La Caravana al Sur, su paso por Oaxaca

No hace falta hacer una reseña puntual de los itinerarios y las múltiples paradas, detalles de la convivencia, eso será parte de otro tipo de crónica. En realidad lo que hace falta ahora es resaltar los procesos sociales atendidos en Huajuapan de León, Oaxaca y en la capital de este estado. Por lo complejo de las experiencias organizativas que fueron visibles una vez más o por primera vez, nuestra intención es delinear algunas características y ciertos puntos de quiebre que han desatado polémicas al interior de la propia caravana y que por supuesto tienen su correlato al exterior.

Una tarde lluviosa fue nuestro escenario en la mixteca oaxaqueña, al bajar de los autobuses las pocas –aunque nutridas– organizaciones campesinas (Municipio Autónomo de San Juan Copala, Cactus, FPR y MAÍZ) esperaban ya el comienzo de la movilización que terminaría en la plaza central de la pequeña ciudad. Conforme íbamos avanzando las calles de Huajuapan se hacían más estrechas y las personas miraban sorprendidas el paso de los contingentes.

Esta región, más que concentrar historias de muerte, es un punto en donde ha sido posible concentrar las historias de autonomías fracturadas, las historias de asesinatos y de represiones, de prisión política y de desapariciones. Un acto combativo, de muchos testimonios, lleno de euforia y sobre todo de alguna que otra definición: la solidaridad declarada y explícita de la caravana con los compas triquis de Copala, aquellos que han intentado construir la autonomía y han sido asesinados por ello.

En la ciudad de Oaxaca comenzaron a manifestarse las trampas de la política corrupta queriendo confundir a la caravana. No se cayó en ninguna provocación, por lo contrario, se reforzó la unidad.

Por la mañana hubo una ceremonia ritual en Monte Albán. No dejaron de correr los sahumerios y las intenciones honestas para que esta caravana cumpliera sus objetivos en estas tierras y en las que vienen. El sitio arqueológico se convirtió en el pretexto para reafirmar compromisos y limpiarse de cualquier negatividad, pero sobre todo fue el recibimiento de todas las regiones indígenas a una caravana en la que no pueden cuestionarse las causas pero sí debatirse sus formas.

El segundo momento resultó en una división entre los participantes, las mesas de discusión programadas en la universidad oaxaqueña y quienes asistirían a una visita programada al mítico penal de Ixcotel. Todo bien hasta este punto y –por lo que luego pudimos escuchar respecto al trabajo de discusión– las cosas salieron bien… hubo tantos agravios como para declarar al país en estado de emergencia y, con estas voces que hablaron también se expresaron opciones de solución. Resulta particularmente clara la situación de las mujeres y la violencia contra ellas: hay decenas de miles de asesinatos y violaciones sexuales en su contra como para destronar la cifra de muertes en esta guerra; sin embargo no es lo que se quiere, realmente lo que sucede es que la guerra no puede –ni debe– opacar las otras formas de violencia, porque son tan terribles y tan violentas como los asesinatos y desapariciones. Esto es uno de los resultados de la caravana: destapar algo que apesta a exterminio.

Sobre los pueblos indígenas los problemas presentados tienen que ver con la demanda de tierra, con el reparto de tierras y sobre todo con el despojo de ellas a causa de la existencia de recursos naturales de gran valor, para mineras o para empresas de turismo. Hay que sumar el racismo interno que no deja de aumentar, el desprecio, las muertes, el olvido. Todo siempre está relacionado con la tierra, porque ella nos mantiene y a ella regresamos siempre.

Pero sobre el penal de Ixcotel, lugar de encarcelamiento de luchadores sociales indígenas, pobres sin más culpa que ser jodidos y haber estado en los lugares equivocados en las horas erróneas, este penal ahora fue el montaje de lo que alguna vez se llamó la «política chiclosa». Los dos autobuses que destinó la caravana para esta visita llegaron hasta cierto punto antes del penal ya que en las calles hervía una manifestación de una organización campesina (CODECI) que enardecidamente exigía la liberación de sus presos políticos y la de los presos loxicas. Entre la gente caminamos hasta incorporarnos a esta movilización, entre el tumultuoso paso de pies descalzos y con sandalias caminamos sin la presencia del poeta Javier Sicilia, caminamos como caravana, juntos y dispuestos a visitar a los presos que no han sido tomados en cuenta desde que en 2006 el subcomandante Marcos logró visitarlos como parte fundamental de su recorrido nacional. Entre consignas y un sol asfixiante caminamos hasta la puerta principal del penal, exhibimos rabia y entonces las esposas y madres de los presos hablaron; sólo fueron secundadas por aquellos padres provenientes del norte que se solidarizaban a esta lucha.

Las peticiones para entrar fueron atendidas por quien dijo ser director del penal (nunca mostró una credencial, ¿para qué? si estos indios no saben ni leer ni escribir y el resto son mugrosos), apuntó nombres y prometió regresar pronto; en efecto, no tardó mucho en regresar con un oficio firmado por la sección 22 del SNTE que precisaba el impedimento para entrar a la visitar los presos a menos de que ellos lo solicitasen, caso no presentado en aquel momento y por lo que simplemente se volvía imposible «ir contra su voluntad». Horas bajo el sol pasamos todos, bueno casi todos, varios medios se fueron a buscar otra noticia más relevante, pero quienes nos quedamos pudimos constatar la poca voluntad política para que se revisaran las condiciones carcelarias de los presos políticos y para darles una visita de apoyo moral, o bien, para dejar pasar a sus familiares en día y hora de visita.

Con gran enojo nos encaminamos directamente al zócalo de la capital oaxaqueña para alcanzar el acto en que se darían a conocer las relatorías de las mesas de trabajo, se darían más testimonios y Sicilia hablaría; se tuvo un lugar en el templete, se denunció lo ocurrido y se pidió una explicación creíble que nos permitiera recuperar la certeza de que quienes nos hospedaban no eran los mismos que nos impedían visitar a los presos políticos.

Resumiremos para no agobiar más. La sección 22 del SNTE vino a nuestros dormitorios a explicar el malentendido: una carta de dudosa procedencia que sostenía la versión de que eran los presos quienes no querían recibir visitas, una pobre acusación al anterior abogado, Juan Sosa, una disculpa… y al final nada de claridad. Quienes estuvimos en el penal dejamos claro que un preso se había comunicado por teléfono y afirmaba desconocer tal situación, pero sobre todo que la verdad en estos casos en necesaria para construir la paz con justicia y dignidad.

Conforme vamos avanzando la caravana necesita definirse más, necesita establecer verdaderos vínculos con organizaciones sociales que impidan que esta movilización se desinfle al terminar este recorrido; necesita confiar más en quienes la formamos y en quienes hemos puesto mucho empeño para apoyar esta iniciativa; necesita informar más y buscar mecanismos horizontales de discusión y toma de decisiones; esta caravana tiene que hacer otra política y aprender de sus errores; esta caravana necesita construirse un rostro claro y un proyecto definido. Sin estos elementos correremos el riesgo de tener en las calles una caravana que muestre dolor y llanto pero que no propicie la organización autónoma de la sociedad. Este es el reto más complejo entre el encuentro de las voces del norte con las que provienen del sur…

 

Agradecemos y difundimos el trabajo del colectivo emergenciaMX