Hip hop, más que un proyecto musical, un proyecto de vida

Fotografías: Heriberto Paredes

El reto era entrevistar a Fuera de Servicio, una agrupación cuya militancia musical es múltiple, por lo que platicar con ellos tenía el potencial de convertirse en muchas pláticas. Tratamos de seguir los hilos conductores del proyecto de vida de Ditxa, Macandal, Newtral y Sonik GritalProgreso, lo hicimos con mucho interés, con muchas expectativas pues el hip hop ha sido también parte de nuestras vidas. Esta agrupación nace en el Distrito Federal, y sus integrantes de poco más de veinte años presentan un proyecto que, si bien sigue con la tradición del hip hop politizado que aparece desde hace algunas décadas en esta ciudad, también ofrece una propuesta refrescante que se inclina hacia la organización colectiva, hacia la reformulación de nuestra identidad, hacia diálogos abiertos y participativos. Este proyecto nos hace recordar las palabras de un colega, «una labor elaborativa de toda la vida». En efecto, la narrativa de esta música es una forma de traducir las prácticas sociales en historia viva. O eso intuimos. Y Fuera de Servicio, colectividad musical, nos dará algunas pistas.

Replanteando nuestra identidad

«Este trabajo busca clarificar nuestra identidad, zafarse de estereotipos y asumirse como personas que piensan, que van más allá.»

Fuera de Servicio plantea la identidad como una de las claves para afrontar las distintas problemáticas sociopólíticas del país. Parte de ubicarse en un contexto de lucha no sólo de clases, sino también étnica, donde los ideales y valores ajenos se imponen constantemente. Sus integrantes  trabajan por clarificar una identidad que se zafa de los estereotipos proyectados por los medios masivos e incluso por la educación escolarizada y apuesta por una que se asume pensante, crítica, política y capaz de organizarse.

«El proyecto se basa también en una identidad racial que se redescubre y redefine a partir de una  reconstrucción del saber. »

En la conformación y reconocimiento de esta identidad, plantean el reconocimiento de las raíces negras y nativas americanas que nos constituyen y que se han aminorado e incluso menospreciado por el constante bombardeo de valores eurocéntricos y de una visión sesgada y adulterada de nuestras raíces, nuestra historia y nuestra cultura.

«Creemos que la lucha empieza con otros valores para así poder transmitir la idea de revalorizarnos, de deconstruir y recolonizar.»

Considerando que el hip hop ha servido como un mecanismo de politización de la juventud no sólo en Estados Unidos, su lugar de origen, sino en varios países de Latinoamérica, Fuera de Servicio retoma este potencial para usar las rimas como un arma, pero no como una que ejerce violencia sin sentido, sino haciendo rimas inteligentes y estructuradas que se declaran en contra de un sistema que somete e ignora.

El proyecto apuesta a que la reconstrucción de nuestra identidad empodere y posibilite la organización para afrontar las problemáticas sociales y políticas que mientras tanto, nos atropellan. Apuesta a que esta identidad nos ayude a dejar de esperar que la clase política resuelva nuestros conflictos y a que reconozcamos nuestra cercanía a partir de nuestros problemas en común.

«Creemos en la autoorganización comunitaria, la autogestión y en crear una política desde abajo… Confiamos en el auge que tendrá este movimiento, porque somos mucho los que estamos padeciendo los mismos problemas, lo que nos da una identidad más cercana.»

Es así, como los tres que conforman Fuera de Servicio, se apropian y reclamar suyo al hip hop, y con esto invitan a que la sociedad se apodere de su identidad, se reapropie de su cultura, determine su política y reclame el lugar de las raíces que la mantienen erguida.

Lírica rebelde: Hip hop y testimonio en América Latina

Para América Latina, el género testimonial ha sido una fuente de la que abrevan la historia y la conciencia. Se trata de un aporte fundamental a las formas y mecanismos para documentar y relatar la existencia misma, las prácticas sociales y las luchas que se convierten en el pan de cada día.

Testimoniar, ser parte del todo, relatar lo vivido y asumir las vivencias colectivas como propias. Así se va construyendo un género que nos ha permitido, latinoamericanos pese a todo, reconstruir la historia negada por dictaduras y represiones, los detalles que construyen la constelación, las partículas celulares de vidas significativas. El relato que se ha intentado acallar y que resuena en las historias de vida, en la poesía militante, en las pinturas hechas en la fugacidad de la noche dictatorial, en la música popular de los pueblos campesinos, la fotografía y el cine. Así ha sido la biblioteca de nuestra historia.

Luego de inyectarnos hasta el hartazgo la tradición historiográfica positivista nacida en las entrañas del pensamiento europeo, la reacción ha sido una mezcla explosiva: el rigor de la documentación y el análisis combinado con las mil y un caras de la cultura popular, del quehacer humano en la batalla diaria por sobrevivir, el ser latinoamericano de abajo. No negamos nuestra herencia europea pero no nos hemos conformado con construir nuestra historia a partir de una sóla raíz y la prueba está en que el quehacer historiográfico latinoamericano es mucho más abundante y más diverso, contamos con las formas de expresión y memoria de los pueblos originarios y de las tradiciones africanas asentadas en varios territorios.

De ahí que el hip hop, con su origen específico y concreto, se pueda fusionar con otras líricas y entonces multiplicarse discursivamente. No sólo se trata de una composición musical que conlleva una letra que habla de la vida cotidiana o de los enajenados conceptos que del mundo ha formado el capitalismo, es sobre todo una ventana al sórdido mundo de la gente común y corriente, de aquella que día con día se enfrenta al trabajo mal pagado y a las miserables calles de un mundo en crisis, aquella gente que sobrevive y lo hace con la frente en alto, aunque también, y esto es fundamental, el hip hop es un canto de lucha, de rebeldía que transmite mensajes y códigos. Es la historia popular vuelta una lírica rebelde.

Tal como el brasileño Canto das trēs raças (Clara Nunes), el hip hop es una mezcla definida, algo claro para quien utiliza la sensibilidad adecuada. Es el libro de historia de muchas capas de jóvenes que no nacieron con muchas oportunidades, es la máquina de escribir el pensamiento y el análisis, es la hoja en blanco que captura vidas cotidianas de diverso color y forma. Es una nueva columna vertebral del género testimonial porque estructura la posibilidad de cobrar conciencia y multiplicar el proceso.

Antes, en los orígenes del testimonio, era la historia de Esteban, un cimarrón liberto que cuenta su historia a través de la voz del cubano Miguel Barnet, hoy son Ditxa y Macandal que relatan la historia de su gente a través de beats y rimas. Y al igual que ellos, muchas y muchos más construyen discurso y deconstruyen atavismos coloniales, más y más gente va encontrando o construyendo los caminos para dejar constancia de que en tierras latinoamericanas las luchas por la vida se mantienen firmes, constancia de formas de convivencia y sentimentalidad nacidas de la realidad, no fantasmas impuestos, el hip hop como narrativa y como espacio de expresión. Una fuente que no tiene fin.

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