Sublevarse es inaugurar un tiempo nuevo: Franco Berardi

Por Mauricio Patrón Rivera

Empecemos recordando, al revés. !Justicia¡ 43, 42, 41, 40, 39, 38, 37, 36, 35, 34, 33, 32, 31, 30, 29, 28, 27, 26, 25, 24, 23, 22, 21, 20, 19, 18, 17, 16, 15, 14, 13, 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1. La cuenta termina y empieza la charla con Franco Berardi Bifo en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM (MUAC). Este conteo es la mejor forma de explicar lo que este filósofo y activista italiano viene maquinando desde hace años: que las finanzas utilizan los números para automatizarlo todo; y que la poesía, como esta cuenta por los 43 de Ayotzinapa, es la operación necesaria para volver a unir el significado con su significante, al cuerpo colectivo con su cerebro común.

Bifo está en México para presentar la traducción de su libro «La Sublevación» por la editorial Sur+. En de menos de 200 páginas se pregunta por la movilización social, por sus métodos y sobretodo por sus objetivos.

Como tantos post estructuralistas, el autor se apoya en la teoría del discurso para analizar el poder. Reflexiona sobre los objetivos y estrategias de la movilización social global, en particular del movimiento Ocuppy, además de hacer una revisión crítica del marxismo, apoyado en las teorías sobre el capitalismo cognitivo; y, específicamente, en la reinserción a la teoría crítica del Grundrisse o fragmento de las máquinas, de El Capital de Marx, donde explica la importancia del general intellect o conocimiento colectivo, en el proceso de producción.  

La cuenta por los 43 de Ayotzinapa –expresión de la movilización social que ha levantado a México los últimos tres meses– es una forma de llenar de contenido lo que para los medios de comunicación podría ser un número ordinario en el constante reporte de la guerra que vive el país. El ejercicio abre un espacio de unos 43 segundos para la reflexión, ya sea en imágenes, o al escuchar la subida gradual de tono y la suma de las voces. Franco Berardi, minutos antes del conteo, recordaba como una gran experiencia en su vida haber participado en un mantra colectivo organizado en los años 70 en Italia por la compañía de teatro Living Theater. 

Por aquella época, él era un luchador social en la Universidad de Bolonia, y cuando una de las movilizaciones estudiantiles más importantes de la Europa post 68 se desató ahí, junto con él y otros miles de estudiantes, tomó el micrófono desde Radio Alicia y provocó que el movimiento se convirtiera en otra cosa. Tal vez sin saberlo, cambió el ritmo de la subversión, que bajó la velocidad en ese espacio para convertirse en una asamblea de micrófono abierto para todas las partes del conflicto. Mientras afuera la ciudad se vivía en disturbios y barricadas, al sintonizar Radio Alicia comenzaba un debate, la puesta en común del conocimiento colectivo. 

«El encuentro en la calle –explica Berardi– si bien es resultado de un cúmulo de rabia, también es lugar de encuentro solidario, para sentirnos juntos». Como filósofo, él cree que «el primer paso para la transformación inicia por la enunciación. Hay que hablar de lo que pasa».

Por eso, más allá del horizonte político de los movimientos sociales, se debe incentivar el fortalecimiento al interior del mismo, explicó en la charla del pasado 11 de noviembre en el MUAC. 

Se deben buscar formas de cooperación cognitiva, que siguen siendo muy frágiles. Frente a la posición dominante de grandes empresas como Google o Facebook se ha destruido la posibilidad de organización de la red. Por ejemplo, se ha sustituido la amistad por un automatismo de ese sentimiento. Es por eso que hay que reinventar la red, en términos tanto reales como virtuales.

Eso implica preguntarnos por los tiempos de la movilización social y poder salirnos de categorías que miden a los movimientos sociales en términos de triunfo o fracaso. 

Bifo identifica tres niveles de práctica en los que la movilización social debe actuar: «El primero es la terapia, no en el sentido de la renormalización del cuerpo considerado enfermo, sino como una práctica de la reactivación del placer: del cuerpo erótico de la sociedad. De ahí, podemos pasar a la poesía, en el sentido de poiesis, es decir, la creación artística colectiva, y sólo después de pasar por ambas podremos regresar a la política». 

Hacer esto, ir de la terapia a la creación y de ahí a la política, implica que la identificación de cada uno de nosotros con las causas de una movilización no pase por la representación (hablar en lugar de alguien) ni por la solidaridad (sumarse a la exigencia de un problema que no es tuyo).

La lucha de clases no es el motor de la sublevación, lo es el encuentro en la precariedad compartida. La movilización social ya no se construye a partir de la identidad fija de un supuesto sujeto revolucionario, sino de las multitudes inclasificables.

Para Berardi, «en esencia las marchas actuales son huelgas de tiempo, que sirven para detectar que hay actividades que pertenecen a la producción salarial y que al interior de esa relación productiva de información (semiótico capitalista) se acelera tanto el tiempo de producción como el de la atención». Se rompe con el tiempo híper acelerado de las finanzas y se instaura el tiempo de la fiesta, de la ruptura de la individualidad, de la poesía.

Bifo logra hacer teoría con lo que damos por sentado, desnaturaliza lo que creemos que no es política sino tan solo sentido común. Es un pensador que navega en el capitalismo para entenderlo como forma de destrucción de la persona a través del trabajo, la intercambiabilidad del individuo en la red del capitalismo postfordista y el lugar que ocupa en esto la política de las emociones como una alternativa. Un poco de medios, redes, poesía y finanzas… apapacho para la lucha pues.