Miércoles 5 de marzo. Desde las 7 de la noche, decenas de reporteros comenzaron a llegar al Centro Femenil de Readaptación. El motivo: esperar la liberación de Yakiri Rubio. La mujer de 20 años que tiene días en los medios de comunicación, por convertirse en un caso emblemático, de una mujer que tuvo la fuerza y fortaleza de matar al hombre que la secuestro, torturo y violó. Foto: Gema Arriola
Por más de 4 horas se estuvo esperando al actuario, quién es el secretario del juzgado encargado de dar «fe» a las actuaciones, y el cual tuvo algunas diligencias -más importantes-, lo que le impidió llegar hasta las 9 de la noche al Centro de Readaptación. A pesar que la familia ya había cubierto desde la tarde la fianza de 100 mil pesos -por obligaciones procesales- y 130 mil por reparación del daño, fijada por el juez 23 de Delitos no Graves. Una forma más de demostrar que en México la justicia -de acuerdo a la ley- es «pronta y expedita». Foto: Karla H. Mares
Se informó que Yakiri saldría por una puerta, y justo a las 9.40, ella sale por la puerta contraria. El tumulto de reporteros se abalanzan sobre ella, y sólo alcanzan a llegar sus padres para abrazarla y protegerla. Sus padres que se han mantenido al pie del cañón, apoyando a «su guerrera hija» (como ellos la llaman) Yakiri toma el micrófono y sus primeras palabras son de aliento, de felicidad, por recuperar la oportunidad de abrazar a sus padres. Foto: Karla H. Mares
Yakiri intenta decir unas palabras, pero es difícil entre los empujones. Por lo que es rodeada de las activistas -que intentan protegerla de la prensa-, y quiénes han estado a la espera cantando una y otra vez «Yakiri valiente, te defendiste contra el machismo y la violación». Foto: Karla H. Mares
Entre lágrimas, primero agradece a sus padres, por la fuerza con la que han luchado, por estar cerca, porque no han descansando ni un sólo día desde la detención. Enfatiza que no desea separarse más de ellos, pero que seguirá luchando porque sabe que esto aún no termina. Es el inicio de un proceso penal en el cuál ella ha tenido todas las desventajas. Foto: Karla H. Mares
Se detiene por un momento, respira. Abraza a sus familiares y continúa contestando a las preguntas insistentes de los reporteros. Foto: Karla H. Mares
En ese momento en el que duda, se acerca a ella su abogada, Ana Katiria Suárez. Yakiri agradece que creyó en ella y que hoy está en libertad, mientras la abogada insiste en que es una primera victoria, pero que aún falta mucho por hacer. Foto: Karla H. Mares
Yakiri reitera que está segura que su caso tiene que ver con la cultura machista que hizo que ella fuera detenida, mientras uno de sus agresores sigue en libertad. El hermano de su agresor sigue caminando por las calles. No existe averiguación en su contra. Eso a pesar de que Yakiri declaró que junto con su hermano -el hoy occiso- la secuestraron, la golpearon y mantuvieron encerrada en un hotel mientras el fallecido la violaba. Foto: Karla H. Mares
Esta noche Yakiri dormirá en casa, con su familia. Pero mañana inicia el proceso de demostrar que fue legítima defensa como actúo y que es ella la víctima de un sistema misógino. Foto: Gema Arriola
Yakiri Rubio fue liberada después de 83 días de estar recluída, acusada de homicidio culposo en contra del hombre que la violó. Yakiri recupera su libertad pero sigue siendo culpable de haberse defendido del hombre que la secuestró, amagó y cortó en diversas ocasiones su cuerpo. Por último, la agredió sexualmente.
La noche del 5 de marzo, desde las siete de la noche, decenas de reporteros comenzaron a llegar al Centro Femenil de Readaptación Social Tepepan. El motivo: esperar la salida de Yaki, jóven de 20 años cuyo caso se ha vuelto emblemático, por tratrase de una mujer que tuvo la fuerza y fortaleza de defenderse.
Por más de cuatro horas se estuvo esperando la llegada del actuario –secretario del juzgado encargado de dar «fe» a las operaciones que ahí se realizan–, el cual, al parecer, tenía diligencias más importantes, pues llegó después de las 9 de la noche al reclusorio femenil. Esto retrasó la salida de Yakiri, a pesar de que la familia pagó desde la mañana la fianza de 423 mil 800 pesos (por obligaciones procesales y por reparación del daño) fijada por el juez 23 de delitos no graves, Fausto Favela Ayala. Una forma más de demostrar que en México la justicia -de acuerdo a la ley- es «pronta y expedita».
Se informó que Yakiri saldría por una puerta, y justo a las 9:40, salió por la puerta contraria. El tumulto de reporteros se abalanzaron sobre ella, y sólo alcanzaron a llegar sus padres para abrazarla y protegerla. Ellos, sus padres, se han mantenido al pie del cañón, apoyando a su «guerrera hija» (como ellos la llaman).
Yakiri toma el micrófono y sus primeras palabras son de aliento, de felicidad, por recuperar la oportunidad de abrazar a sus padres.
Yakiri intenta decir unas palabras, pero es difícil entre los empujones. Las activistas la rodean para intentar protegerla de la prensa mientras corean: «Yakiri valiente, te defendiste contra el machismo y la violación».
Entre lágrimas, primero agradece a sus padres, por la fuerza con la que han luchado, por estar cerca, porque no han descansando ni un sólo día desde la detención. Enfatiza que no desea separarse más de ellos, pero que seguirá luchando porque sabe que esto aún no termina. Es el inicio de un proceso penal en el cuál ella ha tenido todas las desventajas.
Se detiene por un momento, respira. Abraza a sus familiares y continúa contestando a las preguntas insistentes de los reporteros. En ese momento en el que duda, se acerca a ella su abogada, Ana Katiria Suárez. Yakiri le agradece su libertad mientras se abrazan.
Yakiri reitera que está segura que su caso tiene que ver con la cultura machista: ella fue detenida mientras que uno de sus agresores sigue en libertad y sigue caminando por las calles. No existe averiguación en su contra. Eso a pesar de que Yakiri declaró que junto a él, el hoy occiso la secuestró.
Esta noche Yakiri dormirá en casa, con su familia. Pero mañana inicia el proceso de demostrar que su actuación fue en legítima defensa y que es ella la víctima de un sistema misógino.