Zé Maria do Tomé: no sólo tierra

Por Ingrid Fadnes
Video en colaboración con Centro de Medios Independientes de Guatemala (CMI) y Latin-Amerikagruppene i Norge

¡Nos dijeron que era imposible, pero mira,  aquí estamos, cultivando colectivamente y orgánico! Y esto en medio de un mar de plantaciones tóxicas por el agronegocio.

El día en el campamento de los Sin Tierra –el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)– apenas comenzó y las compañeras Mônica Oliveira y Elisangela Fernanda dos Santos están cortando y preparando las verduras del día.

José Maria Filho, mejor conocido como Zé Maria do Tomé, llevaba años denunciando y luchando en contra del modelo y las consecuencias del agronegocio en la meseta de Apodi (Río Grande do Norte). Gracias a eso fue asesinado el 21 de abril de 2010 con 25 tiros. Es justo esta región –en la división entre el estado de Ceará y el estado de Río Grande do Norte– la que hoy representa la lucha contra los distintos modelos de desarrollo, las opuestas e irreconciliables alternativas entre la agricultura familiar y el agronegocio.

El 5 de mayo de este año (cuatro años después del asesinato de Zé María) Mônica y Elisangela, junto a más que 500 familias de la región, se organizaron para ocupar la tierra que fue invadida por grandes empresas del agronegocio. Hartas de no tener acceso a tierra para cultivar, hartas de enfermedades causadas por los tóxicos del agronegocio, hartas de trabajar en condiciones de súper explotación en las plantaciones y hartos de las amenazas y la violencia de los latifundios y empresas, se instalaron en un campamento y lo nombraron “Zé Maria do Tomé” en honor a su compañero asesinado.

Mónica y Elisangela. Fotografía: Ingrid Fadnes

Mónica y Elisangela. Fotografía: Ingrid Fadnes

«Empezamos con 500 familias, organizadas a través la iglesia y los Sin Tierra y con el apoyo de muchos otros, desde el primer día empezaron a llegar más y más y llegamos a más de mil familias aquí, participando en la ocupación. ¡Ni teníamos lona negra para dar cobijo para todos!» nos cuenta Adailton, un joven de 19 años que ha participado en la ocupación desde el primer día.

La ocupación «Zé Maria do Tomé» es su primera y para muchos lo es también, creando una experiencia de colectividad y organización sustancial para poder aguantar las amenazas de desalojo y seguir en pie de lucha por el derecho a la tierra. Ya pasó un poco más de siete meses después del día de la ocupación y todavía están esperando la expropiación de la tierra para poder empezar a construir casas y huertas. En este tiempo los campesinos del campamento están haciendo lo que les contaron era imposible: cultivar la tierra sin agrotóxicos. Entre las casas, que ya no son lonas negras sino construcciones de madera y tierra, hay huertas verdes con una variedad de verduras y hierbas.

El agua no viene de la lluvia

El estado de Ceará se encuentra en el nordeste de Brasil. Turismo ha sido, y sigue siendo una de las fuentes económicas más importantes. Un turismo que ha causado privatización de playas, hoteles de lujo, desalojos violentos motivados por la especulación inmobiliaria, y –otro tema fuerte– el turismo sexual. Ahora, la exportación de frutas esta creciendo y ha llegado a ser uno de los ingresos más importantes del estado. Hoy en día Ceará está entre los tres estados más importantes en la exportación de frutas. Tan sólo con la exportación del melón se generó 88,7 millones de dólares de ganancia en 2013, según la Agencia de Desarrollo del estado de Ceará (ADECE). Sin embargo, el estado tiene fuertes problemas de sequia. Después de cuatro años sin lluvia, gran parte del territorio esta con fuertes problemas relacionados al agua. Los más afectados son los pequeños campesinos, en particular en el interior de la región del sertão. En esta región las familias dependen de pipas de agua que van todas las semanas para abastecer agua.

«El problema aquí no es el agua, sino la distribución del agua» afirma Lourdes Vicente del MST y TRAMA. «Hay los que tienen cantidades para gastar y muchos que no tienen ni una gota para sus animales o ni siquiera para tomar. ¡Mira aquí!».

Vamos pasando campos secos, para luego, de repente, entrar la zona del agronegocio. Verde. Todo verde, con irrigación constante de agua. Seguimos en la autopista hacia la meseta de Apodi y el paisaje se vuelve seco de nuevo. El contraste es brutal.

El sol va descendiendo y pinta las mazorcas de maíz con los colores de la tarde. Vamos pasando las plantaciones, subiendo poco a poco a las alturas de la meseta. Infinitos paisajes de mazorcas manipulados genéticamente y nutridos con cantidades de agrotóxicos. Los trabajadores rurales, contratados por la empresa, están todavía cortando maíz para llevarlo en el último camión del día. La jornada termina cuando termina la luz. Todavía no se puede descansar.

Fotografía: Ingrid Fadnes

Fotografía: Ingrid Fadnes

En 1987, el Departamento Nacional de Obras contra la Sequía (DNOCS) implementó un proyecto de riego en Ceará, del lado de la planicie que permitió la instalación de cinco grandes empresas de fruticultura. Además de la concentración de tierras, se utiliza a gran escala plaguicidas contaminando canales de riego y ciudades como en el norte de Limoeiro, Quixeré y Russo, que se encuentran dentro del perímetro de irrigación.

La implementación de la irrigación se inició en 1987 y los servicios de gestión, operación y mantenimiento de la infraestructura de uso común tuvo su inicio en 1989. Dentro del perímetro se produce plátano, maíz transgénico, papaya, sandía y soya transgénica, entre otras cosas. La tierra aquí es muy buena y sirve para manipular y mejorar semillas para luego exportarlas a otros estados como Mato Grosso, donde la producción de soya es masiva y representa la mayor amenaza para el medio ambiente; y como los campesinos en el norte de Brasil al empujar la frontera agrícola.

«El milagro de la agro industria en Ceará no viene sólo del cielo, con las lluvias. El secreto de las jugosas frutas y vegetales que brotan de la tierra proviene de una técnica desarrollada desde hace 60 años en Israel» afirma el chef cearense Fernando Barroso en una opinión sobre los cultivos en el estado. Esa técnica de la irrigación funciona para impulsar el agua desde los depósitos por presión, a través de tuberías, a las áreas de plantación y así directamente a la raíz de la planta, para alta frecuencia y baja intensidad. Este tipo de irrigación es suficiente para producir con menos agua y por lo mismo fue un proyecto desarrollado para expandir la agricultura de la meseta. Sólo que fueron las empresas transnacionales con sus monocultivos las que invadieron el distrito de la irrigación e ilegalmente tomaron el control de la tierra que era de los campesinos.

«¡Esta tierra era de nosotros!» afirman los Sin Tierra en «Zé María do Tomé». La parte que están reivindicando está dentro de una línea roja que nos enseña en un mapa. Son 1,700 hectáreas dentro de la línea, pero además están exigiendo el derecho a 4000 más. Todo está adentro del distrito irrigado y atravesando el campamento pasa uno de los canales. Los niños lo han tomado como su piscina natural, sin mucha preocupación por posibles tóxicos que se encuentran a tan sólo cinco metros de una plantación del maíz, toman el baño en el atardecer. En el mapa también están marcadas con símbolos de círculos  las plantaciones del agronegocio.

«Pueden ver cómo entraron de un lado empezando la ocupación y aquí marcamos el campamento. ¿Ves cómo estamos en medio de las plantaciones? Dentro de lo que negociamos primero, las 1,700 marcadas en rojo, está ahora invadiendo la empresa Banesa y por aquí ven a Delmont –otra empresa–, ellos expulsaron varios campesinos cuando entraron. Nos explica Adailton, y sigue: «aquí está Frutacor, la empresa de João Teixeira, el hombre que mandó matar a Zé María. Es exactamente en esta área donde él estaba denunciando la invasión de las empresas y el uso de agrotóxicos».

Fotografía: Ingrid Fadnes

Fotografía: Ingrid Fadnes

Cuando las empresas empezaron a entrar a finales de los ochenta, comenzó el desalojo de los campesinos. Exigieron títulos de propiedad y poco a poco los campesinos perdieron sus tierras por las empresas. No se podía competir con las empresas al lado. Las denuncias incrementaron y Zé María era uno de los denunciantes: «Esta tierra era y es de los campesinos, pero fueron “grillados” por empresas transnacionales» afirmaron.

«¡Grilagem es invasión forzada!». Lourdes explica este termino usado en Brasil sobre lo que es una falsificación, o grilage de las tierras.

La estrategia de las empresas es entrar a ocupar tierra donde viven los pequeños campesinos. Cuando empiezan a exigir títulos de propiedad resulta difícil porque muchos campesinos ni los tienen y es difícil comprobar sin papeles que la tierra es suya aunque lleven cien años viviendo allí. Las empresas tienen dos opciones y las dos son ilegales. Pueden comprar los documentos y así obtener los títulos de propiedad, o segundo, hacer documentos falsos pretendiendo que son los más antiguos. La expresión grilagem viene de cuando usaban grillos para que comieran partes del papel y dieran la impresión de que los documentos eran antiguos.

Esta táctica, el grilagem, pasa en todo Brasil. Por ejemplo la empresa Banesa –que está invadiendo nuestra tierra– según tiene papeles más antiguos que la propia exprociación del DNOCS. Es una contradicción que ambos, la empresa y el gobierno tienen los títulos de propiedad de la tierra.

Barroso afirma que «en las granjas de Agrícola Famosa –el mayor exportador de melones en el mundo– el sistema de goteo genera 5000 puestos de trabajo cada año y da vida a una cadena de producción entera». Una cadena de producción entera en donde los campesinos son forzados a ser trabajadores rurales en pésimas condiciones, en calidad de súper explotados y donde la tierra no se usa para el cultivo de los alimentos para el pueblo sino para frutas tóxicas para los europeos. Resulta que «la cadena de producción entera» genera campesinos sin tierra, obliga a los trabajadores rurales a estar en permanente inseguridad de trabajo, genera trabajos temporales causando migración permanente de los trabajadores y genera tierras devastadas por la lógica del monocultivo.

«Yo ya no como melón. Con esta información sería como comer veneno voluntariamente» dice Lourdes pasando por las plantaciones del melón.

La cosecha aquí ya fue y ahora solamente se ve tierra con melones dejados atrás por no tener la forma exigida por el mercado exterior, «y lo peor es que en este proceso de negociación de la tierra, metieron en las cabezas de los trabajadores rurales de la empresa Banesa, que somos nosotros, los Sin Tierra, los que estamos quitando el trabajo y el sustento de la vida de la gente».

No solamente es tierra

«No solamente es tierra. Es el nacimiento de una vida nueva» dice Zé Holanda en el documental “Chapada do Apodi. Vida o Morte”. Ocupar y sembrar las tierra es hacer la propuesta de otra forma de vida. Una vida que no depende del patrón, que no depende de las grandes empresas y su forma de cultivar la tierra, que no se puede nombrar cultivar, sino destruir. La propuesta de los campesinos de la meseta de Apodi es hacer lo que les contaron era imposible: sembrar y cultivar sin tóxicos.

Cada día cortamos cilantro y cebollín, y tenemos verduras y hierbas.

Son las cinco de la mañana y en la búsqueda del amanecer encontramos a Mônica y Elisangela con sus niños entre las huertas. Poco a poco viene la luz y a las seis y media tienen las verduras y las hierbas listas en bolsitas que mandan con sus hijos que van con el autobús para la ciudad, a la escuela. En la ciudad tienen compradores que agradecen verduras sin agrotóxicos, cosa rara en las ciudades brasileñas debido a que el país es uno de los mayores productores de alimentos y a la vez el mayor consumidor mundial de plaguicidas; utiliza 828 millones de litros (producto formulado) en sus cultivos. Estas son cifras de las investigaciones realizadas por Wanderlei Pignati, profesor de la Universidad Federal de Mato Grosso, en 2010. Este estado es el mayor productor de soja, maíz, algodón y ganado, y el campeón nacional del uso de plaguicidas en sus cultivos. En la meseta de Apodi, las empresas producen las semillas para seguir con el agronegocio en Mato Grosso. Toda una cadena hecha para las grandes empresas.

Fotografía: Ingrid Fadnes

Fotografía: Ingrid Fadnes

Las compañeras nos enseñan pimienta, betabel, berenjena, zanahoria, col, papaya, cilantro, cebolla, y las huerta medicinales:

Pensamos que era imposible cultivar una pimienta sin tóxico. ¡La gente no nos cree cuando ven nuestro producto y les decimos que es una pimenta sin veneno! Es un mito que no se puede cultivar sin veneno, es lo que muchos piensan por aquí. Yo también era una de ellas, no creía que era posible hasta verlo con mis propios ojos.

Las compañeras nos cuentan que la experiencia del campamento ha sido muy buena. Están la mayor parte del tiempo en las galeras cuidando las huertas y forman parte de la permanente vigilancia del campamento:

Solo voy para mi casa en la ciudad, de vez en cuando, pero no me quedo mucho. Me pongo triste y con ganas de volver. ¡Es demasiado bueno aquí!

Es una conquista tener logrado este campamento. Es el resultado de una lucha dura y no lo hubiéramos logrado sin meternos con las empresas y bloquear su fuente de agua. Tampoco se imaginaron la magnitud de este campamento. ¡Se asustaron cuando llegamos aquí más de mil familias! recuerda Lourdes.

Adailton nos da una vuelta de un lado a otro del campamento, pasando por compañeros y compañeras organizadas en diferentes núcleos con tareas divididas entre ellas. Hay construcciones de casas de tierra, en todas la huertas hay gente trabajando y en cada extremo está sentado un grupo vigilando la entrada y salida.

«Más allá de hacer una lucha por la tierra, estamos con este campamento denunciando un modelo de agronegocio con todas sus consecuencias. Queremos mostrar a la sociedad las grandes contradicciones de este negocio. En este proceso de denuncia construimos nuestro modelo». Palabras del joven Adailton.