La Habana: danzar a la deriva

Por Disturbio Tropikal

Cuerpas a la deriva flotando por las calles de la Habana Vieja; mujeres y hombres que exploran sentimientos a partir del baile y de la música en instantes donde se comparte lo que se es y lo que se anhela, en un espacio público, en una isla que encanta.

Los espectadores recorren las calles hasta los puntos designados para las representaciones: esquinas, plazas, parques y casas de cultura, donde las más de 40 compañías y colectivos de danza de 15 países, presentan sus trabajos dentro de la 22ª edición del Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos.

«Habana Vieja. Ciudad en movimiento», como también se le conoce a este festival, busca que los participantes hagan suyo el espacio público, que lo intervengan, lo reconfiguren y lo abracen. Tratándose de Cuba no resultan extraños los esfuerzos para que las artes escénicas salgan a la calle, al barrio, donde todos somos transeúntes y danzantes al mismo tiempo.

Si algo ha caracterizado al sistema político-económico bajo el que ha vivido Cuba las últimas décadas, es la importancia que tiene el desarrollo artístico, científico y deportivo de sus habitantes. Y es que a pesar de más de 50 años de bloqueo, de amenazas de invasión, boicots y otras tantas afrentas, Cuba ha logrado resistir y romper el cerco, mostrando orgullosamente su dignidad al mundo.

Sin embargo, no muy lejos de ahí, el baile es distinto: la danza contemporánea, clásica o folclórica dan paso a otros ritmos. El capitalismo intenta avanzar salvajemente sobre la isla. Si bien siguen existiendo lugares para bailar y beber —frecuentados principalmente por adultos— donde el son cubano, la salsa y la rumba suenan toda la noche, en los nuevos bares abarrotados por jóvenes cubanos y extranjeros, lo que retumba sin parar son los beats sincopados del reggaetón comercial, ese que tanto nos gusta y que cosquillea en nuestras caderas.

Y es que desde 2008, Cuba se ha visto inmersa en un proceso de transformación de su modelo político-económico,  enfocado ahora en la modernización de las empresas estatales y en la apertura de espacios al sector privado. De esta manera, en los últimos años se han multiplicado de manera visible negocios privados de todos tamaños y colores, cuyo común denominador es que son significativamente más caros que los negocios estatales. Además, estos establecimientos cobran en CUC, el peso cubano convertible con el dólar: taxis, arrendamientos de habitaciones por Airbnb, cafeterías, restaurantes, fábricas de arte, tiendas de diseño y, por supuesto, bares y clubes nocturnos.

Es en estos lugares donde los ritmos caribeño-reguetoneros tienen tanto éxito. Y no es de extrañar, pues en la isla se hace y se escucha cubatón, reggae, rap y otros ritmos similares desde hace más de una década. Sin embargo, en los últimos años la estética y la lírica han cambiado considerablemente. Cada vez se escuchan menos esos cantantes guantanameros o santiagueros que hablan de la cotidianidad cubana desde su muy particular mirada.

En los nuevos negocios la música se escucha, se baila y, acompañada de videoclips, también se observa en pantallas luminosas: cantantes ostentando joyas, autos, motos de agua, piscinas, fiestas paradisiacas y bailes coreografiados. Imágenes aéreas de cualquier malecón que podría ser Florida, La Habana o Cancún.

Es en parte en estos espacios donde se reconfiguran las estéticas audiovisuales que los jóvenes cubanos consumen. Se baila al ritmo de la música creada desde televisoras y disqueras transnacionales que producen mercancías seductoras, coloridas y de fácil consumo, pero que muestran «realidades» distantes.

En años recientes los cubanos han tenido mayor acceso a Internet y a otras formas de comunicarse entre ellos y fuera de la isla. Esto ha constituido un gran avance en materia de libertades individuales; sin embargo, a partir de esta apertura los habitantes de la isla, como casi todos los habitantes de este planeta, se encuentran expuestos al bombardeo mediático y a la penetración de patrones culturales y de consumo dictados desde Miami o Madrid.

La singularidad y la fuerza del movimiento musical de la década pasada, surgido principalmente en las provincias de Oriente de la isla, con músicos locales influidos por ritmos afro-caribeños, ha cedido espacio poco a poco a la música empacada y lista para su consumo.

Si bien en muchas ciudades se siguen realizando conciertos masivos y gratuitos donde los músicos cubanos se encuentran con su público, parece que cada vez es más difícil escuchar líricas que reflexionen desde lo más profundo de la isla sobre los sentires del pueblo cubano. Ahora resulta más raro escuchar a conductores de guaguas o a paseantes del barrio preguntarse y cantar colectivamente:

– ¿Quién tiró la tiza?

– El negro ese

– ¿Quién tiró la tiza?

– No fue el hijo del doctor, No..

– ¿Quién tiró la tiza?

– El negro ese, porque el hijo del doctor, es el mejor…

Afortunadamente el imaginario y la cotidianidad de los cubanos se encuentra alejada de la violencia que se vive en América Latina. En Cuba no hay armas en las calles, no hay narcotráfico, ni una guerra de exterminio contra la población. Tal vez por esto las líricas y narrativas que hacen apología de la violencia no han logrado insertarse. Las canciones que hablan de trokas, armas, droga y violencia —a las cuales estamos tan acostumbrados en México— no han tenido eco.

Cuba trata de encontrar maneras de transitar a un nuevo modelo que le permita seguir avanzando en el actual contexto globalizado fortaleciéndose desde su propia identidad. El reto está en no perder lo ganado en todos estos años de lucha y resistencia, ni dejarse seducir del todo por los brillantes colores del capitalismo salvaje.

Para los cubanos son evidentes los cambios que están sucediendo y, a pesar de no saber hacia dónde llevarán las corrientes marítimas a esta isla, para muchos de sus habitantes queda claro que la libertad por la que se lucha no es sólo la libertad de consumo, también es aquella que nos permite estar en el mundo libres de las violencias que son tan cotidianas bajo el capitalismo.

En este contexto, resulta necesario que la población cubana acceda a discursos y narrativas que muestren distintas caras de la moneda, y no solamente a aquellas dictadas desde los grandes medios de comunicación que legitiman al sistema dominante. Es importante compartir lenguajes construidos desde la experiencia de aquellos que desde otras latitudes han observado y sentido las consecuencias que la imposición del sistema capitalista ha dejado en sus propios pueblos.

De vuelta a Centro Habana. La colectiva Chilena Pájaros entre Púas, ha decidido compartir su experiencia a partir de un ejercicio de memoria. Desplazándose entre las calles, pareciera que su andar es pesado, lento, casi imperceptible, arrastrando siluetas, ausencias, recuerdos. Sin embargo, desde su interior, su danza se asoma intensa, profunda. Nos observan directamente a los ojos, desconcierta su aparente falta de movimiento.

Mediante la danza, se transforman en siluetas que quedan plasmadas en las calles de la Habana, siluetas que para muchos tienen el nombre y rostro de las ausentes, las desaparecidas, aquellas a las que les fue arrebatada la vida violenta e injustamente en cualquier otro lugar del mundo, por el simple hecho de ser mujeres en un sistema capitalista-patriarcal.

Nos encontramos y nos reconocemos en las ausencias, en la búsqueda y en el anhelo. Es triste pero reconfortante sabernos hermanados en la memoria con otros pueblos del sur. Danzar para no olvidar, para crear y resistir.

La noche termina, la música cesa por un instante, con nuestros cuerpos cansados por el intenso contoneo nos sabemos libres de caminar a nuestras casas sin temor a ser asaltados, violadas, secuestrados, asesinadas o desaparecidas. Porque afortunadamente en esta isla, todas y todos podemos caminar y danzar sin miedo.

There is one comment

  1. hugo molina

    gracias por las líneas. este festival es un reducto de esperanza y alegría. abrazos bailados y bailadas abrazas. salud!

Comments are closed.