Mario González en libertad

Texto de María González y Carolina S. Romero
Video de Anele López

Libertad absoluta e irrevocable

El 30 de octubre de 2014, luego de trece –¡trece!– injustos meses en prisión y tras una incansable lucha jurídica y social, el Segundo Tribunal Colegiado del Primer Circuito del Distrito Federal resolvió un amparo «liso y llano» a favor de Mario González, preso político desde el 2 de octubre de 2013. Esto concreta su absolución total y de fondo, que revoca la sentencia de cinco años y dos meses (tiempo final después de que la redujeran siete meses por intermedio de uno de los amparos anteriores) que el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal había dictado contra él. Dicha sentencia, se sostenía en un proceso irregular, plagado de violaciones a los derechos del inculpado y a pesar de la imposibilidad para probar cualquier responsabilidad penal de los delitos imputados. Con la consecución del amparo federal, sus abogados, sus redes sociales –no virtuales– y el mismo Mario, lograron su auto de formal libertad con calidad de inapelable e irrevocable, sin fianza ni generación de antecedentes penales, dado que no cometió ningún delito.

Es claro que este suceso no emana, simplemente, con la venia de un buen juez. Es la mínima acción imprescindible e innegable de lo que tenía que suceder tras la ardua y contundente lucha para establecer y hacer saber lo que en realidad pasó aquel 2 de octubre: un crimen de Estado que requeriría toda la reparación posible del daño, empezando por la liberación inmediata y la absolución total –¿pero, quién y cómo puede reponer 13 meses de tiempo de secuestro, tortura e impunidad?

Aproximadamente desde las 8:30 de la noche, Paty (la mamá de Mario), Nuria (su pareja), amigxs y compañerxs solidarixs, comenzaron a concentrarse a las afueras del penal femenil de Tepepan, donde se encuentra la torre médica en la que Mario pasó gran parte de su reclusión a consecuencia del deterioro de salud que sufrió tras la larga huelga de hambre que llevó a cabo (de casi 60 días).

Fotografía: Gustavo Ruiz

Fotografía: Gustavo Ruiz

Durante las horas de espera, previas a la excarcelación, desde una bocina, sonó música punk y salsas que animaron la noche fría. Alguien llevó un balón de fútbol y armó una cascarita en la explanada a las afueras del penal. Más tarde, a la bocina se conectó un micrófono y un compañero dirigió poemas libertarios a Mario, a las y los presxs y a todos los presentes. Las consignas retumbaban contra los muros del edificio: «¡Ni culpables, ni inocentes, anarquistas consecuentes!», «¡Tiremos, los muros, de las prisiones!», «¡Presos políticos libertad!», «¡Muerte al Estado, que viva la Anarquía!». El ambiente era enérgico, de alegría, se cantaron himnos, se repartió café, pan y galletas, incluso se lanzaron cohetes.

Como acto de presión, y en protesta de que el luchador social anarquista continuara, aberrantemente, más tiempo –aunque fueran minutos– dentro del penal; compañeras y compañeros comenzaron a golpetear las puertas de vidrio con monedas y elevaron el volumen del coro de consignas. La acción duró cerca de media hora y algunos policias aparecieron y se acercaron a tomar fotografías de las personas; más allá de generar intimidación, sólo lograron ser directa y abiertamente cuestionados por sus acciones y fotografiados de la misma forma que ellos hacían. La gente ahí presente era gente sin miedo.

Cerca de las doce de la noche algunos gritos de emoción, de quienes estaban más cerca de la puerta, previnieron la salida del compañero, quien fue recibido por un grupo de aproximadamente 50 amigxs y compas solidarixs. Entre vivas, aplausos, gritos y consignas, Mario apareció emocionado, saludando, parecía un poco sorprendido ante la materialización de su libertad. En primer lugar agradeció el apoyo que se le había otorgado a lo largo de su encarcelamiento y advirtió que la lucha no se acababa ahí, que había que sacar a las y los demás presos injustamente, no sólo a los anarquistas –dijo– sino a otros que lo eran en potencia, porque buscaban la libertad. Acto seguido comenzaron de nuevo los aplausos, las consignas y la emoción se hizo presente en todas y todos los asistentes.

Fotografía: Gustavo Ruiz

Con Paty, su madre. Fotografía: Gustavo Ruiz

Los abrazos con su madre, su novia y sus amigos trajeron lágrimas para algunxs, gritos de alegría para otrxs. Paty, mamá de Mario, también dio un mensaje de lucha, resistencia y agradecimiento por todo el apoyo brindado para lograr ese momento. Posteriormente se procedió al acostumbrado ritual de quemar el horrible uniforme beige que llevan los presos; esta acción, como signo de repudio al sistema carcelario, como muestra del fracaso rotundo de los intentos de homogenización y quebrantamiento de los espíritus libres, de los no alineados ni sumisos ante la simulación de orden de un Estado criminal, que comete los delitos de los que acusa a otros. Las prendas ardieron al centro de un círculo de luchadores que parecían conjurar los miedos y acuerpar los compromisos mientras observaban el fuego. Se hizo un poco de silencio.

No demasiado. Las salsas volvieron a sonar y Mario comenzó a hacer una ronda para saludar y abrazar individualmente a todas las personas que habían acudido a recibirlo. Se retomó la repartición de galletas y café. Se sucedió de repente un rato de tertulia, con desenfado del inhóspito espacio que nos rodeaba (el penal y sus alrededores), la compañía era lo importante. Nosotrxs tuvimos oportunidad de recoger un breve testimonio de Mario, de cómo se sentía y qué pensaba que seguía a partir de este punto del camino. También pudimos platicar con Paty, quien nos comentó del gran ejemplo que su hijo ha resultado para ella; además nos comentó de la mezcla de emociones que sentía ya que estaba muy contenta por la salida de Mario, pero al mismo tiempo sintiendo tristeza por las madres y padres de los normalistas de Ayotzinapa, porque ella ha encarnado ya la desesperación de ver al propio hijo en gran peligro por causa de la violencia que ejerce el Estado.

Aquí compartimos el audio que corresponde a los momentos de su liberación (1), así como la palabra que después nos ofrecieron ambos (2 Mario) (3 Paty). Aún resuenan con toda su honestidad en nuestros corazones y nuestras consciencias.

(1)

 

(2)

(3)

Aquí Mario González concluye el capítulo carcelario que injusta e ilegalmente padeció con tantos meses de encierro. Pero como dejó en claro: «Esto no acaba aquí, esto es recio y vamos por todxs» ¡Presos políticos! ¡Libertad!

***

A continuación una síntesis de su historia

Antecedentes

Al organizarse en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), plantel Naucalpan, para resistir al porrismo y a las reformas educativas neoliberales impuestas por el rector José Narro Robles; Mario González García y un grupo de estudiantes fueron criminalizados como «vándalos» en periódicos como La RazónMilenioReforma; y expulsados por un Tribunal Universitario que hace tiempo debió desaparecer. También fueron amenazados por personal de seguridad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) cuando protestaron su expulsión en un plantón afuera de Rectoría, justo antes de su detención. Nueve de ellos fueron detenidos el 2 de octubre de 2013. Actualmente, ocho llevan proceso bajo caución, mientras Mario González se mantenía en prisión hasta el día de hoy, con una sentencia de 5 años 1 mes y 15 días, impuesta por la magistrada de consigna Celia Marín Sasaki el 11 de julio —una «nueva» sentencia que sigue siendo un castigo ejemplar bajo el pretexto de la supuesta «peligrosidad social» del compañero–. Mucho más preocupante y peligrosa es la criminalidad policial de un gobierno que comete un secuestro de más de nueve meses, entre muchos otros delitos.

Fotografía: Gustavo Ruiz

Con Nuria, su compañera. Fotografía: Gustavo Ruiz

Un no-delito que nunca ocurrió

Tal vez la primera cosa que llama la atención sobre el caso de Mario González es que él ni siquiera llegó a la histórica marcha del 2 de octubre para conmemorar la matanza de estudiantes en Tlatelolco y oponerse a la represión actual en México. Junto con otros ocho activistas estudiantiles –Aztlalli Cabrera Prado,  Irene Pérez Villegas, Erick Leonel Aguilar Ruiz, José Luis Ramírez Alcántara, Cristian Antonio Carmona Emmer, César Uriel Cruz Elías, Carlos Jhasi Jarquín Peña y  Hugo Guillermo Mejía Ventura– Mario iba a protestar ese día, sin embargo, todos fueron detenidos en el cruce de las calles Isabel la Católica y 5 de Mayo alrededor de las 3 de la tarde, torturados y encarcelados antes de llegar a la marcha. Frente a la absurda e insostenible posibilidad de acusar a nueve jóvenes de un no-delito (protestar) que nunca ocurrió; el Ministerio Público decidió acusarlos, sin una pizca de evidencia, de aventar petardos y piedras del camión en el que viajaban desde Ciudad Universitaria (CU) hacia Tlatelolco. No existe una sola foto o un testimonio sobre tal acción o sobre los daños ocasionados por los supuestos explosivos; la única prueba con la que el Ministerio Público intentó acreditar el delito de ataques a la paz pública, fue el testimonio –de oídas– de dos policías, aunque un peritaje de la Procuraduría General de Justicia contradice estos testimonios.

La tortura

Se destaca la tortura a la que Mario y los demás compañeros fueron sometidos por granaderos en la vía pública y de camino al Ministerio Público durante cuatro horas, incluyendo toques eléctricos, patadas y golpizas con toletes y puños. De ello Mario resultó con un brazo luxado y un tobillo torcido; no faltaron las amenazas de muerte y amenazas a los familiares. Desde el MP 44 en Iztapalapa, los siete varones fueron enviados al Reclusorio Oriente y las dos jóvenes al penal femenil de Santa Martha Acatitla, mientras su caso fue consignado al Juzgado 19 de delitos no graves. En el Reclusorio Oriente, los hombres fueron golpeados salvajemente por los custodios y las mujeres sometidas a tortura psicológica.

Quema del uniforme. Fotografía: Gustavo Ruiz

Quema del uniforme. Fotografía: Gustavo Ruiz

La peligrosidad social

El 6 de octubre de 2013 la jueza del Juzgado 19 de delitos no graves, Marcela Ángeles Arrieta, les dictó a los nueve activistas auto de formal prisión y fijó la caución en 16 mil pesos para cado uno. El lunes 7 de octubre se pagó una póliza de fianza y en la madrugada del martes 8, todos salieron libres. Sin embargo, extrañamente Mario salió con la cara cubierta con una camiseta beige. Ante los gritos de alarma de la gente que esperaba afuera del reclusorio, fue agarrado con violencia por agentes desconocidos y devuelto al interior del penal por orden de la propia jueza. Al día siguiente, quedó claro que ella había aceptado automáticamente la decisión del Ministerio Público de recluir a Mario con el argumento de ser una persona de alta «peligrosidad social», debido a que ya tenía antecedentes penales y a que había dado un nombre falso en la averiguación previa. Por ello, argumentó un agente del MP, él «podría sustraerse de la justicia».

La abogada Lizbeth Lugo planteó en una conferencia de prensa que una persona tiene el derecho a no autoinculparse, incluso puede mentir o negar los hechos para no hacerlo. Además, el delito por el que Mario había sido juzgado es no grave y un ministerio público no puede simplemente opinar que alguien representa un peligro sin conducir estudios psicológicos que sostengan tal apreciación. De hecho, estudios subsecuentes mostraron que Mario es una persona que exhibe estabilidad emocional, que no ha vivido una situación de violencia familiar y que nunca ha participado en delitos graves. La abogada comentó que la jueza Marcela Ángeles Arrieta no tenía ningún argumento válido para mantener a Mario en prisión porque la póliza de fianza garantizaba que él no se iba a «sustraer de la justicia»;  insistió en que la negación de su salida bajo caución es una violación de sus derechos procesales y constitucionales.

La criminalidad del sistema de injusticia en el Distrito Federal se hizo aún más evidente el 15 de noviembre, cuando en la segunda instancia, la presidenta de la Quinta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF), Celia Marín Sasaki, avaló la revocación de libertad de Mario González García. Bajo el mismo argumento la misma magistrada había detenido durante más de un año a Víctor Herrera Govea cuando participó en la marcha del 2 de octubre de 2010. Así que, con toda impunidad, una jueza y una magistrada siguieron los dictados de un agente del Ministerio Público que opera bajo el mando del propio jefe de gobierno para autorizar un secuestro.

La resistencia

Las manifestaciones en apoyo a Mario que empezaron inmediatamente después de su detención, se multiplicaron durante su huelga de hambre. Se han hecho varios videos sobre el caso y se han llevado a cabo foros, eventos culturales, marchas cortas y largas, mítines y comparsas. El hostigamiento policiaco a las constantes manifestaciones en el Distrito Federal también ha sido fuerte. Una y otra vez policías de investigación han fotografiado y los granaderos han encapsulado a los manifestantes, a veces con empujones y golpes de sus escudos, para evitar que salieran de un lugar o para evitar que llegaran al zócalo o simplemente para espantar a la gente y castigar la protesta social.

Quema del uniforme. Fotografía: Gustavo Ruiz

Quema del uniforme. Fotografía: Gustavo Ruiz

En respuesta a la represión y en apoyo a Mario, especialmente durante su huelga de hambre, también se realizaron pronunciamientos de solidaridad y actos de protesta en el Estado español, Italia, Francia, Grecia, Estados Unidos, Chile y Argentina,  entre otros lugares.

Luego de un periodo de recuperación física que se extendió por varios meses, la defensa intentó que varios amparos fueran aceptados, sin buenos resultados. La resistencia de Mario volvió a activarse como huelga de hambre el primero de octubre de 2014, ahora junto con otros tres luchadores sociales anarquistas que aún están recluidos en cárceles de la Ciudad de México: Carlos López El Chivo (Reclusorio Oriente), Fernando Bárcenas Castillo y Abraham Cortés Ávila (Reclusorio Norte).

En esta ocasión, la forma de protesta elegida tuvo como objetivo señalar la oposición tajante que ellos sostienen contra el hecho carcelario en sí. En un comunicado lanzado con motivo del inicio de la huelga de hambre afirman: «Optamos por pasar a la acción antes que aceptar la cárcel como algo «normal», el Estado busca formar ciudadanos dóciles y serviles para mantener su establecido «orden social» y así poder sustentar la estructura de producción capitalista que sólo beneficia a la clase dominante. Las prisiones tienen un papel primordial en la configuración de estos buenos ciudadanos. Es a la sociedad burguesa a la que en realidad se busca que el/la presx se readapte. Rechazamos la supuesta función reintegradora que la prisión puede traer a nuestras vidas. No sólo no la consideramos útil, sino que es ampliamente perjudicial».

Luego de la experiencia de la primera huelga de hambre de Mario y al no haber demandas específicas en esta nueva protesta, el recurso tuvo una temporalidad definida y después de 16 días, la huelga terminó el 17 de octubre.

Sucede después la obtención del amparo federal que logra su excarcelación y absolución el día de ayer. Esto abre un nuevo capítulo de lucha y resistencia en la historia de Mario, desde la libertad y la colectividad, pero aún con muchas cadenas que todxs tenemos que romper.

Entrevista a Mario. Fotografía: Gustavo Ruiz

Entrevista a Mario. Fotografía: Gustavo Ruiz

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