Mareas de color violeta (1 de 3). ¡Ni una más! ¡Ni una asesinada más!

Texto y fotos: Manada Subversiva. Materiales compartidos bajo copyleft CC By NC 4.0
Video: colaboración de Luchadoras, La Sandía Digital & SubVersiones en el marco del proyecto Voces de Mujeres.
Plaza central de Ecatepec, Edomex, el municipio con más feminicios.

Plaza central de Ecatepec, Edomex, el municipio con más feminicidios.

Las mujeres del Estado de México y del ex-DF decidieron movilizarse juntas para visibilizar, denunciar y cuestionar la grave situación que viven las mujeres ante la ola de secuestros, desapariciones, violaciones y feminicidios que ahí están padeciendo. El Río de los Remedios es el río de la ignominia y la impunidad feminicida. Ahí arrojan, como si fueran basura que nadie irá a buscar, los cadáveres de niñas y mujeres violadas y asesinadas. Por eso se decidió que la caravana partiera del Palacio municipal de Ecatepec, municipio con más alto índice de feminicidios actualmente. Como señala una de las participantes:

En el Estado de México van 69 feminicidios en 2016, la mayoría en Ecatepec. Ecatepec es un municipio priísta que tiene múltiples focos donde no sólo las mujeres han sido asesinadas sino también arrojadas ahí, como en el Río de los Remedios, por ejemplo, que es la división entre Ecatepec y Neza. Que mucha gente lo que hace es: pues ya la maté en algún otro punto, la dejo en Río de los Remedios donde nadie se hace cargo, hay muchísima impunidad.

Desde las 10:00 hrs. del #24A [24 de abril de 2016], ahí nos reunimos cientos y cientos de personas para hacer un manifiesto político conjunto, así como compartir la rabia y el dolor ante la muerte de cada morrx asesinadx por el Estado y el sistema feminicida. Posteriormente, partimos en caravana sobre ruedas –camiones, bicicletas, autos particulares– rumbo a la terminal del metro Indios verdes. En el trayecto se gritaron y cantaron consignas, se dialogó sobre el territorio que estábamos cruzando.

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[1] El gobierno de la Ciudad de México tiene varias de estas políticas: vagones, camiones y taxis rosas que no detienen la violencia sistemática e incluso la profundizan al segregarnos como las débiles y «minoría», así como imponiendo estereotipos y prejuicios sobre el «ser mujer».

En el metro Indios verdes se integraron muchas más personas –principalmente mujeres– a la movilización, y alrededor de 500 personas continuamos la protesta en el transporte público, lugar donde se nos recuerda constantemente que salir entre nosotras para el patriarcado es «estar solas», que vestirnos con poca ropa supuestamente equivale a provocar/incitar sexualmente a los hombres, donde se nos segrega en vagones especiales por diferencia sexo-genérica[1] como si los hombres no pudieran simplemente controlarse y no agredir a quien viaja a su lado. Ahí, para romper el tabú, el silencio y los miedos, el coraje salió a ritmo de manada en Vulvatucada Lesbitransfeminista: «mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía…; ¡porque NO, te dije que NO, pendejo NO!», ¡Ante la violencia machista: autodefensa feminista! ¡Si tocan a una respondemos todas! ¡Estamos hartas! No queremos que nos defiendan los hombres, los policías, el Estado. No queremos que nos toquen, que nos violen, que nos mate quien dice que «nos ama».

[2]Mujeres feministas que no quieren la presencia ni «acompañamiento» de hombres.
La marea violeta se concentró cerca de las 14:00 hrs. en el Monumento a la Revolución. Ahí nos esperaban ya miles de personas. Desde la convocatoria, se había especificado que habría contingentas separatistas[2], que encabezarían la movilización y lxs contingentxs mixtxs irían detrás. La caravana así se organizó también desde Ecatepec: algunos camiones de puras compas, otros mixtos.

La marea violeta recorrió el asfalto de Av. Reforma rumbo a la Victoria Alada (esa Ángela de la Independencia). La batucada llegó a unas escalinatas llenas de mujeres y hombres que esperaban la marcha. Lxs fotógrafos se arremolinaban. A los costados de la marcha se sumaban quienes fueron expectantes a mirar, observar, escuchar lo que teníamos para gritar, visibilizar, denunciar, cuestionar. En muchas ocasiones hubo que recordar a los gritos que la contingenta era de «¡sólo mujeres, sólo mujeres!», pues algunos hombres se hacían los despistados para meterse, aún no terminamos de entender por qué. Se les dijo decenas de veces; por las redes sociales, por el sonido, mientras estábamos organizándonos en el Monumento a la Revolución (se voceó muchísimas veces: «los contingentes de sólo mujeres van a ir al frente de la marcha, los contingentes mixtos van atrás»).

[3] «La autodefensa no es lo mismo que violencia». Ver Los límites de La-crítica. Por Silvia Soler Casellas

Dos incidentes destacan derivados de esta situación: Xavier Ulloa fue señalado como acosador y se le gritó que saliera de la marcha; al no alejarse —aún ante gritos de «¡fuera!, ¡fuera!»— se le roció aerosol en la nuca. Mientras que al periodista Carlos Mendoza se le sacó a fuerza de empujones porque no respondía al llamado de «¡hombres no!» Después argumentó que pensó que era un performance y que no había entendido que no podía estar ahí —por muy feminista que se dice ser no leyó las convocatorias ni atendió al sonido[3].

En el movimiento feminista hay muchas tendencias. Hay mujeres que no quieren relacionarse con hombres, y hay mujeres que sí. Hay individuas y hay colectivas. Hay las que se autonombran feministas, y a las que todos los «ismos» les sacan ronchas. Hay las que trabajan en organizaciones, asociaciones civiles, instituciones, colectivas, cooperativas, redes. Hay las que trabajan y viven solas, o las que estamos aprendiendo que necesitamos estar juntas, reconocernos, apoyarnos, desprogramarnos juntas, curar las heridas de las violencias identificándonos, aceptando que no estábamos locas, que no estábamos solas.

La caravana que salió desde Ecatepec se integró con otros grupos al llegar al metro Indios Verdes.

Somos manada

En la Victoria Alada no hubo sonido (eléctrico) pero hicimos mucho ruido. Aullamos, gritamos, aplaudimos, batucamos. Le prendimos fuego a la piñata que representaba al que nos acosó, al que nos violó, al que intentó tocarnos y no lo logró porque nos autodefendimos. Por eso gritábamos «¡Verga violadora a la licuadora!, ¡Despídete de tu verga violador de mierda! ¡Ante la violencia machista: autodefensa feminista! ¡Si tocan a una, respondemos todas! ¡Ni una menos!». Porque estamos hartas de que consideren que ante todas las violencias mencionadas tenemos que responder sin dolor, sin grito, sin aullido, sin agresión ni maldad. Porque no admiten protesta, cuestionamiento. Nos quieren buenotas y buenitas. Quieren que nos quejemos, pero casi que por escrito y en silencio, o en otro planeta, donde los agresores, compañeros, padres, tíos, parejas, jefes, autoridades, jueces, policías, profesores, tomadores de decisiones, políticos, opinadores profesionales, analistas de la situación, no escuchen nuestra bulla, nuestra algarabía, nuestra ironía, nuestra risa, nuestro llanto. Y ante eso nosotras decimos: ¡No! ¡No significa no! ¡Somos malas, podemos ser peores, y al que no le guste, se jode, se jode! No somos las víctimas pasivas que los agresores pretenden que seamos. La «maldad» como postura porque nos dijeron que teníamos que ser señoritas bien portadas, recatadas, sumisas y que «calladitas nos veíamos más bonitas».

Y, como ya todas pudimos constatar, esta marea violeta se hizo maremoto y trae tendencia a tsunami. Hemos dado vuelta a la hoja y no hay marcha atrás. A la revolución y a la rebeldía también les hace falta feminismo. Poco a poco, pero con total determinación, vamos construyendo espacios seguros para todas. Nos vamos dando herramientas y dinámicas de memoria histórica, autoconocimiento, autocuidado, autorecuperación, autodefensa, autonomía. Nos solidarizamos las unas con las otras, intergeneracionalmente. «Si la violencia es sistemática, nuestra organización también debe serlo».

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