Apuntes para una discusión sobre la violencia (parte uno)

Texto: Elisa Godínez / Ilustraciones: del imaginario del Cráter Invertido

Nota editorial: a raíz del asesinato de seis personas y desaparición forzada de 43 estudiantes en el estado de Guerrero y la posterior radicalización de acciones de protesta en México; políticos, prensa comercial y algunos sujetos de la sociedad civil se han volcado a condenar la «violencia» y acciones emprendidas por algunos –muchos– manifestantes. La multiplicidad de posturas y la negación de un diálogo al respecto han sido utilizadas desde el poder para favorecer la criminalización de la protesta, la división y deslegitimaciones. Ante esta situación, en la que los medios oficialistas participan en la configuración de realidades opresivas a través del discurso, es de gran importancia repasar/discutir información y conceptos sobre violencia y no-violencia, con el fin de romper paradigmas y generar opiniones razonadas –libres– que orienten nuestro actuar. Por ello, hemos comenzado esta serie de apuntes-reflexiones que buscan ayudar(nos) a re-pensar los argumentos y conceptos en torno a tan relevante asunto.

Me han sugerido escribir una nota sobre violencia, algo que no (me) es fácil, especialmente porque hay muchísimas preguntas desde donde se podría partir y disertar largamente al respecto, como por ejemplo: ¿qué es violencia, quién la define?, ¿quién la ejerce, quién la resiste?, ¿cuáles son sus dimensiones sociales, culturales, económicas, políticas, etc.? No es sencillo hablar de la violencia en abstracto, pero la intención de este breve texto es aportar algunas claves para identificar-diferenciar el amplio espectro de las violencias.

Violencia es una palabra que es usada para nombrar una diversidad de fenómenos, acciones y comportamientos; tanto individuales como colectivos: criminalidad, guerra, revuelta, revolución, acoso, terrorismo y un largo etcétera. Pero la violencia no puede ser entendida únicamente en términos de su fisicalidad, es decir de la fuerza física desplegada en muchos actos violentos. Precisamente este repertorio se extiende todavía más si consideramos la violencia simbólica que, como lo explicó Pierre Bourdieu, es aquella que «arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales» en tanto se apoyan en creencias socialmente inculcadas, tan poderosa que hace que los dominados asuman y no adviertan su propia subordinación. De igual forma, la violencia estructural —aquella relacionada con la pobreza, la exclusión social, la humillación, etc.— es pocas veces aceptada como tal y es común que pase inadvertida como parte del repertorio de violencias.

Especialmente porque la violencia puede ser muchas cosas, caracterizarla no es fácil pero tampoco es algo imposible. La violencia no es un fenómeno fortuito que surja misteriosamente de la nada. Siempre es posible entender su lógica y rastrear antecedentes y condiciones para su aparición, reproducción y, también, sus efectos y las resistencias que genera.

Caracterizar la violencia implica reconocer y establecer sus principales elementos-dimensiones: su expresión concreta y manifestaciones tangibles (sin que esto se contraponga con o niegue su expresión simbólica), los sujetos o actores que la ejercen y la padecen —si es pública o privada—, el tiempo y el espacio en el que ocurre (desde cuándo y dónde), las formas de representación y las narrativas o discursos, entre otras.

Para comenzar, hay que entender a la violencia como un proceso y no como un hecho aislado, resulta muy útil leerla como un continuum, es decir, como algo que ha estado ocurriendo antes y continúa, a pesar de que tenga distintas fases o haya sufrido interrupciones. En este sentido, además, es indispensable ubicarla históricamente, localizar sus antecedentes y entender el contexto social, político, económico, cultural, etc. en el que surge y se reproduce. Y, por si fuera poco, además hay que entender que las definiciones de lo que es violencia han sufrido cambios a lo largo del tiempo y que aunque en las sociedades existan marcos legales-jurídicos que la establezcan, dependiendo de su condición (social, política, económica, cultural, etc.) los individuos reconocen (admiten) o no, la violencia en función de lo que consideran legítimo o ilegítimo, lo aceptado o lo sancionado. Es decir, que para hablar de violencia primero hay que situar desde dónde se habla y qué se entiende por violencia, según nuestro lugar en el mundo.

[1] Ver Diccionario de uso del español, de María Moliner.

Por ejemplo, en un sentido muy general, la definición de violencia es «cualidad de violento» o «utilización de fuerza en cualquier acción» y violento es «cualquier cosa que se hace u ocurre con brusquedad o con extraordinaria fuerza o intensidad». [1]

Lo que hay que hacer notar en este punto es que la violencia-lo violento, es decir, la utilización de la fuerza (que, como hemos dicho, no es sólo física), puede estar o no basada en la ley. Es decir, que el carácter violento de una acción no depende exclusivamente de su ilegalidad, aunque muchos fenómenos violentos efectivamente salgan de los marcos legales establecidos. Significa también que la violencia puede ser ejercida —justificada y promovida— desde las esferas legales. Es decir, la violencia puede ser claramente legal pero no legítima y viceversa, claramente legítima y pero ilegal.

Existe una visión común de que la violencia es esencial, un instinto universal, un suceso meramemente socio o psicobiológico, un residuo del proceso evolutivo de nuestra especie y/o de nuestro pasado de cazador que mata. Sin embargo, nosotros preferimos partir de que los seres humanos son criaturas sociales; que son la cultura, las estructuras y prácticas sociales, las ideas y las ideologías las que moldean las dimensiones de la violencia, de sus expresiones y sus representaciones. De este modo, partimos del hecho de que existen tanto expresiones de violencia espontáneas, expresivas, paroxísticas, confusas, inestables e impredecibles como expresiones instrumentales, frías, racionales, controladas y estratégicas. La distinción entre expresividad e instrumentalidad nos puede ayudar a analizar experiencias histórico-políticas, que generalmente son una combinación de ambas dimensiones.

 

Esta serie de apuntes no concluye, vamos pensando en otros conceptos, ideas y perspectivas que es necesario revisar para seguir hablando y pensando sobre el tema. Citamos, también, un fragmento de las palabras de la comandancia general del EZLN, en voz del Subcomandante Insurgente Moisés, al terminar el acto con la caravana de familiares de desaparecidos y estudiantes de Ayotzinapa, en el caracol de Oventik:

A nosotros no nos importan esas puertas.

Ni nos importa si las queman, ni si las adoran, ni si las ven con rabia, o con nostalgia, o con deseo.

A nosotros nos importan más sus palabras de ustedes.

Su rabia, su rebeldía, su resistencia.

Porque allá afuera se habla, se discute, se alega, que si la violencia o la no violencia, dejando de lado que la violencia se sienta todos los días en la mesa de los más, camina con ellos y ellas al trabajo, a la escuela, regresa con ellas y ellos a la casa, duerme con ellos y ellas, se hace pesadilla que es sueño y realidad sin importar la edad, la raza, el género, la lengua, la cultura.

EZLN (15 de noviembre de 2014)

There is one comment

  1. Flor del Camino

    Este artículo me re-educa. Lo positivo es que ahora me re-educo con más conciencia.
    Me impacta la violencia silenciosa. Esa que se ve como normal. Esa violencia con la que se nace en medio de los arapos de la pobreza con rostro de miseria. Y allí enraizada, la violencia que crea el sometimiento religioso.

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