodo, si la mayoría así lo decide, en un referendo revocatorio. Sin embargo, las acciones de calle de la oposición están apuntando a una culminación abrupta del gobierno. Sin que importen mucho los elementos propios de las formalidades democráticas. Para mí no se trata de un problema de carácter moral, con esta descripción no pretendo emitir juicios de opinión sino describir las estrategias.

Fotografía: Andrés Azp (CC)

Fotografía: Andrés Azp (CC)

Elecciones en Venezuela

En los últimos 15 años ha habido un promedio de 1.3 elecciones por año; de las cuales el chavismo ha perdido solamente una. La existencia permanente de elecciones ha hecho que los venezolanos y las venezolanas estemos siempre atravesados por las diatribas propias de momentos electorales (que son totalmente distintas a momentos políticos de otro tipo).

La confrontación electoral no nos ha permitido abordar un debate serio sobre los aspectos realmente trascendentales. En cambio, ha habido una imposición de la inmediatez, de lo aparentemente urgente. En este año, 2014, no van a haber elecciones (aunque debe haber cambios en algunos poderes); por lo tanto, este año se perfilaba (de acuerdo con varios analistas), como un año para pensar y accionar en función de las cosas importantes.

En un hipotético escenario, donde pudiésemos poner atención sobre lo importante y no sobre lo urgente, tal vez, la polarización político-electoral se debilitaría. Desde finales del 2013, y hasta inicios de febrero de este año, pudimos observar que dentro de las filas del chavismo surgían fuertes críticas a las políticas gubernamentales.

Por otra parte, dentro de la oposición al gobierno, los partidos que controlan localidades o regiones estaban dando señales de desarrollo de acciones conjuntas con el gobierno nacional. Una idea que ha estado negada durante 15 años en la oposición al chavismo porque, aunque siendo parte del Estado, la oposición siempre se ha asumido como fuera de aquél, aplicando –en algunos casos– el desgobierno como estrategia de acción política.

–¿Qué sobre la polarización en Venezuela?–

Los hechos que suceden a partir de los primeros días de febrero producen un reforzamiento de la polarización. Por tal motivo, nuevamente caemos en una dinámica propia de procesos de confrontación electoral –o de facciones–; las cosas importantes del país vuelven a pasar a segundo plano.

En este escenario, del cual solamente doy unos muy breves trazos –reitero–, respondo tu pregunta con un dicho venezolano: «ni tan calvo, ni con dos pelucas». Es decir, el gobierno y su oposición han aumentado la tonalidad de los hechos que suceden, con el objeto de fortalecerse mediáticamente. Sin intenciones de desvalorizar lo que se denuncia (desde ambos lados de la polaridad), se puede pensar que solamente un porcentaje de lo que se esgrime mediáticamente es real. El resto, es el resultado de propagandas desde cada trinchera, para promover discursos esquizofrénicos que les reditúan ganancias político-electorales a ambos bandos.

Aunque no tengo a la mano los elementos para demostrar esto que intento describir, si nos adentramos a analizar el fenómeno de la polarización en Venezuela, podemos encontrar por lo menos dos elementos que resultan interesantes. El primero corresponde a la incapacidad del chavismo –desde sus cuadros dirigentes, desde de
la burocracia estatal–, para poder definir y construir de manera acertada, discursos y practicas antineoliberales; porque no ha logrado observar con claridad en qué consiste el neoliberalismo, como fuente de destrucción de derechos, en el continente. Esta incapacidad le genera al gobierno la necesidad de mantener escaramuzas constantes con su oposición.

Del lado de la oposición, ésta sufre un fenómeno que he denominado como efecto «Bersuit»; que quiere decir lo siguiente: a la oposición al chavismo, le pasó más o menos lo mismo que a los Bersuit Vergarabat en Argentina. Aquella banda se enfocó tanto en hacer su carrera musical en oposición a Menen, que cuando aquél salió del poder, su producción musical fue notoriamente afectada. De cierta manera, igual le sucede a la oposición al chavismo, pues como su agenda es exclusivamente para oponerse,  y no para construir alternativas, en momentos no electorales se debilita. Por ello, necesita mantenerse mediáticamente con estos enfrentamientos, para poder sobrevivir en un año que no es electoral, pues depende genéticamente de elecciones.

Fotografía: Juan Barreto/Globovision (CC)

Fotografía: Juan Barreto/Globovision (CC)

–Diferentes medios como el New York Times recientemente reconocieron que las movilizaciones principales están concentradas entre sectores de clase media y alta, ¿qué detectas tú como el sentir ante lo que esta pasando de los sectores más pobres?–

En concreto, sobre los conflictos actuales, es importante comentar que los mismos surgen en un marco de confrontación de estrategias dentro de la oposición al gobierno, es decir, en cierta medida, lo que sucede no es solamente por la confrontación oposición-gobierno y viceversa, sino también por la confrontación oposición-oposición.

Seguramente, al interior del chavismo también existen enfrentamientos, pero esos son menos visibles en este momento. Puedo afirmar que las protestas están restringidas, en su gran mayoría –con las debidas excepciones, obviamente– a zonas que, en términos de la división socioeconómica, corresponden a las capas medias y medias-altas de la sociedad, y a zonas de residencia de la burguesía (para los entendidos en la materia, este término no es un descalificativo, como tampoco el de proletariado, así que no lo uso despectivamente). Además de ello, no toda la oposición ha participado de manera directa en las acciones de calle, aunque si a través de apoyos subrepticios.

–¿Qué sucede con los sectores populares? —

No podemos olvidar que; a pesar de todos los errores, contradicciones, e incluso acciones contra-revolucionarias de la burocracia estatal; el gobierno del chavismo ha permitido el mantenimiento de unos derechos, la extensión de otros, y por supuesto, la restricción de algunos. Sin embargo, la oposición (su dirigencia), no ha sido consecuente con la garantía de todos los derechos.

Recordemos el golpe de Estado del 2002. En aquel entonces, la oposición se pasó por… los Monolitos de los Próceres, la Constitución de 1999, y con ella, los derechos ahí consagrados. Después de 12 años, dicha dirigencia aún no se ha conciliado con la Constitución en su parte dogmática. Ha hecho algunas declaraciones sobre el respeto a su parte orgánica; pero sobre el catálogo de derechos que ahí se reconocen, y las responsabilidades que un Estado Democrático y Social, de Derecho y de Justica, tiene con los mismos, no ha asumido casi ningún compromiso.

Considero que en este fenómeno podemos buscar las respuestas sobre el comportamiento de los sectores populares, con respecto a la convocatoria que hace la dirigencia de la oposición. Algunos sectores del antichavismo han señalado que quienes no se manifiestan en contra del gobierno es porque están ciegos, comprados o reprimidos, entre otros factores. Estimo que este tipo de apreciaciones obedecen al desconocimiento, total o parcial, de lo que sucede dentro de los sectores que no hacen oposición al gobierno. Ese desconocimiento significa desconexión. Además, ante las problemáticas generadas por el gobierno, la oposición no se ha presentado como alternativa; por lo tanto, le cuesta convocar a quienes están más allá de sus afinidades ideológicas, es decir, a aquellos que no se sienten identificados con su forma de hacer política: oponerse irracionalmente a todo, con el objetivo ulterior de sacar a un gobierno que –paradójicamente– definen como castro-comunista y a la vez como fascista; banalizando ambos fenómenos, sin la compresión de lo que histórica y socialmente han significado estos dos.

A pesar de estos elementos que he expuesto, considero pertinente hacer una aclaratoria final: existe proporcionalidad entre condición socioeconómica, zona geográfica y afinidades políticas dentro de la población venezolana. Eso lo podemos observar, por ejemplo, en las dinámicas electorales. Sin embargo, no podemos entender esta proporcionalidad de manera absoluta; sería un grave error. Podemos observar acciones de afinidad política (de ambas tendencias) en espacios que se pueden pensar a priori como chavistas o de oposición. Otro aspecto relevante –sin minimizar las protestas sino describiendo su comportamiento– es que las manifestaciones actuales no se producen en todo el territorio del país sino que se expresan en focos específicos, algunos con violencia, otros no.

Entrevista realizada el 5 de marzo de 2014.

Fotografía de portada: Globovision (CC).